El mandatario ruso es uno de los principales enemigos mundiales de los derechos de la comunidad LGTB. Su gobierno persigue, tortura, humilla públicamente y desaparece a miembros de este colectivo estructuralmente, y no parece haber luz al final del túnel, por más que la Unión Europea y diversas organizaciones de derechos humanos pidan sanciones ejemplares.

Por Manuel Santelices

Se suponía que el Bolshoi de Moscú, quizás la compañía de ballet más prestigiosa del mundo, estrenaría en julio “Nureyev”, una nueva y muy anticipada producción sobre la vida del legendario bailarín ruso que buscó asilo en Occidente a partir de 1961, y desarrolló una espectacular y muy recordada carrera. Sin embargo, apenas unos días antes del estreno, el director del teatro, Vladimir Urin, anunció que la presentación sería suspendida por el momento debido a complicaciones relacionadas con su ejecución. 

Con más de cien bailarines, cantantes y actores en escena, “Nureyev” es una ambiciosa producción, sin duda, y quienes tuvieron la oportunidad de ver al menos algunas escenas conceden que, en ciertos momentos, parecía “inestable”. Urin explicó que, después de asistir a uno de los ensayos generales, le pareció obvio que el ballet necesitaba más tiempo. Puede ser. Aun así, una ola de sospecha cubrió a toda la élite intelectual rusa, con rumores de que el Bolshoi había sucumbido a las presiones del Kremlin y el gobierno de Vladimir Putin, quien ha puesto énfasis en los “valores familiares” y, con el apoyo de líderes religiosos, organizaciones sociales y políticas conservadoras, aprobó en 2013 una controvertida ley que prohíbe la “propaganda gay”.

vladimir putin

Manifestantes en Berlín, el pasado 22 de julio, durante el Desfile del Orgullo Gay. Estas marchas están prohibidas en Rusia.

La agencia rusa TASS citó a una fuente del Ministerio de Cultura que aseguró que el ministro Vladimir Medinsky estaba preocupado de que “Nureyev” –que habla, entre otras cosas, sobre cómo la homosexualidad del bailarín influyó en su arte– violaba esa ley. Un vocero del ministro también confirmó que él y Urin habían mantenido “una larga conversación al respecto”. Pero, en una amplia conferencia de prensa organizada en los salones del teatro, el director negó que esa conversación haya influido en su decisión, y dijo que las razones de por qué la producción había sido cancelada hasta mayo próximo eran pura y únicamente artísticas.

La controversia es solo una gota más en el pozo de los lamentos de la comunidad LGTB rusa. Aunque la homosexualidad dejó de ser en Rusia un crimen a partir de 1993, Putin la ha usado a menudo como herramienta política, presentándola como un “vicio occidental” que va en contra de los valores rusos y del que los niños del país deben ser protegidos. Desde la aprobación de la ley que prohíbe la propaganda gay, según estadísticas de Human Rights Watch, ha habido un visible incremento de casos de acoso y violencia hacia homosexuales; en colegios y universidades, profesores gay han sido amenazados con ser despedidos, y milicias ultraconservadoras han tomado en sus manos la bandera de la “defensa de la moral”, atrayendo a personas gay, muchas de ellas adolescentes, con la idea de una “cita”, para humillarlos, violentarlos, golpearlos y, luego, publicar videos de todo el encuentro en la red.

Manifestantes en Berlín, el pasado 22 de julio, durante el Desfile del Orgullo Gay. Estas marchas están prohibidas en Rusia.

De acuerdo con el informe de Human Rights Watch, personas LGTB en Rusia han sido atacadas por desconocidos en el metro, en la calle, en clubes y bares, y, en un caso, hasta en una entrevista de trabajo. La gran mayoría de estos asaltos es cometida con absoluta impunidad. Tres activistas gay rusos presentaron una demanda contra el gobierno de su país ante la Corte Europea de Derechos Humanos, la que determinó, en mayo pasado, no solo que la “ley de propaganda” de Putin era discriminatoria y atentaba contra el derecho a la libertad de expresión, sino que ordenó al Kremlin el pago de 48 mil dólares en daños a los querellantes.

El infierno checheno

En ningún otro lugar del país la situación es tan peligrosa para las personas gay como en la república rusa de Chechenia, un sitio mayoritariamente musulmán donde la homofobia está profundamente enraizada en la cultura y cuyo gobierno, de apoyo irrestricto al Kremlin, y viceversa, ha convertido a la homosexualidad en presa favorita de su odio y cálculo político.

Las historias de violencia y acoso son tan feroces que grupos de defensa de derechos humanos y organizaciones LGTB están ayudando a las víctimas a encontrar asilo político en Alemania, Francia y Lituania, entre otros países. Emmanuel Macron y Angela Merkel han presionado a Putin para que detenga la ola de ataques, pero la respuesta del presidente ruso, hasta el momento, no ha pasado más allá de las buenas intenciones. Por su parte, Ramzan Kadyrov, líder del gobierno checheno, ha negado los informes, alegando que la homosexualidad es un crimen de Occidente y explicando que en su país, simplemente, no existe. “Estas son conductas no tradicionales, cosas siquiátricas anormales. No las entendemos. Nuestro pueblo no las entiende”.

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Putin se reunió en el G20 con los principales mandatarios del mundo. En la foto, flanqueado por Emmanuel Macron y Angela Merkel.

Putin se muestra reacio a tomar medidas contra Kadyrov, aseguran los analistas, porque piensa que este “hombre duro” es el único capaz de estabilizar a una república que Moscú ha tratado infructuosamente de controlar durante las dos últimas décadas. Pero la creciente presión internacional podría haber comenzado a funcionar. A fines de mayo de este año, el Kremlin anunció, finalmente, que iniciará una investigación sobre los horrores cometidos en el infierno checheno.

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