Bastan muy pocos minutos para darse cuenta que las nominaciones que tuvo Natalie Portman en la última temporada de premios no fueron ninguna exageración. Desde su primera aparición, la actriz se encuentra fundida en los gestos, la voz y las maneras de la trigésimo séptima Primera Dama de los Estados Unidos. Y eso ni siquiera es lo más sorprendente de su actuación en Jackie.

Natalie es Jackie (por 95 minutos)

La primera película en inglés del chileno Pablo Larraín (No y El club) se apoya en un guion de Noah Oppenheim. La historia se concentra, sobre todo, en los días posteriores al asesinato de John F. Kennedy. Solo algunos flashbacks sirven para recrear ciertos momentos de la pareja y presentar la inocente y tímida faceta de Jacqueline Kennedy en una popular grabación de la CBS.

El resto de la historia es sobre una mujer que vacila entre la pérdida, la resignación y la redención (propia y la de su marido muerto). Y es ahí donde Portman despliega lo mejor de su talento. Porque Jackie se desarma una y otra vez tras la muerte de su esposo. Porque Jackie se comprime y se expande frente a su entrevistador. Jackie duda y baja su defensa ante un cura. Y se angustia. Sobre todo, Jackie se angustia. 

Durante el rodaje, Natalie Portman tenía 34 años, la misma edad de Jacqueline Kennedy cuando ocurrieron los hechos centrales de la historia.

Parte de esa angustia es la que la transforma en la responsable de la creación de un mito. Jackie, convertida en la viuda más famosa del mundo, no solo atraviesa un duelo sino que también vive la ansiedad de encargarse de la imagen de su esposo en la posteridad. Es esto lo que la enfrenta a su cuñado, a los nuevos habitantes de la Casa Blanca, a la prensa, e incluso a sí misma.

A través de las diversas interacciones que tiene la protagonista, Larraín va construyendo un retrato desde distintos ángulos. Pero siempre de cerca. Y al detalle. Son muchas las veces en las que podemos ver su rostro en primer plano. U observar rasgos de su cuerpo o minucias (o sangrientas profanaciones) de su privilegiado vestuario.

Portman en medio de Caspar Phillipson (John F. Kennedy) y Peter Sarsgaard (Bobby Kennedy).

Los cambios de ánimo que experimenta durante los días posteriores al asesinato (a veces la vemos explosiva y otras veces indefensa) son perfectamente manejados por una Portman que es igual de prolija al representar el hermetismo elegante con el que quiere controlar a su entrevistador. Pero al final del viaje, como la historia lo comprueba, a Jackie le llega un momento de redención. O algo muy similar a ello que parece más que suficiente.

Por Omar Mejía Yóplac