Actualmente, Norma Martínez dirige las obras teatrales Puente y Pulmones. La segunda es una producción de Animalien, la empresa generadora de contenidos escénicos que acaba de lanzar con Fiorella Pennano.

Es la primera vez que diriges dos obras a la vez. ¿Cómo te está yendo con esa experiencia?
Es un atrevimiento. Los dos proyectos coincidieron por casualidad, pero como tenía anticipación suficiente, aterricé –esa palabra está tan de moda ahora– horarios y tiempos, y vi que podíamos hacer las dos cosas si empezábamos a ensayar “Pulmones” antes, así que arrancamos los ensayos en enero. Con una gran organización de todas las partes involucradas, he conseguido llegar con alegría a estrenar las dos obras.

¿Eres un poco workaholic?
Creo que sí, aunque me cueste reconocerlo. Me gusta tener retos, cosas que no sé muy bien cómo se hacen, experiencias nuevas, pero no es que esté buscando todo el rato esa adrenalina. Soy muy mala para trabajar bajo presión. No soy de esas personas que deja todo para el último minuto y entonces sienten ese rush. ¡No! Me gusta disfrutar de lo que hago; me gusta llegar a un estreno, como actriz y como directora, con tranquilidad, porque la tranquilidad nos permite gozar, y creo que el principal motivo por el que hago este trabajo es el goce.

¿Hay algún prototipo del actor que termina siendo director?
De pronto, los actores interesados en el teatro o el cine como un vehículo para expresar ideas o compartir inquietudes. Yo encontré esta obra, Pulmones, y dije: “Esto es exactamente de lo que quiero hablar, esto me parece relevante”. La obra aborda un tema que calza con una preocupación que me parece muy contemporánea: la de una pareja de este siglo que buscan ser buenas personas y colaborar con el planeta, y el cuestionamiento relacionado con el hecho de tener un hijo. ¿Qué cosa es ser una buena persona? Ese fue un cuestionamiento importante para mí.

¿Qué es para ti ser una buena persona?
Implica tantas cosas… Hoy estamos tan llenos de retos y condicionados a lo que se piense de nosotros, que a veces no se trata de una convicción personal, sino de un actuar para que el resto crea que somos buenas personas. Yo trato de serlo, en la medida de lo posible, pero todavía estoy lejos de ser un monje tibetano (ríe).

No todos estamos llamados a ser monjes tibetanos, ¿no?
Exactamente. Yo tengo un lado mundano bastante importante que convive con todo lo otro (vuelve a reír).

Cuéntame un poco de “Puente”… No es fácil hablar del suicidio. ¿Nunca dudaste del approach de la obra?
Nunca dudé, porque el texto ya traía ese tono. Solo decidí potenciarlo, porque me parecía que, al final, Puente no es una obra sobre el suicidio, sino sobre un encuentro que tal vez le permita a estos personajes continuar vivos.

Nietzsche creía que si no podemos elegir vivir, al menos deberíamos poder elegir morir. ¿Qué piensas tú al respecto?
Yo soy una defensora de la vida en todas sus formas. Creo que cada ser vivo en el planeta tiene un ciclo que cumplir. Dicho esto, también reconozco el derecho del que quiera interrumpir ese ciclo.

Pero no conectas tanto con esa opción, ¿verdad?
No, no conecto con esa idea, porque creo que uno está aquí para aprender. Aunque también entiendo la sensación y el agobio de estar vivos a veces, y que hay gente que está en lugares tan oscuros que ve el suicidio como la única salida. Sin embargo, creo que son pruebas. Es normal tener ganas de morir a veces… ¡Es parte de estar vivo!

¿Puede ser una decisión egoísta el suicidio?
A mí me parece una decisión triste.

¿Te enteraste del caso en Arequipa del ingeniero industrial que decidió suicidarse, y dejó instrucciones y audios en su computadora? La prensa ha comparado su historia con la serie 13 Reasons Why.
No he visto la noticia, pero he visto la serie. A mí me parece que es una patología, que tiene un nivel morboso y casi perverso ese plan de suicidarte así. Eso sí es egoísta, es puro ego. Creo que series como “13 Reasons Why”, de alguna manera, vuelven romántica una idea que en realidad es trágica, poetizan un asunto que es mucho más feo y terrenal. Y me parece que un adolescente un poco desatendido, con un entorno familiar débil, que se siente “buleado”, mira eso como un ejemplo. Es interesante desde el punto de vista narrativo, desde la ficción, pero el impacto que puede tener en la sociedad hay que revisarlo con detalle.

Por Vania Dale Alvarado

Publicado originalmente en la edición impresa de COSAS 620, ya a la venta.