Dicen que Alessandra Ambrosio vive de vacaciones. Que disfruta del privilegio de viajar constantemente y conocer gente nueva, de tener amigos alrededor del mundo y familiarizarse con culturas diferentes por haber vivido en muchos países distintos. “Soy como una especie de viajera del mundo; eso me encanta”, añade ella misma.

De hecho, acaba de regresar de un periplo por Ibiza, Singapur y Río de Janeiro, donde fue parte de la ceremonia de clausura de los Juegos Olímpicos y estuvo como corresponsal de Cultura y Gastronomía de la NBC. “Fue increíble –recuerda–. Estaba algo asustada porque nadie sabía qué iba a pasar, pero creo que salió muy bien. La vibra de toda la ciudad… sentí que toda la gente que fue a los Juegos percibió lo que es Brasil y Sudamérica, y definitivamente querrá volver y explorar más acerca de un lugar donde incluso en los momentos difíciles se disfruta la vida. Creo que eso fue grandioso. Nunca voy a olvidar lo que significó para mí representar a mi país en un evento como ese, y tener a mi familia conmigo. Fue hermoso, un gran momento con el que ni siquiera había soñado”.

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Dicen que mantiene una de las relaciones más sólidas del show business –está comprometida desde hace ocho años con el empresario textil Jamie Mazur, quien, según “Vogue”, le regala joyas “con mucha frecuencia”–. Con Jamie, además, tiene dos hijos tan hermosos y encantadores como ella: Anja Louise (8) y Noah Phoenix (4). La mayor ya ha sido catalogada como una modelo en ciernes. “Es solo una pequeña niña que, al igual que yo, tiene una personalidad fuerte”, dice Alessandra. “Le gusta cantar y bailar, pero de momento solo está explorando todo tipo de artes. Ahora mismo lo más importante para ella es ir al colegio y ser una buena chica… Quién sabe lo que vaya a hacer en el futuro”.

Ale sonríe con facilidad y parece tenerlo todo bajo control. “Amo mi trabajo. Todo lo que tengo es gracias a mi carrera: mis amigos, mi familia… todo lo encontré en este camino. Amo mi vida. Tengo una familia feliz y saludable”, sentencia ella misma cuando le pregunto por sus niveles de felicidad.

¿Qué es lo difícil de ser Alessandra Ambrosio? –le digo.

–Déjame ver –medita unos segundos–… Qué es lo complicado de ser yo… –suelta una carcajada divertida, como si la hubieran pescado in fraganti.

–Los tacos altos –acota su asistente, con una sonrisa cómplice.

–Bueno, sí, ¡los tacos! –admite Ale antes de volver a reír. Luego adopta un gesto más serio–… Creo que a veces molestan los paparazzi, cuando no estoy preparada, voy al gimnasio o salgo a tomar un café; es un poco molesto, pero también es “parte de”.

¿Alguna vez te cansas de tu propia imagen?

¡Ah! –sonríe–… Es por eso que me corté el pelo el año pasado –suelta otra carcajada juguetona antes de retomar la compostura–. Al comienzo no tienes idea de lo que estás haciendo frente a la cámara, ¿sabes? Algunas personas dicen que es fácil ser una modelo, pero realmente no lo es, porque si no lo haces bien, hay miles de chicas dispuestas a tomar tu lugar. Entonces, en un principio, sí, tu imagen te puede cansar de algún modo; sabes lo que cuesta ser realmente buena y tienes que hacerlo perfecto, pero ahora… tengo otras prioridades. Tengo que hacerme cargo de mi marca, tengo a mis hijos en el colegio y debo ayudarlos con sus tareas, tengo obras de caridad que me gusta atender… así que ya no tengo que estar viendo mi imagen todo el tiempo… Solo ahora –dice, entre risas, en alusión a las fotos publicitarias de Belessa. “Quisimos que fuera una fragancia muy auténtica y femenina, que reflejara a una mujer decidida”, comenta sobre el perfume. “Puedes usarlo de la mañana a la noche, en cualquier ocasión, incluso después de levantarte”.

Ale confiesa que ama “la autenticidad de los peruanos, las cosas que hacen a mano sus artesanos, los colores y mezclas que utilizan. Es maravilloso”. El año pasado visitó Lima. “Me encantó la ciudad; me fascinó el litoral. Almorcé en un restaurante precioso (La Rosa Náutica) que me recordó a California”.

Por Mariano Olivera La Rosa

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