Carlos Arana, productor peruano que destaca desde hace muchas temporadas en los circuitos teatrales más importantes del planeta, presenta desde el 22 de setiembre una apuesta mayor en el Teatro Británico de Miraflores: El discurso del rey, que será vista por primera vez en América –antes, incluso, que en Broadway–, una obra con la que tiene ya una larga y fecunda relación. De hecho, es tan trascendente este estreno que llegó al país su autor, el inglés David Seidler, ganador del Oscar al Mejor Guion Original de 2011, cuando The King’s Speech se convirtió en la gran triunfadora en la gala de los Premios de la Academia de Hollywood.
Por Raúl Cachay A. / Foto de Sandra Elías
–¿Cómo empezó tu relación con “El discurso del rey”?
Antes de que se estrenara la película “The King’s Speech”, el autor del libro, David Seidler, trató muchas veces de escribir la obra de teatro. Él siempre admiró al rey George VI, el personaje principal de la obra, padre de la actual reina Elizabeth II, porque también sufre de tartamudez. Pero la reina madre, la mamá de la actual reina, que es también un personaje muy importante de la obra, le pidió a David que no escribiera la película hasta que ella muriera, porque la hacía recordar un episodio muy doloroso de su vida.
Entonces, él dijo: “Ok”. Y decidió no escribirla. Cuando murió la reina madre, David entendió que su compromiso con ella había terminado y empezó a escribir la película, aunque trató con muchos guiones. Los productores de Hollywood rechazaron muchos de estos primeros guiones porque los personajes aún no estaban muy desarrollados. La esposa de David le recomendó entonces que escribiera el guion de la película como si se tratara de una obra de teatro. Entonces, antes de que se estrenara la película, el guion ya estaba hecho como si fuera un montaje teatral, que es lo que estamos haciendo ahora.
–Apostaste inmediatamente por la historia.
Es cierto. Un grupo de cuatro productores en Nueva York, todos muy amigos, pudimos leer el texto del guion antes de que se estrenara la película y decidimos comprar los derechos para desarrollar “El discurso del rey” como obra de teatro en todos los países de habla inglesa, lo que incluye a Estados Unidos, Inglaterra, Canadá, Australia y Nueva Zelanda. Todo esto ocurrió en 2010. Y luego salió la película y fue un éxito total. Ganó cuatro Premios Oscar. Eso terminó siendo muy bueno para la obra, pero también muy malo. Lo primero, porque el título se hizo reconocible y la gente ya tenía una idea de lo que iría a ver. Pero en estos casos, cuando la película es muy grande, siempre es mejor esperar varios años antes de estrenar la versión teatral.
Luego de su estreno, en 2011, quisimos hacer de inmediato la obra en Broadway, pero nos dimos cuenta de que era demasiado pronto. En 2012 decidimos hacer una gira por pequeñas ciudades de Inglaterra para ver si funcionaba, con la idea de estrenarla luego en Londres. Las críticas fueron espectaculares, pero sentimos que todavía había cierta confusión entre la gente, que en muchos casos pensaba que estaba yendo a ver algo muy parecido a la película y no una obra de teatro. No quisimos correr riesgos y dijimos: “Broadway puede esperar”.
–¿Cuáles son las principales diferencias entre la película de Tom Hooper y la obra de teatro?
Un efecto que tuvo la película es que, debido a los actores que se escogieron para los papeles principales (Colin Firth y Geoffrey Rush), se tuvo que cambiar un poco la historia. Históricamente, cuando el rey comienza a tratar su tartamudez, tenía veintinueve años. Colin Firth, cuando hizo la película, tenía cincuenta y un años. Juan Carlos Rey de Castro tiene treinta y tres años. Es perfecto para el papel. Geoffrey Rush tenía sesenta y dos o sesenta y tres años cuando se estrenó “El discurso del rey”, mientras que el terapeuta Lionel Logue, en la historia, tenía solo cuarenta años.
No podemos competir con una película porque no es el plan. Queremos contar la historia. Y la historia es la de un hombre joven que no está preparado para liderar a su país en tiempos de guerra, un hombre que quería encontrar su voz y no podía hacerlo debido a su tartamudez. Conoce a este terapeuta australiano medio loco, que tenía sus métodos no convencionales, y entre ellos se forma una amistad muy especial, que unía a dos mundos distintos y que hubiera sido imposible de otra manera.
–¿Por qué te pareció importante estrenarla en el Perú y no en otro lugar?
Me encanta hacer teatro en el Perú y con proyectos muy especiales, como este. En el Perú hay productores teatrales que hacen un trabajo espectacular. Por eso, cuando vengo a hacer teatro, lo que quiero es contar historias que me interesan de una manera particular. Y esta es una de ellas. Estamos tratando de hacer “El discurso del rey” aquí desde el 2012, pero teníamos que encontrar todas las piezas correctas. Para empezar, como yo vivo en Nueva York, es fundamental encontrar al coproductor perfecto para cada proyecto, y en este caso es el Teatro Británico. Esta es una historia británica y ese teatro promueve la cultura británica. Además, las proporciones de la sala son perfectas para esta obra.
–¿Tuviste dificultades para concretar este proyecto?
Negociar los derechos fue un poco difícil, porque es una obra que nunca se ha hecho en América. Había, entonces, la duda inicial de saber si de verdad convenía estrenarla en algún otro lugar antes que en Broadway. Al final, pudimos convencerlos porque yo estuve involucrado en la producción de la obra en Londres y les prometí que todo iba a salir perfecto en Lima.
–¿Cómo seleccionaron a los actores?
El proceso de casting duró dos años. Juan Carlos (Rey de Castro) está involucrado en este proyecto desde hace más de un año y medio. Estoy acostumbrado a que en Lima uno llame a los actores que considera adecuados para determinados papeles. Esta vez no hicimos eso. Fue un proceso de casting muy arduo, en el que participaron muchos actores maravillosos. Pero creo que tenemos un elenco perfecto de nueve actores.
–No es la primera vez que trabajas con Mateo Chiarella, el director…
Mateo es un capo. Con él ya hice “El chico de Oz” y “Cielo abierto”, dos obras muy distintas. Mateo tiene mucha experiencia y es una persona muy creativa.
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Su proceso de trabajo es muy organizado. Tenemos treinta y seis escenas con distintos escenarios, no es una obra estática. Es casi una coreografía. Cada segundo de la obra está pensado.
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Y otra cosa que me gusta de Mateo es que arma equipos de trabajo muy buenos.
–¿Cómo recibió el público inglés la obra? ¿Para ti era importante estrenarla allá porque se trataba de una historia británica?
Muchas obras importantes se estrenan en Londres antes que en Broadway. Hacer una obra en Londres te cuesta tres veces menos que hacerla en Broadway. Yo he hecho varias obras allí, y sí, puedo decir que el público es distinto. En Broadway tienes un público que está formado por los neoyorquinos y los turistas que llegan de todo el mundo, que pueden hacer que una obra dure veinte años. En Londres no tienes ese tipo de turistas, para los que ir a ver una obra es un “evento”. El público inglés es más de “teatro”, está acostumbrado a ver a Shakespeare y obras más serias.
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–¿Qué te parece el público teatral peruano?
Para mí el público de Lima es muy teatrero, le encanta ir a ver obras de teatro. Y cada vez exige más. Se da cuenta cuando una obra de teatro está bien hecha.