Un día alguien le contó a la artista visual Sonia Cunliffe una historia que la dejó intrigada. Alrededor de 1950, una comunidad de la sierra utilizaba negativos fotográficos de vidrio para construir las ventanas de sus casas. Esta imagen, de un ventanal compuesto por decenas de siluetas o rostros, quedó grabada en su mente.

Cunliffe comenzó a averiguar si aún existían negativos de la época con el propósito de realizar una instalación. En el camino, se cruzó con un coleccionista, quien le aseguró que sí, que él guardaba unas placas de un fotógrafo jaujino de inicios del siglo XX. Así surgió la muestra “Fotografía Indeleble: el imaginario de Teodoro Bullón Salazar”. 

Cunliffe ya trabaja de la mano de los familiares de Teodoro Bullón Salazar en la elaboración de un libro sobre su vida y obra. Foto: André Agurto

REALISMO MÁGICO ANDINO

Observar las fotografías de Teodoro Bullón es conocer de cerca los personajes que habitaban “la primera capital del Perú”. Jauja, en esa época, era una ciudad adelantada a su tiempo. Y la tecnología usada por Bullón lo prueba. “Además, tenía un gran interés en hacer arte con sus fotos”, acota Cunliffe.

“Paisajismo, naturaleza muerta de características holandesas y una habilidad para retratar dignamente a todas las personas, sean estas de alta sociedad o personal de servicio”, explica la artista sobre el trabajo de Bullón Salazar.

Sin embargo, lo que más atrajo a Cunliffe sobre lo que encontró en los negativos fue algo distinto. “Quiero resaltar la belleza de la destrucción natural por el paso del tiempo”, indica.

En las 48 piezas que se exhiben en la galería municipal Pancho Fierro se aprecian las impresiones en blanco y negro de Bullón. Algunas están acompañadas de lo que la artista llama “lo hermoso de las ruinas”: una especie de renacer, una segunda vida de inexplicable belleza conseguida gracias a lo que los hongos, el descuido y el tiempo han causado en estos negativos.

Por André Agurto