Una casa de playa que rinde homenaje a algunos elementos arquitectónicos clásicos de la costa peruana. El zaguán, el patio y las teatinas son los protagonistas de este proyecto que Mario Lara ha realizado en colaboración con su hija, Manuela Lara.

Por Laura Alzubide / Fotos de Alex Kornhuber

Lara

En su discurso de aceptación del Premio Pritzker, Renzo Piano comparó la arquitectura con un iceberg: las siete octavas partes que permanecen ocultas bajo el agua son el sustento de lo que se ve. Cuando Mario Lara habla de la casa de playa que diseñó con su hija, Manuela Lara, saca a colación este paralelo. Se puede ver y admirar un edificio, pero lo que ha sucedido antes, lo que ha conducido al resultado del proyecto, es lo realmente importante.

En este caso, el cliente tenía un pequeño terreno en la primera línea de la playa, con vistas al océano, en Puerto Nuevo, al sur de Lima. Se encontraba al borde de la urbanización. Los arquitectos le ayudaron a escogerlo. En un lado, había más casas. Al otro, un terreno con jardines. La ubicación fue fundamental a la hora de desarrollar el programa. La entrada se ubica en la fachada lateral, en el lado donde se encuentran las construcciones vecinas, para que el hall absorba todo el ruido. Después de atravesar el zaguán, se encuentra el patio.

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El patio es el elemento clave para entender la inspiración de la casa. Todo gira alrededor de este ambiente, y su sola presencia hace que sea más íntima. “Es un acopio de aire”, como dice Lara. El sol da de lleno por las mañanas y se puede ver el mar. Ni las ventanas corredizas ni el mobiliario de la sala obstaculizan su visión. Asimismo, contribuye a que los dormitorios, que suelen ubicarse en la parte trasera de las casas y aquí están en el lado de los jardines para evitar los ruidos molestos, se vean más favorecidos por las corrientes de aire. 

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La casa de las teatinas

El diseño de Mario y Manuela Lara, sobre todo, rinde homenaje a la tradición. El zaguán, el patio y las teatinas son elementos muy característicos en la arquitectura costera peruana, y estas últimas son el recurso más llamativo del proyecto. Todas las habitaciones tienen una: los dormitorios, la sala, la cocina, el comedor. “Las casas de playa hay que ventilarlas, porque en verano pueden ser sofocantes en algún momento”, explica Lara. “Así que decidimos añadir unas teatinas, esas chimeneas naturales maravillosas inventadas hace tantos años, para ventilar la casa”.

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Cuando las ventanas corredizas se esconden, el exterior y el interior son uno solo. La casa es discreta no solo en tamaño, sino también en arquitectura y acabados. Los muros son blancos. Los bastidores de las ventanas, de madera clara, pasan desapercibidos. Las losetas del suelo apelan a la sencillez. La piscina tampoco busca el protagonismo: se prolonga como una tira a lo largo de la terraza y está revestida de piedra. Nada perturba el paisaje. Ni la vida de los habitantes del lugar. “Las casas tienen que tener una idea y ser muy respetuosas”, afirma Lara. “Este es el lema de la oficina. Siempre hemos hecho una arquitectura que no es estrambótica”.

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Artículo publicado en CASAS #242