Este año, ‘El Loco’ volvió al Perú luego de pasar más de una década jugando fútbol en el exterior, donde fue figura en campeonatos tan competitivos como el argentino o el italiano. Regresó a la “U”, el equipo de toda su vida, pero aún no ha planeado el retiro. Juan Manuel Vargas vive el día a día, aunque, con el paso del tiempo y gracias al apoyo de su familia, ha aprendido de sus errores y ha logrado encarrilarse en medio de una trayectoria que, en algún punto, tuvo escalas difíciles.
Por Mariano Olivera La Rosa Fotos de Javier Falcón
Lima ha amanecido resbalosa. Y gris. Siempre gris. Pero al ‘Loco’ Vargas el mal clima no le agua la fiesta. Habrá parrillada para el almuerzo. Ya van llegando los implementos a la gran casa que tiene en La Planicie, mientras él sale a la puerta y me invita a pasar. Allí afuera, bajo una garúa que jamás se convertirá en lluvia, lo único que resplandece al mediodía es el pelo rubio platino de Juan Manuel Vargas. Se lo tiñó en España porque en un momento le provocó hacerlo. Vargas tiene esos impulsos. Por algo le dicen ‘Loco’.
–¿Te sientes menos loco que antes? –le pregunto.
Ese “antes” se remonta al comienzo. A cuando debutó en el fútbol profesional, un 24 de noviembre de 2002. En la “U”, claro. En pleno Estadio Monumental, donde esa misma tarde marcó su primer gol(azo), con un remate de izquierda a cuarenta metros del arco rival. La “U” ganaba 2-1 con ese tanto, pero, al final, Cienciano remontó y se llevó la victoria.
Por entonces, el equipo cusqueño no imaginaba que un año después se consagraría campeón de la Copa Sudamericana. Lo más probable es que Vargas tampoco imaginaba ganarse el titularato tan pronto, pero la huelga de futbolistas que remeció ese Torneo Clausura llevó a los clubes a alinear a sus juveniles para no parar el campeonato.
Con ese gol, Vargas comenzó a ser ídolo. Primero, del equipo de su vida; luego, en el equipo de todos (¿cómo olvidar su colosal desborde por izquierda y posterior pase de gol en el empate agónico ante Argentina, por las eliminatorias previas al Mundial Sudáfrica 2010?).
Después, en el exterior: en Colón de Santa Fe, en Catania, en la Fiorentina…
–En realidad, nunca he sido loco –contesta–. He sido un poco hiperactivo. Capaz que me dicen “loco” porque soy una persona frontal que dice las cosas en la cara, por más que a mucha gente no le pueda gustar. En los equipos que he estado, siempre me he hecho respetar así… En la vida, hay gente que dura por ser mermelera. Eso no va conmigo. Yo camino tranquilo, con la cabeza arriba, y me mantendré así hasta el día en que ya no esté acá.
Los afectos
Aquel año 2002 Juan Manuel Vargas no solo debutó como profesional, también comenzó su relación con la empresaria Blanca Rodríguez –copropietaria de la marca de ropa Curlika–. “Siempre es bueno necesitar a alguien que esté contigo, que sea leal… A veces, es difícil encontrar personas leales”, dice Vargas. “En ese aspecto, creo que encontré a una persona que me ha sido leal toda mi vida, y eso me da tranquilidad… Más ahora, que es madre de mis hijos. Sé que es una buena mujer”.
El clan Vargas Rodríguez es numeroso: junto a Blanca, comparten cinco hijos. “Tengo cinco momentos felices que me llenaron la vida”, dice el futbolista en alusión al nacimiento de cada uno de ellos. Hoy, Luana, la mayor, tiene nueve años, Anica Lía, siete, Juan Manuel (Juanma), seis, Tiana Azul, dos, y Vitto Alfredo, apenas seis meses.
“Mis hijos son lo mejor que me ha pasado”, agrega ‘El Loco’, que si bien por ahora no considera casarse, sí lo tiene en sus planes. Pero la estabilidad que disfruta en el presente no siempre lo acompañó.
En un punto, confesaste que te sentías dueño del mundo, que te volviste soberbio.
En un momento, piensas que eres intocable… ese tipo de cosas. Creo que no estaba completamente en mis cabales, porque había sufrido algunas pérdidas importantes: mi abuelo (Manuel), mi abuela (Alejandrina)… Me descarrilé un poco; ellos eran todo para mí. Me dolió mucho, me chocó… y, bueno, hay gente que no lo entiende. Les ha pasado a muchos futbolistas; incluso, estando en la élite, desaparecen por ese tipo de cosas.
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Después, nacieron mis hijos y volví a encarrilarme. Ahora trato de ser profesional día a día, hasta que deje el fútbol.
¿Cómo afrontaste convertirte en papá a los veinticuatro años?
Tanto mi mujer como yo queríamos formar una familia; ella me escogió para ser el padre de sus hijos y yo lo tomé un poco de sorpresa. En esa época, ya no tenía conmigo a mi abuela; mi abuelo me daba la fuerza que me faltaba al no tenerla, me llenaba ese vacío, porque lo veía todos los días y me recordaba a ella… Hubo una etapa de mi vida que no fue buena. Por eso digo que fui soberbio en ese tiempo. En un momento, dije: “Me importa una mierda todo. Me voy. Total, ya hice una carrera reconocida afuera, en Italia me conocen y me siento contento”.
Pero al final decidí no hacerlo. Mis hijos comenzaron a nacer y dije: “Tengo que volver a estar bien si es que quiero que me vean jugar y terminar bien mi carrera”, no como la que iba haciendo. Tengo que irme por la puerta grande, como lo pensé siempre. No por la puerta falsa. Espero seguir por ese camino de aquí hasta donde pueda jugar. La gente recuerda el final, nunca el inicio.
De tu padre nunca has hablado mucho.
No… Mis papás son separados, se llevan bien, pero hemos crecido tres hermanos –él es el mayor– con un papá que estaba lejos. A veces, el hombre se vuelve más frío, más radical, más egoísta, pero, en este caso, yo no; incluso, lo llamé para que conociera a sus nietos… Yo nunca quise alejarme de mis hijos porque no quería que crecieran con una figura paterna como esa, pero, gracias a Dios, tuve a mi abuelo y lo quise como un padre.
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Él estuvo ahí siempre. También mis tíos.
A tu abuelo le decías “papá”.
Sí, le decía papá… No me faltó ese calor paternal. Gracias a Dios, lo tuve hasta que me duró. Después, me afectó. A veces uno quiere conversar con su padre… Ya me he vuelto un poco más frío con ese tema, pero, cuando llego a mi casa, quito esa frialdad para dar a mis hijos todo el amor que se merecen y poder estar siempre para ellos.
A través de la cuenta de Instagram de Blanca se sabe que pasan por un gran momento familiar.
Sí… Bueno, en toda familia hay problemas, pero, de los problemas, uno sale y la familia se hace más fuerte, y cuando tienes hijos ya piensas más en ellos que en ti mismo; los padres quedan en un segundo plano. Uno trata de darles una buena educación, una buena imagen, enseñarles a valorar la vida, a tener valores. Eso es lo que mi mujer y yo tratamos de darles siempre. Nosotros nos podemos equivocar, pero buscamos que ellos vean que esos errores no se pueden cometer. En la vida vas a sufrir, y ellos tienen que aprender a ser fuertes. En algún momento, sus padres no van a estar y tendrán que mantenerse en la vida, que es dura al final, ¿no?
El fútbol
A los treinta y tres años, casi quince años después de debutar en el fútbol, luego de defender la camiseta de la selección peruana en más de sesenta partidos –incluyendo dos bronces consecutivos en la Copa América– y haber pasado más de una década jugando en algunas de las mejores ligas del mundo, Juan Manuel Vargas no se siente un referente. “Me siento un hombre que ha tenido una experiencia larga, y trato de ayudar a los más jóvenes a no cometer los errores que yo cometí. Eso es lo que más me gusta. No digo: ‘Oye, sí, he tenido una vida intachable, no he sido indisciplinado’… No. Yo he cometido errores, y los reconozco.
¿Eres de los que se arrepienten de los errores?
No, no me arrepiento de lo que hago. No soy una persona que se arrepiente. Pero cuando reacciono, digo: “¿Por qué lo hice?”. Me gusta reconocer mis errores y no volverlos a cometer.
¿Cómo has encontrado el fútbol peruano a tu regreso?
Creo que siempre tiene jugadores muy importantes. Tenemos clase para jugar al fútbol, pero a veces confundimos el creernos superiores con ser agrandados. No somos Brasil ni Argentina, donde salen futbolistas a cada rato, ni tenemos un fútbol tan dinámico como el europeo, pero creo que ahora sí se han abierto las puertas a varios peruanos que están en diferentes ligas internacionales y están dando que hablar. Ojalá eso se mantenga. Los chicos que tienen la oportunidad de irse, que lo hagan rápido.
¿La selección extraña a “los cuatro fantásticos”?
Nooo… La selección es para los que están bien, nada más. Eso de “los cuatro fantásticos” lo pusieron los periodistas, no nosotros. Y, bueno, cuando estamos en la selección, nosotros tratamos de dar lo mejor. Ahora hay otros que están en su mejor momento y espero que les vaya bien.
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¿Jugar por el Perú es un capítulo cerrado o es algo con lo que todavía sueñas?
Primero, trato de hacer las cosas bien en la “U”, pero el tema de la selección jamás lo he cerrado. Trabajo para dar lo mejor de mí. Ya las cosas caerán por su propio peso si es que llego o no. Por el momento, la selección está trabajando bien y, si no estás ahí, hay que alentar nomás.
¿Quieres quedarte en la “U” o apuntas a volver al extranjero?
Bueno, tú sabes que soy hincha de la “U”, pero uno siempre quiere aspirar a más, porque todavía quiero rendir a un buen nivel por tres años, sea en Universitario o donde quieran contar conmigo, así que estoy tranquilo en ese aspecto.
A propósito del futuro, ¿tienes planes para cuando te retires del fútbol?
Todavía no… Hay ideas que no se han concretado, pero, con el pasar de los días, espero tenerlas más claras. Por ahora, solo pienso en jugar, en tratar de llegar a un buen nivel y poder dar lo mejor a Universitario, mientras esté ahí. El resto, el tema de la renovación, vendrá solo. Si hay oportunidades en otro lado, se analizará, pero por el momento estoy feliz en la “U” y espero seguir así. Soy un tipo que vive el día a día.
¿Te consideras exitoso?
Creo que sí, porque estuve fuera mucho tiempo, sigo jugando fútbol, tengo a mi familia… ¿Qué más puedo pedir? No tengo a mis abuelos, pero la vida no te va a dar todo. A veces es bueno que pasen algunas cosas negativas, porque te enseñan mucho a ser persona. Yo prefiero que me digan que soy un mal jugador a que me digan que soy una mala persona. Si la vida hubiera sido tan fácil, creo que no sabría realmente lo que es valorar, lo que es sufrir, cuánta falta te hace una persona cuando la pierdes… Si hubiera sido todo lindo, creo que habría sido un poco aburrido, ¿no?
Estilismo: Agoney González y Alexandra Carcausto
Producción: Joaquín Jerí y Paola Gianino
Asistente de Fotografía: Juan Carlos Paz del Río
Video: Javi Zea
Peinado: Magaly Araujo
Maquillaje: Eduardo Gold Valz-Gen
Agradecimientos: Adolfo Domínguez, Colloky, GAP, Zara, Brooks Brothers, Boggi Milano
Locación: Hotel Belmond Miraflores Park
Agradecimientos: Deco Interior’s