Alivio se sintió correr por toda Europa el domingo 7 de mayo, cuando el centrista, tecnócrata e independiente Emmanuel Macron obtuvo un claro triunfo sobre su contrincante, la líder del Frente Nacional de extrema derecha Marine Le Pen, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas, las más decisivas que haya experimentado el país en décadas. Aquí se jugaba no solo el futuro de Francia, sino también el del continente, de buena parte del planeta y, más que nada, el de dos filosofías que en los últimos años se han ido enfrentando inevitablemente y en forma cada vez más violenta: la de un mundo abierto y globalizado contra otro nacionalista, cerrado y antiinmigración.

Mientras el Brexit en Inglaterra y la elección de Donald Trump en Estados Unidos parecieron mostrar una ola histórica de apoyo hacia la segunda, la elección de Macron por una amplia ventaja –más del sesenta y cuatro por ciento de los votos– indica un claro desvío en esa tendencia. La Unión Europea está a salvo. Al menos, por el momento.

Uno de los grandes retos de Macron y sus votantes será confirmar el triunfo en las elecciones parlamentarias que se realizarán el 11 y el 17 de junio.

Sin barreras

La vida familiar de Macron fue objeto de intenso debate durante la campaña electoral. Con su elección, se convierte en el tercer líder europeo junto a Theresa May, en Inglaterra, y Angela Merkel, en Alemania, en no tener hijos biológicos. En su caso, fue una decisión tomada muy temprano, desde que conoció a la nueva primera dama francesa, Brigitte Trogneux, cuando el presidente tenía apenas quince años y ella era su profesora de teatro en la escuela, estaba casada y ya era madre de tres hijos.

De hecho, su hija, Laurence, era compañera de clase de Macron y, cuando los padres del nuevo mandatario galo se enteraron del romance, en un principio pensaron que se trataba de la hija, no de la madre. Al darse cuenta de lo que realmente sucedía –según ha informado la prensa francesa–, la madre de Macron, Françoise Macron-Noguès, visitó a Brigitte y le pidió que prometiera terminar el romance. “Tú ya tienes tu vida”, le dijo, advirtiéndole luego que con ella, Emmanuel no tendría nunca hijos. Brigitte, en medio de lágrimas, se negó a romper con él. Mucho más duro fue su padre, Jean-Michel Macron. Según cuentan sus familiares cercanos, este prestigioso médico y profesor de Neurología en la CHU de Amiens le habría pedido a Trogneux que dejara en paz a su hijo por lo menos hasta que cumpliera los dieciocho años, cambiándolo de colegio al liceo Henri-IV, en París.

El beso del triunfo. Brigitte, además de ser su esposa, fue una de sus principales asesoras en la campaña.

La historia de la relación entre ambos, entonces, comienza en Amiens, una pequeña ciudad de Francia, en el colegio jesuita La Providence. Se dice que Macron era un alumno aplicado, que gustaba de la literatura y las artes, guapo y delgado, con ojos azules y un rostro bastante angelical. A los cuarenta y un años, ella ya estaba casada y tenía tres hijos, todos destacados profesionales en la actualidad: Sébastien (ingeniero), Laurence (cardióloga) y Tiphaine (abogada).

De acuerdo con un artículo publicado recientemente en The New Yorker, Macron ha resistido todas las críticas y comentarios respecto a su matrimonio no solo con hidalguía, sino con abierto orgullo. Para él –como se refleja en su filosofía política–, un grupo familiar puede expresarse en las más variadas formas, y la suya, con una mujer mayor, con hijastros y hasta nietos políticos que participaron en su campaña, es solo una familia más.

En campaña, Macron prometió que, una vez que saliera elegido, Brigitte “tendrá una voz, un punto de vista sobre las decisiones”. Trascendió que cualquier cargo que ella ocupe será ad honorem.

Sus adversarios llenaron su camino al Elíseo con rumores, comentarios y burlas, llamándolo el “favorito de la profesora” o “hijo de su mamá”. Macron, incluso, respondió con bromas a los insistentes rumores que aseguraban que su matrimonio no era más que una pantalla para ocultar su homosexualidad y su romance con Mathieu Gallet, el joven y atractivo director de Radio France.

Marine Le Pen, madre de tres hijos, postuló en su campaña una visión de familia tradicional, a pesar de estar divorciada dos veces y andar actualmente de novia con un alto dirigente de su partido, el Frente Nacional. Su padre, el notorio líder de ultraderecha Jean-Marie Le Pen, orgulloso, la llamó “una hija de Francia”.

Macron, en cambio, se mostró partidario de un país más inclusivo y diverso, con “parejas casadas, parejas en uniones civiles, parejas que cohabitan, padres que están juntos, padres separados, familias con un solo padre, familias distintas que se han unido y familias con personas del mismo sexo”. En sus discursos prometió defender sus derechos igualitariamente ante la ley, e incluso abrir la posibilidad de fertilización asistida estatal a madres solteras y parejas homosexuales.

El mejor ejemplo de esta apertura está, por supuesto, en su propia y peculiar historia. “Tengo una vida que no corresponde en ningún caso a la vida de otras personas”, ha dicho. En toda esta discusión es imposible no encontrar un marcado tinte sexista. Después de todo, Macron y su mujer tienen casi la misma diferencia de edades que Donald Trump y su esposa Melania, un tema que raramente ha creado discusión y, mucho menos, controversia en la prensa y el público estadounidense y mundial.

Nuevo paradigma 

La llegada de Macron al solemne Palacio del Elíseo marca importantes cambios en la vida política y social de Francia, y algunos de ellos pueden considerarse revolucionarios. Macron, exbanquero de Rothschild y ex ministro de Finanzas del expresidente François Hollande, creó su propia organización política, ¡En Marcha!, y se presentó como un candidato independiente y pragmático, “más allá de izquierdas o derechas”. Eso, en un país donde el “establishment” político tiene tanta tradición e historia como una botella de Chateau Lafite, seguramente, traerá severas consecuencias en el futuro.

Como ha sucedido en Estados Unidos con demócratas y republicanos después del triunfo de Trump, los socialistas y republicanos franceses deberán reconsiderar sus posiciones y estrategias luego de una elección que, en parte, los ha dejado obsoletos. El país que recibe Macron está lejos de ser el ideal galo de hace unas décadas. Mientras otros países europeos han mostrado una vigorosa recuperación luego de la crisis económica, Francia ha permanecido con una tasa de desempleo cercana al diez por ciento durante los últimos cuatro años.

Profundamente divididos respecto a temas tan importantes, como su pertenencia a la Unión Europea o la asimilación cultural y migratoria, los franceses han caído en lo que algunos definen como una “angustia existencial”: nostálgicos por el pasado, escépticos del presente y pesimistas respecto del futuro. La apatía es evidente: estas elecciones tuvieron la abstención electoral más alta desde 1969.

También está, por supuesto, el problema del terrorismo. Francia ha tenido al menos media docena de violentos ataques durante los últimos tres años, y el Estado Islámico ha convertido al país en un objetivo preferido en su campaña terrorista en Europa occidental. Mientras Marine Le Pen usó esta violencia y la creciente islamofobia en Francia (además del antisemitismo) como peldaños en su escalera al poder, Macron, llamando a la calma, prometió agregar diez mil tropas policiales, incrementar quince mil sitios en cárceles y hacer un trabajo mucho más “quirúrgico” frente al problema.

Mientras Le Pen relacionó en todo momento violencia e inmigración, Macron se refirió a esta última como “una oportunidad” en términos económicos, culturales y sociales. A los treinta y nueve años, Macron es el presidente más joven en la historia de Francia. En su discurso de victoria, prometió poner toda su fuerza y energía a la defensa de Francia y Europa, unir al país, y luchar contra todas las formas de discriminación y desigualdad. Solo queda desearle suerte.

Macron y el Perú

¿Cuál será el efecto de la elección de Macron para las relaciones bilaterales entre Francia y el Perú? En principio, todos coinciden en que la presencia de Macron en el Elíseo garantiza cierta continuidad en la política exterior francesa. Y esas son buenas noticias, sobre todo si pensamos en la política aislacionista del Frente Nacional de Le Pen.

“Las relaciones entre Francia y el Perú, y el resto de América Latina se van a mantener, porque la línea y la política exterior del Gobierno no van a modificarse. Los cambios van a ser más internos que externos. Con Macron se garantiza la no separación de la Unión Europea. Si hubiese ganado Le Pen, sí se habría producido un cambio importante: reducir los tratados de libre comercio, revisar las políticas migratorias, etcétera”, explica Carlos Novoa, docente de la Universidad de Lima y exeditor de la sección Internacional en el diario “El Comercio”. “El de Francia fue un proceso electoral que consistió en dos partes. La primera es la elección del presidente, que ya ganó Macron. Y una segunda parte es el resultado de las elecciones legislativas (que tendrán lugar entre el 11 y el 18 de junio), que definirán la ruta u orientación que va a tener el gobierno de Macron y si deberá establecer alianzas en el Parlamento. Puede que pase lo que ha sucedido en el Perú, con una oposición muy radical y adversa”.

“Como en muchos otros lugares de Europa, el bipartidismo tradicional desde la Segunda Guerra Mundial ya se agotó en Francia. Los partidos tradicionales, que generalmente eran de centroizquierda y centroderecha con diferentes nombres, ya están acabando. Vemos que en diferentes partes, como Grecia, se acabó el bipartidismo. En Grecia, el partido de izquierda llegó con una propuesta antisistema, aunque se tuvo que portar bien porque no le quedó otra”, explica el internacionalista Ariel Segal. “Macron es un tipo hábil y con experiencia, no es un improvisado. Lo que tiene un poco en contra es su juventud y es muy probable que no tenga una importante bancada como para gobernar cómodo. Pero Francia es uno de los sistemas donde el presidente tiene más poder en el mundo, a diferencia de Estados Unidos”.

Mario Vargas Llosa también expresó su optimismo por el futuro de Francia con Macron en el poder. Durante un encuentro con periodistas antes de dictar una conferencia en el Instituto Cervantes de Chicago, el premio Nobel peruano se refirió a las elecciones francesas y dijo que los resultados “son muy estimulantes”. “En esta elección se jugaba algo muy serio, no solo la subida al poder de un partido de origen fascista, sino el peligro de que la Comunidad Europea desapareciera. Si Francia se saliera de la comunidad, como prometía el Frente Nacional, sería su fin. Eso hubiera sido una gran tragedia. Para la democracia, la cultura y el futuro de la humanidad, la elección de Macron como presidente de Francia es muy alentadora”, aseguró. “El populismo ha sufrido una derrota fuerte en Europa y eso va a estimular mucho a todos los demócratas, que son la inmensa mayoría de los europeos”.