Simon Doonan, el embajador creativo de Barneys New York, ha contado alguna vez cómo decidieron embarcarse en el proyecto de la casa. Diez años atrás, él y su esposo –el diseñador Jonathan Adler–, habían comprado una cabaña en Shelter Island. Databa de la década de los setenta y era relativamente sencilla, con un techo a dos aguas. Por alguna razón, aunque parecía un lugar de ensueño, no se veían viviendo allí durante el resto de sus días. Y decidieron ponerla a la venta.

En 2008, compraron una parcela de cinco mil metros cuadrados en el lado opuesto de la isla, al borde del mar. Entonces, con la idea de construir una casa de una sola planta –una mezcla de fantasía moderna y refugio rústico de playa–, contrataron a los arquitectos Lisa Gray y Alan Organschi. El objetivo era diseñar una casa que tuviera una gran sala de estar, tres dormitorios con sus baños y un gimnasio alrededor de un patio interior. Querían que, además, hubiera una fogata, múltiples entradas de luz y una piscina con un pabellón al estilo de Palm Springs. Un pedazo del Big Sur en el estado de Nueva York.

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Las áreas sociales se abren hacia el exterior gracias a los grandes ventanales de vidrio.

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Adler y Doonan posan en el ambiente con el muro inspirado en la obra de Eva Hesse. Las butacas son de Warren Platner.

Jugar a la casita

“Ellos querían un espacio realmente amplio y abierto para la sala de estar, pero les gustaba la idea de mantener los cambios de nivel, cuando fuera posible, en el interior de la casa”, ha declarado la arquitecta del proyecto, Lisa Gray, a la revista “Dwell” a propósito del mayor reto que supuso a la casa. “Estos cambios de nivel sutiles hacen que las secuencias entre los espacios interiores y exteriores se sientan muy, muy privados”.

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La casa esconde múltiples detalles: una colección de sombreros sobre la cabeza de una escultura canina.

Aquí, bajo un techo de madera de cedro que se prolonga en voladizo hacia el exterior de la casa, muchas de las piezas son de Jonathan Adler, acompañadas por obras de arte encargadas a artistas y amigos. La paleta cromática rinde homenaje a las décadas de los sesenta y los setenta, a la que se le añaden texturas que imprimen todavía más calidez a la decoración.

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El pabellón de la piscina, de inspiración californiana. Dos lámparas vintage custodian una escultura realizada por Jonathan Adler.

Algunos muros están recubiertos de azulejos de cerámica. Inciden en la idea de un solo ambiente que, en realidad, son muchos. Es el caso de las baldosas blancas, inspiradas en la obra de la escultora Eva Hesse. “Nunca hay una respuesta correcta, salvo la de jugar y experimentar”, ha confesado Adler en alguna ocasión con respecto al interiorismo de la casa.

“Hoy en día, la gente construye casas bonitas y modernas, pero a veces parecen demasiado preciosas”, ha afirmado Simon Doonan. “Me gustan las superficies que usan materiales reconocibles, como la de la Masonita –un tipo de tablero de fibras de madera–, y mezclarlas con el trabajo de Jonathan con los azulejos y cosas por el estilo. Esto hace que se sienta como una casa de playa y no como una banca que flota en medio del césped”.

Jonathan Adler y Simon Doonan escogieron el negro para la fachada, ante la sorpresa de los vecinos de la zona. Recordaban las casas de color carbón que no interrumpían el paisaje y que habían visto durante sus viajes a Japón. La casa, cobijada por la vegetación de Shelter Island, logra fundirse con el océano Atlántico. A pesar de que en su interior haya todo un mundo de texturas cromáticas y piezas de diseño por descubrir.

Texto: Laura Alzubide          Fotos: Flotor Warner

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