Nuevas directoras catalanas a las que debemos prestar atención

Recientemente el diario “El País” de España publicó una nota titulada “La nueva y cautivadora ola de cineastas catalanas”, que hace foco en tres películas dirigidas y protagonizadas por mujeres: Júlia ist, Brava y Estiu 1993.

“Estiu 1993” está basada en hechos reales. El personaje de Frida es un álter ego de la directora.

Júlia ist es la ópera prima de la más joven del grupo, Elena Martín, quien hace dos años protagonizó Las amigas de Ágata, una película que conquistó a la crítica por su sensibilidad sin artificios. Júlia ist trata sobre una estudiante catalana (encarnada por la propia Martín) que se muda una temporada a Berlín por el programa de intercambio Erasmus. Una mirada fresca y personal sobre los asuntos que obsesionan a cineastas indie americanos como Sofia Coppola y Noah Baumbach: la soledad, la vulnerabilidad, el aburrimiento y la deriva.

La segunda película de Roser Aguilar, Brava, sigue a Janine (Laia Marull), una mujer joven, exitosa y con la vida resuelta, que se ve obligada a encarar el proceso de reconstrucción tras haber sufrido una agresión sexual en el metro.

Carla Simón, por su parte, debuta con Estiu 1993, filme ganador del Premio a la Mejor Ópera Prima en la última Berlinale, que gira alrededor de Frida (maravillosa Laia Artigas), una niña que, al quedar huérfana, se ve obligada a dejar Barcelona para vivir en el campo con sus tíos. Simón logra construir un personaje infantil complejo y entrañable, como lo hizo Truffaut en Les quatre cents coups o Saura en Cría cuervos. Lo lógico sería abordar la pérdida desde el melodrama. Lo raro es escarbar en ese tema y encontrar magia en la oscuridad. Trata sobre la muerte, pero te hace bendecir la vida. La crítica especializada se ha rendido ante la película, que cuenta, a decir de Sergi Sánchez, “la historia de alguien que aprende a entender lo que siente”.

Death Note: de la tinta a la pantalla

Se llama narrativa transmedia al relato que nace en un medio y se expande a otros. Icónico ejemplo es Death Note, manga japonés que migró de la tinta de dibujo a las pantallas televisivas, convertido en anime, en videojuego y en distintas películas. Death Note se estrenó en 2006 y, meses después, le siguió Death Note: The Last Name. Ambas cintas, dirigidas por Shüsuke Kaneko, fueron un éxito de taquilla.

Netflix estrenará una versión de la saga a fines de agosto, bajo la dirección de Adam Wingard.

El argumento nace de un cuaderno que “mata” a las personas cuyos nombres se escriben en él. El artefacto letal llega a las manos de un estudiante idealista, Light, quien ve en este cuaderno la mejor arma para hacer justicia por su cuenta y convertirse en el “dios del nuevo mundo”. Un detective de fama, llamado L, descubrirá el patrón detrás de las extrañas muertes de criminales. La segunda cinta de la saga se podrá ver en Cinemark desde el 9 de agosto.

War for the Planet of the Apes: simios con humanidad

Hace seis años, el director y guionista Matt Reeves (Cloverfield) se embarcó en la difícil tarea de reiniciar la franquicia de la década de los sesenta. Antes que Reeves, Tim Burton dirigió su versión del universo que enfrenta a los humanos con los simios y falló. Pero la coherente y poderosa visión de Reeves ha contribuido a opacar el filme de Burton, que hoy luce muy superficial.

Caesar es interpretado por Andy Serkis.

War for the Planet of the Apes está construida sobre una mirada sombría de la guerra. De hecho, el personaje del Coronel (encarnado por Woody Harrelson) es un claro homenaje al Kurtz con el que Marlon Brando sembró miedo en la personalísima versión de El corazón de las tinieblas, de Coppola. La película de Reeves también tiene ecos de otras cintas bélicas sobre Vietnam, como Platoon y Full Metal Jacket.

En la tercera película de la trilogía, Caesar (interpetado por Andy Serkin; Gollum en Lord of the Rings) debe decidir entre la reconciliación con los humanos o la posibilidad de vengarse de ellos destruyéndolos. Fecha de estreno: 3 de agosto

Por Ana Carolina Quiñonez