Argentino. Escritor, editor, actor, hincha de Racing y de Messi. Vivió varios años en Barcelona, donde comenzó a editar “Orsai”, una de las revistas de periodismo literario más importantes en español, cuyo primer número de su segunda temporada presentó en la Feria Internacional del Libro de nuestra capital.

Casciari estuvo a punto de morir. Fue en 2015, cuando le dio un infarto en una casa alquilada. Un par de años después, alejado del tabaco, la marihuana, la sal y los embutidos, sigue siendo el mismo tipo hilarante y productivo.

¿Por qué te gusta Lima y dices que podrías vivir aquí?

Pura y exclusivamente por la gente. Más allá de que me gustan mucho Barranco y Miraflores y todo eso, lo que me ha pasado, viniendo una vez por año, es que me resultó siempre muy fácil adaptarme a la gente que me ha tocado conocer. Los temas son comunes; no sé, me gusta.

¿Te recuerda a alguna ciudad en la que hayas vivido?

No, porque tiene esta sensación –lo he escrito en algún cuento– de que en cualquier momento se va a poner a llover y nunca llueve. La primera parte de esa frase: “en cualquier momento se va a poner a llover”, me gusta mucho, me gusta ese clima.

Cuando empezaste a gestar la idea de “Orsai”, una revista cara, con contenido de alto nivel literario y periodístico, que implicaba ir un poco a contracorriente de los tiempos digitales… ¿pensaste que tendría tanto éxito como el que ha tenido?

Lo que pasa es que no la hicimos con esa intención. Fue como un festejo. Yo me fui a vivir a España en el 2001, y mi mejor amigo en Buenos Aires se casó y se quedó en la Argentina. Yo me casé con una catalana, me fui a Barcelona, y en ese momento empecé a tratar de convencerlos de que se vinieran a vivir conmigo para que me acompañaran, básicamente, y cuando finalmente vinieron, festejamos con esto, que era lo que hacíamos antes. Si se vendía, buenísimo, y si no, pues nada, problema de ellos: venderlo no era lo que más nos importaba.

¿Cómo hacer que la gente pague un precio alto por un producto que ya está acostumbrado a tener a su alcance de manera gratuita?

Yo creo que hay fetichistas del papel. Gente a la que le gusta oler el papel, tener la revista en el bolso. Nosotros colgamos la revista en PDF inmediatamente después de presentarla. Sin embargo, se sigue vendiendo, porque no tiene nada que ver una cosa con la otra. A mí me parece que hay una tendencia a la gratuidad. Tú abres una revista común y barata, y ves primero la publicidad de un auto, de un perfume, después una chica que ni sabes lo que te vende, y recién en la página treinta alguien te habla. Lo fácil de conseguir, lo gratuito, lo descartable, es casi nuestro modo de vida. Con “Orsai”, tomamos la decisión de que sea cara y de que sea complicada de conseguir.

Además de editar “Orsai”, te dedicas a muchas otras cosas, pero dices que te sientes más un editor que todo lo demás. ¿Por qué?

De todos los trabajos, el de editar es el que más se parece al trabajo que quería hacer cuando tenía trece años. Yo no quería hacer presentaciones de teatro ni muchas de las cosas que hago ahora. A los trece, yo quería hacer esto. Con Chiri, que es el secretario de Redacción, cuando terminábamos la primaria, fantaseábamos con hacer esto cuando fuéramos grandes, exactamente esto. Uno es lo que quería ser a los trece años, aunque después trabaje de otra cosa. Para mí, buscar autores y hacerlos empatar con ilustradores, decidir qué interlineado tiene cada página, por qué hay sangría, es un juego genial, buenísimo. Es lo que más me gusta ser.

¿Crees que está cambiando la manera de narrar a partir de internet y los nuevos medios?

No creo que haya nuevas formas de escribir; primero, en todo caso, hay nuevas formas de leer. El lector se mueve. El escritor no decide que cambian los tiempos. Es el lector, que está mirando Netflix, con cincuenta pestañas abiertas, el porno de un lado, el partido del Barcelona en otro, todo a la vez, el que decide.

En 2015 tuviste un infarto y estuviste a punto de morir en la sala de una casa alquilada, solo, lo cual describiste con mucha ironía en un texto. ¿De verdad perdiste las ganas de escribir sin humo de por medio?

Dejé de escribir. No por una pérdida de ganas, sino porque se me trastocaron los rituales de la escritura, que estaban muy ligados al tabaco y a la marihuana, mucho más de lo que yo sabía. Descubrí que, al hacer un párrafo que me gustaba, mis manos automáticamente buscaban el tabaco para armar un cigarro. Y después me di cuenta de que corregir y releerme sin fumar es algo que no puedo hacer. Corregir sin marihuana era imposible. De hecho, sí podía escribir, pero el placer era inexistente. Entonces me dije que no tenía sentido seguir haciéndolo, y me puse a hacer teatro, cosas que me divierten, hasta que me fui despegando del ritual.

Por: Dan Lerner

Publicado originalmente en la edición impresa de Cosas 624.