Siempre es un placer escuchar a alguien hablar de las cosas que le apasionan. Lo haga exaltado o con serenidad, sus ojos delatan esa chispa de motivación que nos hace sentirnos vivos. Daniel Winitzky habla de su pasión por el mar sin  pompas ni pretensiones; sin querer aprovechar la entrevista para convertirse en la estrella de sus palabras. Los que deben brillar son otros. Por ejemplo, los más de treinta actores que, entre papeles principales, secundarios y cameos, forman parte de Cebiche de tiburón. Un elenco –protagonizado por Manuel Gold– que cuenta entre sus filas con buena parte de las figuras del cine nacional: César Ritter, Wendy Ramos, Andrés Wiese, Gustavo Bueno, Pietro Sibille, Sergio Galliani, Carlos Carlín, Magdyel Ugaz, Lucho Cáceres, Gianfranco Brero, Élide Brero, Ramón García… Pero, sobre todo, en esta película, el que debe llevarse las palmas, cuando la función termina y las luces del cine se encienden, es el mar. En concreto, sus habitantes. Desde las algas hasta los tiburones, pasando por cada una de las especies exóticas y fabulosas que pueden encontrarse bajo el agua.

“Mezclo documental y ficción. Siempre comienzo por la fauna. De ahí salen las historias, las posibilidades para hacer ficción después”, dice Daniel Winitzky.

Precisamente, a Daniel lo que más le apasiona del mar es “esa biodiversidad desconocida que, al verla por primera vez, me devuelve el sentido de la sorpresa; la capacidad de volver a sentirme niño cuando veo a una criatura tan hermosa y rara, sabiendo que su especie tiene treinta y cinco millones de años y ahí está, perfecta… Es muy fuerte”, dice el realizador. “Nosotros, en cambio, en tan poco tiempo, hemos hecho daños severos. Tarde o temprano vamos a darnos cuenta”, agrega.

En una familia donde todos son “acuáticos”, Daniel es nadador, pescador, tablista y buzo. Con su padre, recorrió la costa del Perú desde niño y, con los años, fue testigo de cómo el mar cambió; de cómo hace cuarenta o cincuenta años se podía “alquilar un botecito en Pucusana y volver con corvina”, encontrar lenguado fácilmente en la playa Río Seco, debajo de las Lomas de Lachay, o, incluso, asomar al malecón y “ver una mancha morada que un turista podía confundir con arrecifes, cuando se trataba de anchovetas”.

Detrás: Manuel Gold, Daniel Winitzky, Carlos Alcántara y Dayiro Castañeda. Delante: Andrés Wiese, César Ritter, Magdyel Ugaz y Francisca Aronsson.

Daniel grafica la depredación de nuestra riqueza marina con dos anécdotas: una propia y otra ajena. La primera le ocurrió en el terminal pesquero, mientras compraba pescados para la filmación de la película. “Había un señor que vendía unos pescaditos así –junta dos dedos para mostrar cuán pequeños eran–. ‘Dígame, amigo, en qué ha cambiado la pesca’, le pregunté. Él me miró, miró lo que estaba vendiendo y me dijo: ‘Esto, antes… Yo ni lo miraba’”.

La segunda anécdota se la contó una señora en Cerro Azul, mientras fileteaba pescados en el muelle. “Yo soy hija, esposa, hermana y madre de pescador”, le dijo. “Mi padre salía a pescar durante el día o, como mucho, de un día para otro. Mi hijo se va diez o quince días y, hasta que no pisa tierra, yo no duermo”. Daniel me explica que las embarcaciones que utilizan no están hechas para salir por tantos días; que, por eso, se pierden constantemente o son asaltadas por piratas. “La presión intensiva sobre los recursos impacta en lo biológico, luego, en lo económico y en lo social”, afirma.

Pese a ello, considera que hoy existe una mayor conciencia ambiental que hace veinte años y que, dentro del rubro pesquero, “hay gente muy bien intencionada en el sector privado y en el Estado”. Sin embargo, con Cebiche de tiburón no pretende hacer una denuncia explícita. Lo que más quisiera es provocar –o despertar– las ganas de querer proteger el mar; en especial, en los más chicos. “Ese sería un gran éxito para nosotros”, dice. “Buscamos reunir a la familia y llevarla a pasear bajo el mar”.     

Antes y después de la escena

Manuel Gold protagoniza la cinta.

El proyecto de Cebiche de tiburón arrancó hace cuatro años, cuando la tecnología para filmar bajo el mar se hizo más asequible. Durante los primeros dos, Daniel y su equipo filmaron a lo largo de todo el Océano Pacífico, desde la costa norte y sur del Perú hasta el otro lado del océano, teniendo como límite norte el Ecuador y como sur, la latitud de Tacna. Manuel Gold y César Ritter fueron los dos actores que afrontaron el reto de aprender a bucear para protagonizar la secuencia submarina. “Llegamos a un lugar en medio del mar, hermosísimo, donde se reúne la mayor cantidad de fauna marina del mundo”, cuenta César, quien, antes de grabar las escenas cruciales, no lograba librarse de una terrible gripe; tanto, que Daniel estuvo a punto de modificar el guion para que Manuel bajara solo a bucear. Pero, al final, no fue necesario. Los dos actores se zambulleron treinta metros y bucearon entre tiburones a los que nunca temieron. “El fondo del mar es lo más relajante que existe; allí, olvidas todos los miedos, todos los peligros… Sentí una libertad absoluta”, dice César. “Hay una paz alucinante dentro del mar”, agrega Manuel.

Junto a Gold, César Ritter participó de las escenas submarinas.

Por Mariano Olivera La Rosa
Fotos de Iván Salinero / PHOSS

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