El jeque Mohammed bin Rashid Al Maktum y su sexta esposa han iniciado el que se perfila como uno de los procesos de separación más largos y costosos de los últimos años. Una ruptura que tiene como antecedente varias denuncias de maltrato familiar y que podría repercutir en las relaciones diplomáticas entre Emiratos Árabes Unidos y el Reino Hachemita.
Por Angie Yoshida
Con 70 años recién cumplidos, el jeque Mohammed bin Rashid al Maktum enfrenta una de las peores crisis de su vida: la abrupta separación de quien fuera por quince años su sexta esposa, la princesa Haya bint Al Hussein. Un hecho que, además de poner en peligro su legado familiar, ensombrece la imagen que durante años cultivó con esmero, como el líder más liberal y con mayor visión de futuro en el mundo árabe.
Tras la dramática huida de la princesa junto a sus hijos Jalila (11) y Zayed (7), el gobernante reclamó la custodia de los menores ante un tribunal de Londres, ciudad donde Haya se ha refugiado. El pasado 30 de julio inició el proceso legal que, si bien no determinará la disolución del matrimonio, definirá el futuro de sus descendientes.
Que la última esposa del emir haya escapado del palacio Zabeel dice mucho más de la cultura árabe que toda la publicidad vertida en medios por el hombre que puso a Dubái en primer plano. Bajo su mandato, el que era un puerto más del golfo Pérsico se transformó en una ciudad-Estado de proyección mundial. Basta mencionar la relevancia simbólica que ha cobrado el edificio más alto del mundo, el Burj Khalifa, que el pasado 28 de julio se iluminó con la bandera peruana, o la aerolínea Emirates, la más grande en el Medio Oriente y una de las más importantes a nivel global.
Rey moderno
Al acceder al gobierno de Dubái –uno de los siete territorios políticos que conforman los Emiratos Árabes Unidos (EAU)–, a la muerte de su hermano Maktum bin Rashid Al Maktum, Mohammed se convirtió también en vicepresidente y primer ministro de EAU, además de mantener la cartera de Defensa desde la creación de la federación de estados en 1971. Ahora, su apuesta por abrir Dubái al comercio exterior y al turismo está siendo replicada por sus vecinos, quienes en principio mostraron una actitud renuente hacia las reformas.
En todo este tiempo, el jeque ha logrado gobernar como si se tratara del director ejecutivo de una gran empresa más que como un jefe de Estado absolutista. Impecable tanto al lucir la tradicional túnica como con el chaqué que viste anualmente en Royal Ascot, ha logrado codearse con líderes políticos y monarcas de diferentes latitudes, así como atraer a Dubái a destacadas figuras del deporte y el espectáculo.
“Forbes” lo ha catalogado como el quinto soberano más rico del mundo. En su último reporte, publicado en 2011, se le atribuía una fortuna de US$4 mil millones. No obstante, medios británicos triplican dicha cifra en la actualidad, algo que no sería sorprendente en una región del planeta donde el patrimonio de los gobernantes y el tesoro público son tan difíciles de separar.
De acuerdo con su biografía oficial, luego de cursar estudios elementales en Dubái, fue enviado a un internado en el Reino Unido (entonces el emirato era un protectorado británico) y a una escuela militar en el mismo país, para más tarde formarse como piloto en Italia. Al margen de su pasión por los caballos y la poesía, poco se sabe de su vida privada. La web The Royal Forums, que acumula información de las familias reales, registra que tiene 23 hijos reconocidos con seis mujeres distintas. Otras fuentes identifican a una sétima pareja y eleva el número de vástagos a casi una treintena.
Como es costumbre en el mundo árabe, y siguiendo los preceptos de la ley islámica, Mohammed contrajo primeras nupcias con su prima Hind bint Maktum bin Juma Al Maktum. El enlace se celebró en 1979 y, desde aquel momento, el tratamiento que recibe la jequesa es el de “primera dama”. Con ella ha tenido siete hijas y cinco hijos; entre ellos, el heredero, el jeque Hamdan, quien en junio pasado se casó junto a dos de sus hermanos, Maktum y Ahmed, con mujeres de la misma casa real. Por otro lado, la existencia de dos hijos nacidos con anterioridad, Manal (de madre libanesa) y Marwan (de madre alemana), apunta a que el emir tuvo al menos dos concubinas.
Dubái, la cárcel dorada
Haya bint Al Hussein, de 45 años, es hija del fallecido rey Hussein de Jordania y medio hermana del actual monarca, Abdalá. Educada en el Reino Unido, la consumada amazona y exatleta olímpica –compitió en salto en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000– conoció al jeque dubaití en un evento ecuestre en Jerez de la Frontera (España), durante los World Equestrian Games de 2002. Dos años más tarde, se casaron en lo que parecía ser una boda por amor, la primera de ella y la sexta de Mohammed.
Los medios emiratíes llegaron a calificarlos como la “pareja perfecta” y, en una muestra de confianza, en 2013, el emir le encargó la investigación de un escándalo de doping que salpicó a su cuadra, uno de los mejores establos de caballos de carrera del mundo. Si algo queda claro es que fue aquella desmedida pasión por los equinos lo que los unió.
Pero el caso de Haya trae a la memoria otro oscuro incidente sobre el que Mohammed ha tratado de echar tierra. Ocurrió en marzo del año pasado, cuando una de sus hijas, Latifa, fue forzada a volver a Dubái cuando huía a bordo de un velero. La mujer, que entonces tenía 33 años, denunció a través de un video que se escapaba de palacio y dejaba su país porque no tenía libertad para moverse, y que ella y otra de sus hermanas habían sido víctimas de maltratos.
La grabación se difundió luego de que el barco en el que había huido, con ayuda de una amiga finlandesa y un exagente de los servicios secretos de Francia, fuera interceptado cuando navegaba en aguas internacionales, cerca de la India. Y aquí residiría la clave de la ruptura entre la princesa Haya y el emir.
Tras aceptar la versión de su esposo, que señalaba haber rescatado a Latifa de un intento de extorsión, Haya recurrió a su amiga, la abogada Mary Robinson, para que se reuniera con la joven e intentara silenciar los rumores de violencia en palacio. Pero el resultado no fue el esperado. A Robinson, expresidenta de Irlanda y otrora Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, le llovieron toda clase de críticas por prestarse al engaño. Diversas fuentes informaron que en ese instante la princesa hachemita descubrió la realidad: el jeque había secuestrado y maltratado a su propia hija. Actualmente, se desconocen las condiciones en las que viven Latifa y sus hermanas.
Princesa rebelde
A diferencia de ellas y del resto de esposas que aceptaron la invisibilidad normada entre las mujeres de las familias gobernantes de la península arábiga, Haya siempre estuvo acostumbrada a un estilo de vida cosmopolita. Se mostró desde el inicio en público y con el rostro descubierto. No solo acompañaba al emir en actos protocolares y eventos privados (especialmente en el extranjero), sino que tenía agenda propia como patrona de algunas ONG y colaboradora de la ONU.
El jeque Mohammed utilizó su relación con Haya para potenciar su perfil como gobernante moderno. Con el fin del matrimonio, queda por resolver el precio que tendrá que pagar para asegurar la discreción de su exesposa, a quien las organizaciones defensoras de los derechos humanos han expresado su respaldo y exigen que revele lo que sabe de Latifa.
Además de los activistas, Haya ha recibido el apoyo de su hermano, el príncipe Ali bin Al Hussein. En una reciente publicación en sus redes sociales, se les puede ver unidos en un conmovedor abrazo. “Hoy con mi hermana, la niña de mis ojos”, se lee al pie de la fotografía. La prensa británica sostiene que la imagen habría sido tomada en la mansión del exclusivo barrio londinense de Kensington, donde la princesa se ha refugiado con sus dos hijos. Sin embargo, el resto de la familia real jordana, incómoda por la repercusión que podría tener el caso en sus relaciones diplomáticas con EAU, ha preferido no emitir opinión mientras los tribunales deciden la suerte de la pareja.
Quien sí se ha manifestado, al menos de manera indirecta, ha sido el emir. Su malestar se desprende de un poema colgado en su cuenta de Instagram: “Algunos errores se llaman traición / Ya no hay lugar para ti en mi vida / Me da igual si vives o mueres”. Poeta aficionado, Mohammed suele enmarcar las grandes ocasiones familiares y de Estado con sus versos. Y, según señala en su sitio web oficial, nunca ha escrito uno “sin que sea el reflejo de su propia vida”.
اليوم مع أختي و قرة عيني هيا بنت الحسين pic.twitter.com/kWRXx1J1M3
— Ali Al Hussein (@AliBinAlHussein) July 31, 2019
¿El detonante?
Los primeros informes de la fuga de Haya datan de mayo pasado y los más recientes apuntan a que la princesa habría tenido otras motivaciones, además de las señaladas líneas arriba. Medios como “The Times” y “Daily Mail” han deslizado que la cuñada de la reina Rania se habría enamorado de uno de sus escoltas, un exmilitar británico que la ha acompañado en numerosos viajes al extranjero. Haya habría conocido hace un lustro a Russell Flowers, quien entre 2003 y 2009 sirvió en el segundo batallón del regimiento de la princesa de Gales.
Tras su paso por el ejército británico, Flowers trabajó como oficial de seguridad marítima proporcionando servicios de escolta a acaudalados empresarios petroleros contra los piratas en la costa de Somalia. Dos años después, ingresó en una compañía de seguridad, donde entró en contacto con la familia real de Dubái. Sus servicios se ceñían únicamente a los periplos internacionales de la princesa. Una vez escoltada a Dubái, donde la esperaba otro equipo de guardaespaldas dependiente de la corte de los Maktum, el exsoldado de infantería regresaba a Inglaterra.
Desde que se desató el escándalo, Flowers ha desaparecido de escena. Preguntado por la prensa local sobre su posible implicación en el caso y el hecho de que su nombre aparezca citado en el complejo proceso de divorcio, ha decidido guardar silencio. “No tengo nada que decir sobre ese asunto”, ha replicado.
Al respecto, el “Daily Mail” ha revelado una lista de costosos obsequios que la princesa le habría dado; entre ellos, una propiedad en el condado de Suffolk (cerca de la finca que la familia real dubaití adquirió en 1981), una camioneta Range Rover, un reloj, exclusivos trajes y un rifle de caza adaptado a los caprichos del cliente por la suma de US$61.750. Otro detalle que recoge el diario es el reciente divorcio de Flowers, que habría culminado el año pasado y en cuyo proceso su exesposa indicó como motivo de ruptura su cercanía con la princesa.
Comenzó el juicio
Al margen de las especulaciones, Haya y el emir han empezado el que parece ser uno de los litigios más largos y costosos de los últimos años. Poco antes de iniciar la vista preliminar del juicio, la expareja ha roto su silencio y ha emitido un inesperado comunicado en conjunto. En la misiva a la opinión pública, difundida a través de la corte asignada para llevar la causa, la pareja precisó que en una primera instancia se abordaría “el bienestar y la custodia de sus hijos” y no el divorcio ni sus finanzas.
En las audiencias que se realizaron el 30 y el 31 de julio, ambos cónyuges fueron representados por reputados abogados, lo que anticipa una dura batalla legal. Haya ha contratado a Fiona Sara Shackleton, la baronesa Shackleton de Belgravia, una letrada conocida como “la magnolia de acero” por la firmeza y el encanto con que ha llevado las negociaciones en los divorcios en los que ha intervenido representando a miembros de la familia real británica y artistas.
Algunos de sus clientes más recordados son el príncipe Charles y Paul McCartney. El emir, por su parte, ha requerido los servicios de la abogada Helen Ward, apodada “la gran dama de los divorcios”, famosa por haber defendido al cineasta Guy Ritchie en su separación legal de Madonna.
Pero Haya teme que un secuestro la conduzca nuevamente a Dubái y la condene a un destino como el que ya sufren las hijas del emir. Por eso, en su última aparición ante la Suprema Corte del Reino Unido, ha solicitado una orden de protección por el matrimonio forzado que podría afectar a uno de sus hijos y otra que ofrezca garantías frente a acosos y amenazas, medidas cautelares comunes en procesos judiciales por maltrato.
De momento, se desconoce el alegato del jeque, a quien no se le vio en los tribunales. No obstante, ha dejado sentada su voluntad de que el juicio se dirima en Dubái. El destino de la familia real se resolverá en las próximas semanas. La corte inglesa tiene la última palabra.