Nos reunimos con la estrella sudafricana para hablar de cine, maternidad, sus causas políticas y sociales, y las dificultades que tiene una madre soltera como ella a la hora de buscar pareja.
Por Yenny Nun
Al igual que muchas actrices, incluyendo a Reese Witherspoon, Margot Robbie y Rachel Weisz, Charlize Theron decidió crear su propia compañía productora, Denver and Delilah Films. ¿El motivo? La mayoría de los filmes producidos hoy en Hollywood no tiene buenos papeles para actrices; sobre todo para actrices de una cierta edad.
En el caso de Charlize, que el próximo 7 de agosto cumplirá cuarenta y tres años, su decisión fue muy acertada. Uno de los primeros proyectos es la comedia “Tully”, escrita por Diablo Cody (“Juno”) y dirigida por Jason Reitman. En ella, Charlize, quien subió casi quince kilos para asumir este rol, interpreta a una madre de tres hijos, uno de ellos recién nacido, que acepta abrumada la oferta de su hermano de contratar a una nana nocturna para que la ayude.
La actriz sabe de maternidad; en 2012 adoptó a su primer hijo, Jackson, y en 2015 a su hija, August, de origen afroamericano. Charlize comenzó su carrera bailando y modelando, y en 1997 obtuvo su primer papel importante en el cine con “El abogado del diablo”. Luego vinieron “North Country”, “The Road” y, en 2004, obtuvo un Oscar y un Globo de Oro en la categoría de Mejor Actriz gracias a su brillante interpretación de la asesina en serie Aileen Wuornos en “Monster”. También ha participado en “Prometeo”, “Blanca Nieves y el cazador”, “Mad Max, Fury Road” y “Atomic Blonde”.
Aunque mirada desde fuera su vida parece color de rosa, ha hablado en innumerables oportunidades acerca de la gran tragedia que vivió en su infancia. El drama ocurrió en el campo de su familia en Benoni, cerca de Johannesburgo, cuando a los once años de edad presenció cómo, en defensa propia, su madre Gerda mató a su padre, un violento alcohólico (Gerda fue declarada inocente en el juicio).
Charlize nunca se ha casado, pero ha tenido relaciones románticas con el músico Stephan Jenkins, el actor de origen irlandés Stuart Towsend –con el que convivió durante nueve años– y el actor Sean Penn, con el que se comprometió en 2014, aunque la relación terminó abruptamente al año siguiente.
Conversamos con la actriz, quien llega a la entrevista con su peso normal y cuenta que le costó mucho recuperar su figura; incluso, sufrió una depresión tratando de bajar los kilos subidos. Pero ahora luce estupenda como de costumbre y muy orgullosa de haber producido la cinta.
¿Qué te sorprendió y te gustó del guion de Diablo Cody?
Me di cuenta de que ella logró contar una historia familiar, pero de una manera totalmente original. Eso fue lo que me tocó profundamente, sentí que era una historia honesta y verdadera. Me identifiqué con Marlo, mi personaje, por mis propias experiencias como madre y también por las de mis amigos que tienen hijos. Sentí que era una historia divertida, no solo para padres, no solo para una audiencia determinada, sino para cualquiera. Tiene mucha comedia y también momentos duros y de dolor.
¿Eres tan acelerada con tus hijos como tu personaje?
Igual que Marlo, pierdo todo el tiempo la compostura. Mis mañanas son locas, porque Jackson, mi hijo mayor, ahora se va en el bus del colegio y es muy independiente. Pero eso significa que debo tener listos a los dos niños antes de las siete de la mañana. Cada día mi alarma suena a las cinco y cuarenta y cinco, y cuando suena, quiero desaparecer.
Una rutina estresante…
¡Pero me encanta! Me acuesto temprano, agotada, y luego despierto junto a mis hijos. Esa es mi vida actual y me hace muy feliz.
¿Crees que algunas mujeres pierden su propia identidad cuando se dedican totalmente a sus hijos?
Creo que sucede y es culpa de la sociedad, que nos da parámetros que son imposibles de cumplir. Lo ideal es que la mujer tenga una pareja a su lado que se dé cuenta de esta tremenda responsabilidad y le ayude. Para mí, fue una experiencia distinta a la del personaje, porque soy soltera, no me embaracé ni pasé por una depresión posparto. Mis dos hijos son adoptados. Pero tengo muchas amigas que vivieron lo que se ve en la cinta, amigas que conocí diez o quince años antes de que se convirtieran en madres. Dos de ellas sufrieron mucho, porque no sabían quiénes eran después de tener a sus hijos. Una de ellas me dijo: “Me preocupa que lo que me hacía especial antes haya desa-parecido, y ahora no sé qué me hace especial, ¿solo ser madre?”. Creo que a esa interrogante se suma el sentimiento de culpa, porque piensas que ser madre es tu única responsabilidad y si no la cumples como el resto espera, eres una madre terrible.
El verano pasado, en una entrevista radial, contaste lo difícil que era para las madres solteras encontrar pareja…
Lo interesante, y me pasó con los dos niños, es que durante los dos primeros años no tuve ningún interés en tener citas. No me resultó difícil. Creo que la química en mi cuerpo y mi mente me puso en un lugar donde estaba cien por ciento satisfecha con solo ser mamá. Pero las cosas cambian. August, la menor, ya va a cumplir tres años, por lo que ya no tengo que lidiar con pañales o toallitas húmedas… ¡Pero salir, tener alguna cita, significa mucho trabajo! Creo que necesito cambiar mi gusto por cierto tipo de hombres y eso me hará sentir más relajada en la búsqueda de pareja.
¿Admiras a las familias con muchos hijos?
Admirar es una palabra peligrosa, porque no deseo que todos tengan seis hijos. El planeta ya está sobrepoblado, entonces, a menos que adopten, no lo recomendaría. Tuve una conversación muy interesante con Jane Goodall (primatóloga, experta en chimpancés) en el Congo, donde ella estaba acampando en el medio de la nada con sus chimpancés. Prendimos una fogata y creo que tomamos whisky. Me comentó que la libertad de elegir cuántos hijos tener no se da en todas partes del mundo para las mujeres. Vivir en un país donde existe esa opción es un gran lujo y una bendición. No juzgo ni tomo partido; lo que funciona para otros, quizás no es lo que funcionaría para mí.
¿Dónde encuentras tus grandes apoyos?
Me siento muy afortunada y bendecida de tener amigos a los que considero como mi familia. Por lazo de sangre, solo tengo a mi mamá, y tengo la suerte de tener una madre como ella. Nuestra relación es sumamente cercana. Respecto a mis amigos, pienso que lo importante es la calidad y no la cantidad de tiempo que compartas con ellos. Tengo un pequeño grupo de amigas que son como mis hermanas, han estado en mi vida desde hace dos décadas y son como tías para mis hijos.
¿Cómo te describirías?
Creo que soy auténtica, no sé cómo describirlo de otra manera. Desde muy joven, luego de vivir varias tragedias, tuve conciencia de que la vida es muy corta, y que en mi lecho de muerte –ocurra cuando ocurra–, no tendré a nadie salvo a mí misma. Tendré que dar mi propia cuenta de lo que he vivido. Eso es lo que me guía. No tomo decisiones pensando en lo que opinará el resto, sino basadas en mis propias convicciones. No creo que la felicidad venga de los dictados de terceros. Y ahora, como madre, considero siempre si mis decisiones harán feliz a mi familia o no. Siempre he sido el tipo de persona que despierta por la mañana pensando que todo puede terminar repentinamente, que la vida no es un ensayo, y que hay que sacarle el mayor partido posible.
¿Tus hijos tienen relación con Sudáfrica?
Vamos todo el tiempo, ya que estoy muy involucrada allá con la Fundación de Ayuda Charlize Theron. Mis hijos conocen muy bien Sudáfrica, y les encanta. Mi mamá y yo conversamos en afrikáans, pero ellos no lo hablan.
¿En qué enfocas la ayuda de la fundación?
Comenzó en 2007 con la misión de ayudar a la juventud sudafricana a cuidarse del sida y el VIH. En 2008, Naciones Unidas me nombró mensajera de la paz, y en 2014 grabé varios anuncios para una campaña en contra de las violaciones y el abuso a la mujer. Soy parte de muchas organizaciones que defienden los derechos de la mujer y, por supuesto, apoyo el matrimonio igualitario.