Perú está presente en una de las exposiciones más importantes de arte contemporáneo. Titulada Songs for Sabotage, la cuarta trienal del New Museum de Nueva York –que podrá ser visitada hasta finales de mayo– no solo ha sido curada por Gary Carrion-Murayari, un estadounidense de padre peruano, sino que incluye la obra de dos artistas nacionales: Claudia Martínez Garay y Daniela Ortiz de Zevallos.
Por Vania Dale Alvarado
Con un título bastante sugerente, la cuarta Trienal del New Museum de Nueva York reúne a treinta artistas emergentes de diferentes backgrounds y nacionalidades que comparten una misma preocupación relacionada con la desigualdad, que, hasta el día de hoy, el poder del colonialismo y el racismo continúan exacerbando. Su respuesta ante esta situación, como bien explica el texto curatorial, consiste en producir objetos e imágenes que conmemoran actos de resistencia.
“Estos artistas son treinta nuevas voces, pero están lidiando con problemas muy viejos: el doloroso y difícil legado del colonialismo, el borrado histórico de las víctimas de la violencia estatal, y formas arraigadas de racismo institucionalizado que acechan las maneras en que las personas viven y trabajan, por nombrar unos cuantos”, explica Gary Carrion-Murayari, uno de los curadores de la muestra, quien también ha agregado que las obras presentadas en la trienal “llaman a la acción contra los sistemas de dominación y explotación del capitalismo global de hoy”.
Un trabajo de largo aliento
Durante dos años y medio, Gary Carrion-Murayari estuvo involucrado en la ardua –pero vigorizante– tarea de mapear a artistas emergentes alrededor del mundo que representaran –cada uno según su propio universo artístico– lo que plantea esta trienal. “El proceso curatorial fue muy largo, duró dos años y medio. Viajamos a decenas de países alrededor del mundo buscando artistas con un conocimiento de los conflictos sociales de sus lugares de origen, pero también con un entendimiento específico de las distintas formas de opresión, de las redes de poder, de la economía y de la historia de la colonización en el mundo, desde Europa Occidental y Asia hasta Latinoamérica y Estados Unidos”, explica. Este trabajo, como reconoce, ha sido todo un privilegio.
Para muchos de los que forman parte de Songs for Sabotage, esta constituye su primera muestra en suelo estadounidense, como es el caso de Claudia Martínez Garay y Daniela Ortiz de Zevallos. “Ellas han hecho mucho en un periodo muy corto, y van a continuar haciéndolo”, pronostica Gary. “Son dos artistas peruanas que además viven y trabajan en el extranjero (Daniela en Barcelona y Claudia en Ámsterdam). Es un momento muy excitante para ellas y para los artistas de la trienal”.
¿Qué intentan sabotear estos artistas?
“Yo relaciono la idea de ‘Songs for Sabotage’ con algo que he venido intentando hacer desde hace tiempo con mi trabajo, algo que parte de una entrevista que vi una vez a los miembros de Buena Vista Social Club. Ellos decían que les interesaba hablar de la situación de su país, pero que a la gente no le interesaba oír esas cosas. Entonces, decidieron componer una tonada bonita, pegajosa, una melodía ante la cual las personas primero bailarían, y luego, poco a poco, escucharían la letra. Esa es otra manera de hacer propaganda. Esa es la forma en que he estado intentando trabajar”, explica Claudia Martínez Garay, cuya labor consiste en hacer un trabajo artístico con el lenguaje de la propaganda.
Cannon Fodder/Cheering Crowds, la obra en dos partes que elaboró para la trienal, está basada en un trabajo previo que desarrolló en su primer año de residencia en la Rijksakademie, en 2016, llamado The Parade/The Leftovers. A través de este, demuestra su interés por el análisis de la visualidad y las cualidades artísticas de la propaganda y por entender la historia a través de las imágenes y gráficas presentes en ella, además de dar cuenta de la relación de esta con los fenómenos políticos, sociales y artísticos. Para ello, independiza –de alguna manera, deconstruye– las figuras o símbolos presentes en afiches de propaganda que halló en el archivo digital del IISH (International Institute of Social History) de Ámsterdam, los extrae de su soporte de fondo y deja de lado los textos (pues, para ella, son estos los que definen el contexto), generando dos piezas de una potencia visual intrínseca, que dialogan, ineludiblemente, una con otra.
“Comencé a organizar lo que tenían en común estas figuras, sin pensar tanto en el texto que las acompaña. Había puños, brazos, rostros gritando, palomas, entre otros. Varios tenían colores similares, y fondos geométricos y personajes en común. Al eliminar el texto y los símbolos, pensaba que estaba eliminando la ideología, pero no fue así”, reconoce. “No vemos qué ideología política representa en sí, pero, como me dijo el curador Charles Esche, ‘lo que queda es la ideología de la modernidad’”.
“Para ‘The Parade’, aislé los fondos geométricos de los afiches, que, a simple vista, parecían pinturas de Mondrian o de Albers. Nunca me hubiera imaginado haciendo abstracciones geométricas, porque, aunque valoro su belleza, me parecen vacías, pero, en este caso, me interesaba rehacer estos fondos de afiches de propaganda nazi, antinazi, anarquista, socialista, fascista, etcétera, que, despojados de sus símbolos y textos, comparten formas y colores similares. Quise ordenarlos por gama de colores, como un layout vacío esperando ser llenado por cualquier ideología”, explica la artista, como quitando peso a las ideologías que han dado origen a algunos de los fenómenos políticos más importantes de la historia, dando cuenta de su relatividad y de lo parecidas –y hasta fácilmente intercambiables– que podrían ser. “En ese sentido, al separar las figuras y los fondos, colocándolos en paredes contrapuestas, tenemos dos grupos, que se contradicen y hablan de situaciones muy distintas, pero que, sin embargo, vienen del mismo lugar, y reclaman, proclaman o silencian algo”.
Es evidente que Cannon Fodder/Cheering Crowds parte de la misma idea, pero, en este caso, “pensaba en una situación parecida a una pelea de gallos o una corrida de toros, quizás, en donde un ser vivo está en desventaja, está siendo forzado a pelear por su vida, mientras en las tribunas la gente disfruta del espectáculo”, cuenta la artista. “En ese sentido, las figuras de los afiches de propaganda son las que están peleando, unas contra otras, pero sin saber por qué. Y, contrapuesto a esto, las abstracciones geométricas serían como la gente en las tribunas, todos vestidos de distintos colores, con sus polos bacanes”, dice Claudia con una pizca de sátira.
Todos los mundos, el mundo
Queda claro que, más allá de su temática, lo interesante de esta muestra es que reúne a artistas de todas partes del mundo –muchas de las cuales no son consideradas cunas artísticas– y expone sus trabajos en un centro artístico de tanta importancia como Nueva York. Así como el MoMA se manifestó frente al veto migratorio impuesto por el gobierno de Donald Trump reemplazando sus obras icónicas por piezas de artistas oriundos de los países afectados por el veto, Gary reconoce que la temática de esta trienal es también una reacción al estado político actual de Estados Unidos, y que una muestra como esta no solo es simbólica, sino también urgente, además de enriquecedora para el panorama artístico de Nueva York, que necesita conocer el trabajo de estos artistas. “Queríamos salir de los círculos artísticos tradicionales, ir a lugares a los que nunca habíamos ido a buscar artistas socialmente comprometidos. Ha sido muy interesante ver cuán pensantes son y cómo han trabajado por conectar con otras audiencias, diferentes a las que han estado acostumbrados”, señala, y añade que lograron llevar a casi todos a la inauguración de la muestra.
“Esta exposición y sus participantes –y, en general, la mayoría de artistas– estamos abiertamente en contra de la propuesta del nuevo gobierno de Estados Unidos, que busca marginar, excluir y negar la diversidad de su propio país y del mundo”, afirma Claudia. “Felizmente, hay muchas personas haciendo pequeños gestos simbólicos desde sus lugares. Por ejemplo, en esta trienal hay muchos artistas que vienen del sur, de países que son pequeños y nada cosmopolitas, de diversos orígenes y culturas, de distintos colores de piel, de contextos en donde priman el conflicto y la discriminación. Lo que ha hecho esta exposición, escoger a estos artistas y visibilizar sus miradas tan distintas sobre problemáticas en común, es un gran gesto”.