1. Fina estampa

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La cantante peruana Martha Galdos, quien ha desarrollado buena parte de su trayectoria artística en los territorios del jazz y la world music, acaba de presentar Respiraré, un disco que se disfruta de principio a fin gracias a una producción diáfana y fresca, a cargo de Pepe Céspedes, que se pone al servicio de la privilegiada voz de la intérprete, quien navega entre estándares del repertorio nacional (Cardo o ceniza, de Chabuca Granda; El tamalito, de Andrés Soto) y mundial (Blue Skies, de Irving Berlin; Peggy from Panama, de Roger Graham y May Hill), con una soltura y una versatilidad absolutas, incluso cuando se trata de cantar en inglés, quechua o portugués. Dato importante: la portada fue diseñada por el destacado pintor nacional Enrique Galdos Rivas, padre de la artista.

2. Aquí vamos otra vez

turbopotamos

Este es un anuncio algo inesperado, pero que vale la pena celebrar: la banda local Turbopótamos, tras insistir durante años en que jamás caería en la tentación de ceder a la nostalgia para reunirse y volver a los escenarios, se presentará en vivo el 18 de noviembre en el Sargento Pimienta, en lo que promete ser una incendiaria noche de ‘skabilly’ en Barranco. La agrupación liderada por Humberto Campodónico fue la gran animadora de la movida independiente local durante la primera década del nuevo milenio con discos antológicos, como su epónimo debut de 2004 o No Love, de 2007; y algunas canciones que merecen estar en cualquier selección de lo mejor del rock peruano, como Ultrabeba, El metro y Nada para mí. Por eso, crucemos los dedos para que este reencuentro no sea efímero. La escena los echa de menos.

3. Eterna inocencia

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¿Se puede recomendar la reedición del único disco editado por una banda que fue considerada en su momento como “la peor de la historia”? Absolutamente. La ruinosa grandeza de Philosophy of the World, el desconcertante artefacto lanzado en 1968 por las tres hijas de un pastor evangélico que no tenían ninguna clase de formación musical y que se hacían llamar The Shaggs, se expresa en la inocencia inagotable de un puñado de canciones que concentran el impulso instintivo, primigenio, casi atávico del rock and roll. En tal sentido, estas chicas prefiguraron la esencia del punk mucho mejor que Los Saicos: no saber tocar un instrumento no debería ser un impedimento para “sacarle el jugo” expresivamente. La reedición de este clásico de culto incluye un libro con fotos inéditas y un ensayo escrito por Lenny Kaye, legendario colaborador de Patti Smith.

4. ¿La ceremonia del adiós? Leonard Cohen destila gravedad y poesía en You Want It Darker, su más reciente producción discográfica

A los 82 años, la socarronería de siempre en Leonard Cohen ha cedido paso a un ensimismamiento reflexivo que parece tentar reconciliaciones, saldar viejas deudas y ensayar despedidas.

Altoparlante: Leonard Cohen y Turbopótamos

Pero lo cierto es que, tras una primera impresión en la que resulta inevitable pensar en este decimocuarto disco en estudio como una suerte de testamento, You Want It Darker empieza a revelarse como una colección de canciones en las que, paradójicamente, Cohen suena más vivo que nunca. O tan vivo como siempre. Porque, si bien las referencias a un final que seguramente él mismo presume cercano son abundantes (en una entrevista reciente a “The New Yorker” declaró que estaba “listo para morir”, solo para contradecirse muy a su estilo semanas después, en la fiesta de lanzamiento del nuevo álbum: “Ustedes me conocen, tiendo a ser dramático. Espero vivir para siempre”), también se percibe una vitalidad expresiva que se potencia, canción a canción, por una sección rítmica guiada con maestría por su hijo Adam, quien por primera vez asume la función de productor de un disco de su progenitor.

“Estoy listo, mi Señor”, repite Cohen en el corte que le da título al álbum. Más adelante, insiste: “Abandono la mesa, estoy fuera del juego (…) No necesito una amante. Esa bestia ha sido domesticada”.

Son nueve canciones cargadas de una sombría gravedad, pero que también sentimos inmediatas y urgentes: el músico tiende a ser dramático, es verdad, pero jamás será autoindulgente. Si esta es su despedida, Leonard Cohen parte muy a su estilo: dando un sutil pero rotundo portazo.

Por Raúl Cachay