Actor, director, productor, empresario, conductor de “Estamos en la calle” en Plus TV, canta con Los Chabelos, y es dueño de la tienda de vinilos Old Box. Giovanni Ciccia tiene 45 años, está casado con Doménica y es papá de Luca (8) y Valentino (4).

En la semana de su estreno, “Margarita”, de Frank Pérez Garland, se posicionó como la tercera película peruana más taquillera en lo que va de 2016.  En ella, Ciccia comparte protagonismo con la precoz actriz Francisca Aronsson.

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¿Te parece que la mirada femenina está muy presente en “Margarita”?
Siento que es una película con una mirada progresista, en todo caso, ni masculina ni femenina. Una mirada amplia de familia, con tipos de familias nuevas que aparecen en nuestra sociedad y que no coinciden con la imagen de familia tradicional.

¿Recuerdas el momento preciso en el que te asumiste como padre de familia?
Sí, fue cuando Doménica salió con cara de susto del baño con el test de embarazo. Nos miramos espantados y dijimos: “¿¡Qué pasó!?”. No podíamos creerlo. Desde ese momento mi actitud empezó a cambiar: todo el tiempo libre que tengo se lo dedico a mis hijos, todo. Cualquiera que me conoce puede dar fe de eso. Hay gente que recomienda darme un espacio para estar bien, para mi pareja. Pero siento que la infancia dura tan poquito que no quiero perderme de nada, me he zambullido completamente en este tiempo. Quiero ser amigo de mis “amigos chiquitos”.

¿Cuánto te marcó crecer en los ochenta?
Políticamente soy un cero a la izquierda. No confío en los políticos, no creo en los grupos de poder, no confío en el sistema, y por lo tanto no me dejo meter el dedo por el sistema, lo que es bueno. He crecido en la generación del no hay futuro, hagamos todo ahora, lo que nos dé la gana y vamos al extremo. Muchos amigos no lo hicieron, yo sí me lo tomé en serio, me dediqué a la música y a la actuación, a las cosas que me gustaban. Nunca cedí por estudiar una carrera tradicional. Y tenías la certeza de que en verdad no había futuro, porque no tenías un pasado y vivías en un lugar donde no había nada. No había acceso a nada mejor, todos los días la inflación era más grande, las bombas estaban más cerca. De pronto, todo se empieza a poner mejor, tienes 45 años y te das cuenta de que sí había futuro y que tienes que seguir adelante con muchas cosas.

Como continuar con Plan 9, tu empresa cultural a la que le va bien.
Me he dedicado a cosas que no han sido grandes negocios, pero que me han dado grandes satisfacciones. Hemos hecho más de cuarenta obras entre dirigidas, actuadas y producidas en distintas salas de Lima, en los últimos quince años. Ha sido maravilloso hacer eso, aunque nunca fue hecho para generar ganancias económicas.

“No se lo digas a nadie” fue el hito del cine peruano para una generación y muchos te recuerdan por tu papel en ese filme.
Creo que cada película marca a una generación. Para mí, el cine peruano se puso en pantalla con “La ciudad y los perros” y “La boca del lobo”. Para una generación mayor fueron “Cuentos inmorales” y “La fuga del chacal”. También están “Gregorio” y “Juliana”, las grandes películas del Grupo Chaski.

¿Crees que hoy el público peruano pagaría una entrada al cine para ver “Gregorio”?
Hay una tendencia, y la he escuchado mucho, y nunca entiendo bien qué quieren decir: “Yo tengo muchos problemas en la vida como para ir al cine a sufrir. Quiero ir para reír, no quiero pensar”. Me preocupa eso porque si estamos dejando de pensar vamos a terminar mal. “Margarita”, por suerte, es un producto para pasarla bien, para conmoverse y para pensar mucho. Creo que es una película completa, y me gusta mucho el trabajo que han hecho Frank y los actores. Es una película que sin dejar de ser divertida y sin dejar de complacer al público, no deja de hacerte pensar en qué lugar estás parado tú con respecto a la paternidad.

Por Caroline Mercado

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