Kanye West no es un loco, es un hombre libre. Eso es al menos lo que él mismo explicó hace unos días en otro de sus despotriques en Twitter, alegando: “La gente me pregunta por qué hablo en el foro público… Mi voz es mi poder. Libertad de expresión. Libertad de opinión. Libertad de soñar. No soy un loco, soy libre. Ya no soy esclavo de una forma de pensar. Libre. Libre. Libre”.

Si piensa que este es un mensaje algo extraño es porque nunca ha visitado la cuenta de Twitter de Kanye, nunca ha seguido de cerca sus continuos cambios de humor, sus tiránicas reprimendas (“Estoy cansado de ver gente vieja, que no tiene conexión con nada, comentando música”), sus sorpresivas confesiones (“Mi enemigo número uno ha sido mi ego”), su épicas peleas con Taylor Swift o los Grammy, su extraordinaria megalomanía (“Este es el artista vivo más importante hablando”) y su embarazosa candidez (“No les voy a mentir, ¡me amo tanto a mí mismo en este momento!”).

Su cuenta de Twitter es para algunos una antología poética, mientras que para otros es una muestra más de que le falta un tornillo. Esta última es una teoría que alcanzó nuevo impulso durante la New York FashionWeek, cuando, solo un día después de haber lanzado su línea de ropa Yeezy Season 3 con mil modelos sobre el escenario y haber presentado (y luego retirado del mercado para seguir “puliendo” algunos detalles) su nuevo álbum, “TheLife of Pablo”, anunció a sus casi veinte millones de seguidores que tenía una deuda personal de 53 millones de dólares y, reglón seguido, también a través de Twitter, pidió a Mark Zuckerberg, fundador de Facebook, que invirtiera mil millones de dólares en “sus ideas”.

Kanye West

La pedida de mano de Kim Kardashian (en un estadio sin público, pero con una orquesta de 50 músicos) le costó a Kanye West un millón de dólares. El matrimonio, celebrado meses después, le costó otros 2,8 millones de dólares.

Una semana después, Kanye abrió una cuenta en el sitio GoFundMe, donde cualquiera puede aportar dinero para solucionar su problema. Hasta el cierre de esta edición había conseguido 7949 dólares, una suma todavía lejana de la meta de 53 millones. En la foto que acompaña la petición, Kanye aparece con fajos de billetes de cien dólares a sus espaldas y un lujoso abrigo de piel.

¿Cómo Kanye West, marido de Kim Kardashian, uno de los músicos más admirados y exitosos de la actualidad, miembro, quiéralo o no, de la monarquía reality, puede haber llegado a semejante crisis? Partamos de su estilo de vida, un extravagante carrusel de gastos que hizo sonar una alarma en 2014, cuando el cantante y su mujer anunciaron que abandonarían su casa a media construcción, una gigantesca mansión en Beverly Hills por la que pagaron once millones de dólares y que comenzó a ser renovada hasta llegar a los casi cien millones de dólares en costos, porque Kanye, siendo Kanye, insistió en agregar cosas como un cine privado, gimnasio, estudio de grabación y cancha de bowling. La justificación oficial fue que Kim quería estar más cerca de su madre, Kris Kardashian, que vive en el barrio de Calabasas, a una hora de distancia.

¿Más cifras? La última Navidad, Kanye hizo alarde de los 150 regalos que le dio a su mujer, enviando a su asistente incluso a Italia, lo que le permitió hacer shopping a través del Skype. Su hija, North West, que según Kim es propietaria de al menos 200 tenidas de exclusivos diseñadores, recibió también numerosos regalos, incluyendo una tiara incrustada de diamantes valorada en 62 mil dólares y un miniautomóvil suburbano de 10 mil dólares. Para el Día de la Madre, Kim despertó rodeada de mil rosas, una invitación a Hawái, varias carteras Hermès y un brazalete de Cartier de 73 mil dólares. Y siga sumando.

Kanye-West

West tiene una relación de amor-odio con los paparazzi. En 2013 agredió a un camarógrafo a la salida del aeropuerto de Los Ángeles.

Dependiendo de los informes que se revisen, su fortuna debería estar entre los 80 y los 145 millones de dólares. Entonces, ¿cómo surge un agujero de 53 millones en deudas?

En gran parte, informó vanityfair.com hace unos días, el problema viene de la pasión que el rapero siente por la moda, y lo que él considera su misión en una industria que, como dice la revista, requiere enormes inversiones y promete pocos retornos. En 2009 puso su carrera musical en paréntesis para crear su primera línea de ropa, Pastelle, que cerró sus operaciones apenas siete meses después de inaugurada. Luego vinieron otros dos naufragios financieros con sus marcas G.O.O.D y Kanye West, esta última, un intento de fundar una maison de couture que llevase su nombre. Su colección cápsula con la marca francesa A.P.C lo dejó con 30 millones de dólares en contra, según dijo en una entrevista el propio director de A.P.C, y sus tres colecciones con Adidas –espectacularmente lanzadas, pobremente vendidas–, le han valido otros 16 millones de pérdidas.

Con tantos dolores de cabeza financieros, no queda mucho tiempo para pensar en la música. ¿Kanye West podrá volver a sorprendernos con su talento creativo o seguirá insistiendo en desconcertarnos con sus peroratas en Twitter? El tiempo lo dirá.

Texto: Manuel Santelices

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