En el Valle Sagrado de los Incas, rodeada de plantaciones de maíz blanco y bosques de eucalipto, se encuentra Huayoccari, una hacienda que fue pionera en la exportación de maíz blanco a Estados Unidos y en donde la familia Lámbarri asentó sus raíces hace más de un siglo, entre árboles frutales y caballos de paso.
Por José María López de Letona Fotos de Josip Curich.
Nuestra llegada a Huayoccari coincide con la víspera de las fiestas de la Virgen del Carmen. Es un típico día de julio: el cielo luce azul intenso y, pese a encontrarnos en plena temporada seca, el Valle Sagrado está verde. Pasamos el pequeño pueblo de Huayoccari y subimos una ligera pendiente. Una alameda de árboles de pisonay flanquea el ingreso. La alameda se abre a un patio empedrado circular y, en el medio, un majestuoso pisonay da sombra.
Delante de nosotros se encuentra la casa hacienda, de estilo típicamente cuzqueño, con muros de adobe encalados, puertas de madera pintada y tejados rojos a dos aguas. Al fondo se ven unas cuadras; más allá, un huerto.
Enseguida, por un camino empinado y polvoriento, baja una camioneta. Se apea Pablo Lámbarri. “Vengo del restaurante. Suban y les enseño”. Mientras subimos, Pablo Lámbarri Orihuela nos habla del lugar. Huayoccari (“hombre colgado”, en quechua) está compuesta por terrenos de cultivo, la casa principal, la casa de arriba –donde funciona el restaurante–, sus jardines, el huerto y los corrales. Hasta el día de hoy sus tierras cultivan maíz blanco de exportación, y su familia vive en la casa principal desde hace más de un siglo. La huerta produce insumos nativos que son utilizados en la cocina del restaurante, poniendo en valor alimentos como el maíz, la quinua, frutas y hierbas aromáticas.
Llegamos hasta una casa más pequeña en lo alto de un cerro, con un gran ventanal que exhibe unas vistas espectaculares al Valle Sagrado: montañas verdes, flores silvestres de todos los colores, bosques de eucaliptos y árboles de pisonay. Entramos a una sala alargada presidida por una gran chimenea que está decorada con muebles coloniales típicamente cuzqueños, como baúles, mesas, bargueños y aparadores. En las paredes se exhiben cuadros de arte popular. Aquí funciona el restaurante de los Lámbarri, que abre sus puertas para pequeños grupos y donde se ofrecen los insumos de la hacienda.
“La finalidad es brindar las experiencias de conocer una hacienda que sigue en actividad y comer comida casera”, explica Pablo, mientras paseamos por la habitación. “Mi hermano José Ignacio es criador de caballos de paso. Tenemos treinta caballos en las cuadras, lo que nos permite ofrecer diversos paseos a caballo por el valle, así como exhibiciones”. En el lugar, la familia conserva un pequeño museo con una interesante colección de arte prehispánico y colonial.
Exportando desde el valle
Abajo, con ropa de trabajo y sombrero de vaquero, encontramos a Juan Carlos Lámbarri, que vive todo el año en Huayoccari. “Solo voy a Lima una vez al año, para comprar libros o ponerme al día con los restaurantes”, dice, con el aspecto relajado de quien vive muy alejado de los problemas de la capital. Nos sentamos a conversar bajo el árbol gigantesco que da sombra al patio.
Juan Carlos cuenta que su abuelo, José Orihuela, compró la hacienda en 1906, a la familia de los Montes de Peralta, parientes suyos. La casa es de 1870, y está hecha de adobe y otros materiales de la zona. Los techos y pisos son de madera de eucalipto. La familia Orihuela tenía otras tierras en la pampa de Anta, pero tras la reforma agraria les permitieron quedarse solo con una de las haciendas, y eligieron Huayoccari. Los primeros Orihuela llegaron al Cuzco a principios del siglo XIX. “Mi madre, Cristina Orihuela, heredó la casa, y mis cinco hermanos y yo crecimos en esta hacienda, que llegó a tener 3700 hectáreas, pero que se vio reducida a 40 hectáreas tras la reforma”, explica.
José Orihuela fue pionero en la exportación de maíz blanco, primero a San Francisco, Estados Unidos, y luego a España y Japón. El maíz blanco sigue siendo el cultivo principal, tanto de la hacienda como del resto del valle. Además de maíz blanco se cultivan hortalizas, el llamado “panllevar”, y José Ignacio, además de los caballos de paso, tiene ahora a su cargo una plantación de frutales.