Las penas de Sofía, las infidelidades de Juan Carlos, las cirugías de Letizia, las humillaciones de Cristina, la adolescencia de Leonor… El carrusel de escándalos y comentarios creado por la monarquía española no se detiene jamás, y cada una de sus vueltas crea fascinación, tanto en la prensa como en el público.
Por Manuel Santelices
Jaime Peñafiel, el periodista que con razón o sin ella se ha ganado la reputación de ser uno de los más grandes expertos sobre la familia real española, aunque, en perfecto rigor, su mayor talento es para el chismorreo, la elucubración, la insinuación y la abierta calumnia, se prepara por estos días para lanzar un nuevo libro, esta vez dedicado a la reina emérita Sofía.
Titulado “Los 80 años de Sofía” y coincidiendo con un importante cumpleaños de la reina, el libro viene disfrazado de homenaje, pero en realidad es un dardo venenoso. Después de leer copias adelantadas (su fecha de publicación será el 2 de noviembre, día en que Sofía cumple ocho décadas), la prensa española ha llegado a la conclusión de que Peñafiel recoge aquí “algunos de los episodios más oscuros y ocultos de la familia real” y que, “lejos de ser una oda a Sofía, aquí el periodista la critica duramente”.
La amiga entrañable
La mayor queja es que Sofía permitió que el rey Juan Carlos hiciera de las suyas cuando se le antojó, lo que, de acuerdo al libro, llevó a que España tuviera tantos sobresaltos monárquicos durante las últimas décadas. “El suyo fue un matrimonio por amor, ella se casó enamorada, pero él no. Creo que el rey jamás ha estado enamorado”, explicó el escritor en una entrevista con la revista Pronto de Madrid. “No entiendo que Sofía esté enganchada al hombre que la ‘maltrataba’ psicológicamente, quien más la ha hecho sufrir”, agregó.
En uno de los capítulos más comentados del libro, Sofía, según el autor, encuentra en la cama a su marido con otra mujer. “A los dos meses de convertirse en reina, y tras descubrir con sus propios ojos una infidelidad en febrero de 1976, se fue a la India con sus hijos, a Madrás, donde vivía su madre, con la idea de no volver a España”, cuenta.
“Había querido darle una sorpresa a su marido, fue a verlo a una cacería en Toledo, y se lo encontró en la cama con una señora. Al final, los allegados de Sofía le recomendaron que volviera a España y pasara por alto el asunto, sobre todo si quería seguir teniendo al lado a sus hijos. La reina emérita hizo caso”.
Las humillaciones de la reina, por supuesto, no terminaron ahí. Si uno cree todos los comentarios, el rey Juan Carlos debe ser uno de los monarcas más casanovas en la historia de la realeza europea. Coqueto y risueño, se le atribuyen mil conquistas y una “amiga entrañable”, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, un récord que superaría incluso al de su abuelo Alfonso XIII, otro picaflor empedernido. Entre otras, el rey, a través de los años, habría mantenido romances con la actriz y vedette Bárbara Rey, la decoradora mallorquina Marta Gaya, Olghina Nicolis de Robilant y, antes de casarse, con Gabriela de Saboya, por nombrar solo algunas.
Frente a semejante listado, la reina no ha hecho más que mantener un silencio protocolar, apoyar a su marido en lo público, guardar cierta frialdad hacia él en momentos privados y concentrarse en sus responsabilidades como madre y monarca, que no han sido pocas.
La cara de Letizia
La reina consorte Letizia es otro tipo de mujer. Cuando el mismo Peñafiel trató de abordarla en una ocasión, a diferencia de Sofía, que en situaciones como esas sonríe diplomáticamente y sale escapando lo más rápido posible, Letizia se dio vuelta hacia él y le respondió con un violento reproche, acusándolo de escribir mentiras o verdades a medias, exigiéndole que se alejara de ella y su familia, y cerrando la puerta a cualquier tipo de conversación o contacto.
Algunos, quizás la mayoría, aplauden a la reina por ese tipo de actitudes; pero también hay muchos que señalan que eso revela un carácter que no se ajusta al de una monarca, que se le nota un origen no noble y que, aunque lleve la corona, reina realmente no será nunca.
Por supuesto, este tipo de comentarios es esperable en una sociedad como la española, con un sistema de clase y casta tan enraizado y una máquina periodística del “corazón” que nunca deja de palpitar. Letizia debería estar acostumbrada, pero no es así, y luego de cada escándalo, por pequeño que sea, su sonrisa parece más helada y su saludo más distante.
Los rumores que la rodean no se limitan a su carácter. Su vestuario y las alteraciones de su físico se han convertido en un pasatiempo nacional, siendo discutidos en cafés y bares desde Asturias a Andalucía. El paso de los años no ha dejado rastro en su cara, que a estas alturas mantiene un distante parecido al que tenía en sus días como periodista y conductora de televisión. Sus pómulos están cada vez más duros y altos, como montañas por donde se asoma el crepúsculo de sus ojos crecientemente alargados.
Su nariz sigue su ruta hacia la perfección, y ni un surco entorpece la comisura de sus labios ni su frente. Una fuente cercana asegura que se operó en el centro Oviedo, una conocida clínica estética en Madrid, y que la cuenta de esa intervención y de otros tratamientos de esa temporada fue de 70 mil euros.
A todo eso, se suma ahora otro cambio tan visible como imposible de definir, pero que ha hecho que su cara se vea más redonda, la punta de su mentón más suave y su gesto, más amable. La Zarzuela, obviamente, no responde a ninguna pregunta sobre las supuestas cirugías de Su Majestad, pero estas siguen volando sobre Madrid sin detenerse jamás.
La soledad de la infanta Cristina
Si siente alguna lástima por las dos reinas mencionadas, saque el pañuelo, porque ha llegado la hora de hablar de la infanta Cristina que, como dijo con tan poca delicadeza un medio español hace unos días, “tuvo el mundo a sus pies y salió de La Zarzuela por la puerta de atrás”.
No basta solo con que su nombre, tan noble, haya sido arrastrado como un toro malherido por el ruedo cruel de la opinión pública; que la gente se haya dado el gusto de enterarse de todos sus gastos poco honorables; que su marido, que hasta hace un tiempo era considerado un bombón de la Casa Real, esté ahora encarcelado en uno de los mayores escándalos financieros que hayan afectado a la realeza europea; o que uno de sus hijos, quizás debido a la presión, haya decidido abandonar el hogar.
No, a todo eso hay que agregar ahora el ostracismo familiar –según rumores, la propia reina Sofía se ha alejado de ella por petición del rey Felipe VI, el que, agregan los comentarios, se ha visto empujado por Letizia– y humillaciones que caen sobre ella como una gotera insistente, en la que cada gota es más dolorosa que la anterior.
Una de las últimas fue la decisión del Hospital Infanta Cristina, en Badajoz, de cambiar de nombre a Hospital Universitario de Badajoz y sacar el enorme letrero en su techo que anunciaba el patrocinio de la hija menor del rey Juan Carlos. Por temas de presupuesto, los uniformes del personal y los formularios del hospital no serán inmediatamente reemplazados, pero sus encargados explicaron que el nuevo nombre aparecerá en cuanto se adquieran nuevos elementos.
Cualquier encuentro de la infanta con su familia debe ser hecho ahora en forma clandestina, como lo haría un criminal y como ocurrió hace unas semanas, cuando llegó a La Zarzuela por una puerta lateral y en un auto de vidrios oscuros para celebrar el cumpleaños de su sobrina, Victoria Federica, junto a sus padres, los reyes eméritos; su hermana la infanta Elena, y su sobrino Froilán de Marichalar.
Aunque los fotógrafos pudieron captar imágenes de Victoria Federica junto a su primo, Juan Valentín Urdangarin Borbón, ningún lente se topó con Cristina, que abandonó el lugar tan sigilosamente como llegó.
Leonor y Sofía, las intocables
La princesa Leonor y la infanta Sofía regresaron a clases el pasado 10 de setiembre, después de unas vacaciones soñadas junto a sus padres en Palma de Mallorca. Cada día más lindas y más populares, las dos niñas reciben todo el cariño de la prensa y el pueblo que al resto de la familia le resulta tan esquivo. Apostados frente a las puertas del Colegio Santa María de los Rosales, los fotógrafos lanzaron sus flashes hacia el auto conducido por el propio rey y con Letizia –una leona de madre cuando se trata de proteger a sus hijas– como copiloto.
Leonor, heredera a la corona, acaba de cumplir trece años y comienza así la complicada y siempre fascinante etapa de la adolescencia. Si esta es difícil en privado, solo queda imaginar cómo será la suya, tan en público; pero al igual que su hermana Sofía, Leonor ha sido bien entrenada en el arte de mantener una fachada oficial sin mella alguna, y con su madre al lado será muy difícil que la prensa del corazón se abra paso por ese escudo de hierro que es su brillante sonrisa.