Esta mañana, la Casa de la Literatura Peruana anunció el deceso del poeta peruano Arturo Corcuera a través de Twitter. El poeta, que había recibido este 2017 el Premio Feria Internacional del Libro 2017 por su trayectoria, falleció por causas naturales a sus 81 años de edad. 

Por: María Alejandra López

Corcuera perteneció a la generación del 60, que marcó un hito en la poesía del Perú  -con grandes como Javier Heraud, César Calvo, Rodolfo Hinostroza y Antonio Cisneros-, ha publicado más de dieciocho libros y ha ganado cinco distinguidos premios, entre ellos, el Premio Internacional de Poesía Atlántida 2002. Ha sido llamado por la crítica como ‘el mago de la palabras’, o en palabras del mismo Benedetti “un valor no sólo de la poesía de nuestro país, sino de todo América Latina”. Su prosa lo hizo viajar a cientos de eventos poéticos y culturales en América, Asia y Europa.

El poeta vivió gran parte de sus años en el distrito de Chaclacayo.

Tuve la oportunidad de conocer a Corcuera en el 2013, cuando lo entrevisté en el aniversario número 50 de la publicación de Noé Delirante (1963)De la conversación que tuvimos sobre su libro más célebre y el significado de la poesía, rescato las siguientes palabras del poeta.

¿Qué es la poesía para ti? 

Siempre he dicho que es más fácil escribir un poema, que definir qué es la poesía. Todos han tratado inútilmente de hacerlo, pero no han llegado a nada. Para mí se resume a esto: es un juego y un fuego de palabras.  Es un juego en donde el poeta no para de crear y siempre está pensando palabras nuevas. Yo puedo quedarme días pensando en una palabra nueva, especialmente si es que no encuentro en el diccionario lo que quiero decir.

¿Cómo fue tu descubrimiento con la poesía? ¿Quiénes te inspiraron?

Podría decir que yo herede la poesía. Mi padre escribía y también era poeta, sin embargo, él estudió derecho y ejerció esa profesión toda su vida. Eran otros tiempos, tiempos en donde la mayoría de escritores estudiaba derecho. Imagínate que casi todos mis profesores en San Marcos eran abogados. Por eso siempre digo “mi padre era escritor los fines de semana”. Yo no quería que me pasara eso, así que empecé a crear y construir. Respecto a las personas que estimo, creo que no podría elegir poetas que me inspiren, siento que yo soy la suma de todos. Siempre intento leer los clásicos y renovarme con los modernos.

¿Cómo has mantenido a tu niño interior vivo durante todo este tiempo?

Creo que un poeta siempre debe tener a su niño interior vivo y el mantenerlo despierto debe ser uno de sus propósitos más importantes . Un poeta debe crear, observar y dejar que las cosas lo conmuevan tanto o más que a un niño. Si un poeta no tiene la capacidad de sorprenderse frente a las cosas estaría muerto o no podría escribir más.

En la comisión que integraste, estaban también Benedetti y Gabriel García Márquez ¿qué anécdotas recuerdas de ellos?

Benedetti fue un gran amigo y una persona muy especial. Recuerdo que en un recital en Medellín, una muchacha se acercó a preguntarme si yo lo conocía. Le dije que sí y me dijo que le dijera que si viajaba a Colombia allí tendría a una amante esperándolo. Yo le dije “escríbele algo y se lo doy”. Así fue como intente dárselo en una de mis visitas a su casa, en España, pero mis intentos se frustraron porque siempre estaba su esposa. Mi recuerdo con García Márquez se remite a una oficina postal en La Habana. Estaba enviándole una carta a mi hija, cuando él me pregunta “¿enviando una carta de amor?” y yo le digo “no, es para mi hija, que seguro se emocionará más  recibiendo algo escrito por ti que por mí.” Así fue como él firmó la carta.

A vísperas de ‘Primavera Poética’ y el homenaje a los 50 años de ‘Noé Delirante, ¿qué sientes?

Me hace sentir impresionado por el paso del tiempo y lo efímera que es la vida. También me hace reflexionar sobre todos mis compañeros y amigos, con quienes fui parte de una generación que ya no está. Solamente he quedado yo para escribir sobre ellos.