A la altura del kilómetro 80 de la Panamericana Sur se encuentra Totoritas. Además de ser el balneario más antiguo de la zona, destaca por el río que lo atraviesa, dividiendo su territorio en partes iguales y generando una vegetación inusual en nuestros paisajes playeros, que suelen ser más bien desérticos. Por debajo de la superficie, la particularidad se expresa en lo fangoso de los terrenos, característica que reta a arquitectos e ingenieros, quienes deben poner en marcha técnicas y creatividad para concretar proyectos sólidos y que eventualmente hagan de este rasgo una condición a aprovechar.

Una mampara de vidrio marca la frontera entre la terraza y los ambientes techados, donde, colindante con la sala y el comedor del primer nivel, está la cocina.

Precisamente esto es lo que ha logrado la arquitecta Beatriz Pestana, quien ha contado con la colaboración de su hijo Alonso Valdizán, al diseñar esta casa compuesta de dos terrazas. La inferior está en un desnivel hacia abajo, una especie de semisótano donde se ubican también la piscina, una sala, un comedor y una cocina que atiende a todos estos ambientes. Escaleras arriba y retirada hacia atrás, está la más social de todas las áreas del inmueble, un lugar al aire libre, con un techo sol y sombra, donde es posible engreír a los comensales invitados, gracias al bar y a la cocina integrada, cuyo equipamiento consta tanto de hornillas como de parrilla.

“Las terrazas se van sucediendo la una a la otra, porque en las casas de playa lo que se busca es lo exterior, estar lo más que se pueda al aire libre, mirando el cielo”, comenta Pestana, quien señala la posibilidad de disfrutar, incluso desde el dormitorio principal, de la vista que ofrece el parque frente al cual está ubicada la casa.

Esta consta de dos volúmenes: el ya descrito, que es el frontal, y otro posterior, reservado para los dormitorios y demás ambientes privados. Comunicando ambas edificaciones está un patio que originalmente había sido proyectado como un jardín que introdujera algo del área verde externa a la vivienda. Sin embargo, pensando en favorecer la funcionalidad de los espacios, sin renunciar a la porción de la naturaleza que se había pensado para esta área, se colocó en ella una maceta gigante y se incluyeron jardineras en las partes altas.

Teniendo siempre al parque como condicionante principal del diseño, además de una fácil comunicación visual con el espacio verde a través de la mirada, se buscó integrarlo totalmente a partir de la instalación de jardineras y la colocación de macetas prácticamente en todos los frentes y laterales. También se las puede encontrar a uno de los lados de la piscina y junto a balcones constituidos por láminas de vidrio transparente, especialmente para facilitar el disfrute de lo verde y de la naturaleza, en general, que a decir de Beatriz Pestana ha sido muy respetada desde el trazo mismo de la urbanización.

Acceso al refugio

La ubicación de la playa entre dos cerros hace imposible el acceso a ella sin antes superar una tranquera y un puesto de vigilantes. Además, hay un reglamento que establece el uso de carritos especiales para el traslado de los veraneantes desde el estacionamiento hasta sus respectivas casas. Así, pues, la propuesta de Pestana y Valdizán renuncia a un ingreso definido por el umbral de una puerta, y más bien insinúa la entrada, permitiendo que esta sea percibida a través de la propia disposición de los volúmenes. “Por eso hay una transición espacial y visual suave entre el exterior y el interior de la casa”, señala la arquitecta. “Caminas y sin darte cuenta ya estás dentro de la casa, y lo mismo sucede cuando sales: das dos pasos y ya estás en el parque”, añade Valdizán.

El techo sol y sombra determina la naturaleza de exterior de este ambiente, que es el más social.

De arquitectura lineal, limpia y ordenada, la casa está construida en base a placas de concreto expuesto y acabados en color natural: porcelanato arena para los pisos, blanco para las paredes y madera en su tono original. Hasta la iluminación nocturna, compuesta por dicroicos empotrados y lámparas decorativas, es simple y meramente utilitaria. “Acá todo es muy sencillo, porque así son los trabajos que hemos venido haciendo y porque a los clientes les gusta el estilo minimalista”, explica Pestana, refiriéndose a los propietarios del inmueble, personas que al parecer aprecian lo bello y lo bueno, sin dejar de otorgar especial importancia a lo práctico, útil y funcional. 

Vista general de la casa, que destaca por sus líneas y acabados sencillos.

Por Mariella Checa
Fotos de Andrea Venegas

Publicado originalmente en CASAS 206