En los últimos veintiséis años, Cristina Matossian ha realizado una labor infatigable al frente de la Asociación Nuevo Futuro brindando calor de hogar y calidad de vida a cientos de niños en situación de abandono. Ahora, Nuevo Futuro lanza su Programa de Padrinazgo, que permitirá a decenas de personas ayudar a estos niños para que sigan viendo el futuro con esperanza.
Por Renato Velásquez
Cristina Matossian abre la puerta del albergue de Villa El Salvador y una explosión de gritos, risas y aplausos se desata en el salón. Una docena de niños se levanta de sus sillas, abandona sus juguetes y se arremolina a su alrededor. Los infantes, la mayoría de entre 3 y 6 años, la jalan de los brazos, se aferran a sus piernas, pugnan por ser elevados en brazos. “Recibir todo este amor es una de las cosas más bonitas del mundo”, declara Cristina, entre apachurrones y exclamaciones de bienvenida.
Cristina siente este calor infantil todos los días desde hace veintiséis años, cuando fundó en el Perú la Asociación Nuevo Futuro, integrada al Grupo Fundades, que se encarga de acoger a niños en situación de abandono que se encuentran a la espera de adopción. Muchos de los niños que ahora se acercan a Cristina fueron abandonados por sus madres en el hospital recién nacidos (“es común que las mujeres ingresen con un nombre falso al hospital y después se fuguen”), los encontró la Policía en basurales o en la vía pública, o aparecieron deambulando con carteles colgados del cuello.
Ahora sonríen, felices, lucen impecablemente limpios, son alimentados con una dieta balanceada diseñada por un nutricionista, acuden al colegio y son reforzados por un profesor particular en el albergue, reciben ayuda psicológica y son cuidados 24/7 por Carmelinda y Heidi, sus madres sustitutas. Todo esto, mientras esperan un hogar que los adopte o volver con algún miembro de sus antiguas familias. A lo largo de los años, la Asociación Nuevo Futuro ha entregado en adopción a 445 niños, y 176 regresaron con su familia biológica.
Cristina llega acompañada de Sandra Galdós y Frances Portugal, quienes también son voluntarias en Nuevo Futuro y ayudan activamente en la organización. “Tengo 69 y voy a ser voluntaria hasta que me muera”, señala Frances. “Me encantan los chicos, me dan vida. Es como si me inyectaran diez litros de sangre. Dar es un don, es el mejor regalo que puedas tener”.
Sandra, por su parte, es miembro del consejo directivo y organiza las tómbolas del principal evento benéfico que sostiene a Nuevo Futuro: la feria El Rastrillo. “En años anteriores, el 60% de los costos fijos de la organización era solventado por los fondos recaudados en El Rastrillo”, explica Sandra. “Lamentablemente, el año pasado la pandemia nos obligó a realizar el evento de manera virtual, y eso mermó mucho nuestros ingresos”, cuenta.
Por eso, Nuevo Futuro ha lanzado su Programa de Padrinazgo, a través del cual una persona, un matrimonio o un grupo de amigos puede convertirse en padrino o madrina de uno o más niños con el objetivo de solventar sus gastos. Además, los padrinos pueden visitar a sus ahijados y desarrollar un vínculo con ellos.
“Al tener muchos bebés recién nacidos, necesitamos mucho personal, leche maternizada y pañales. Todo sumado termina costando bastante dinero”, explica Cristina Matossian. Actualmente, Nuevo Futuro tiene 68 niños divididos entre la cuna (donde están los bebés desde los 0 hasta los 3 años), que se encuentra ubicada en La Molina y es supervisada por la Comunidad Religiosa Santa Mariana de Jesús, y otros cuatro hogares (donde viven los mayores de 3 años) en Villa El Salvador y Comas.
Cristina informa que, hasta el momento, 17 de los 68 niños han conseguido un padrino como parte del nuevo programa; faltan todos los demás.
Prevenir el abandono
Además de la manutención de los centros de acogida residencial, Nuevo Futuro también labora desde hace trece años en la prevención del abandono. “Comenzamos trabajando con adolescentes porque nos llegaban muchos niños que eran fruto de embarazos no deseados. Hicimos un programa de líderes para que ellos fueran ejemplos y otros los siguieran. Pero también nos dimos cuenta de que muchos venían con vicios adquiridos desde más chiquitos y que, si los agarrábamos desde antes, los resultados eran mucho mejores. Ahora trabajamos con las familias y los niños desde inicial”, explica Cristina.
Dentro del área de Prevención, Nuevo Futuro tiene dos proyectos en marcha: “Semillas. Aprendiendo en familia”, dirigido a alumnos de inicial, sus padres y docentes con el objetivo de mejorar los hábitos de crianza para prevenir el abandono físico y emocional de los niños; y “Acercándonos. Formando formadores”, que brinda herramientas a estudiantes líderes de últimos años de primaria y secundaria a través de capacitaciones para su inserción a la sociedad, las cuales fortalecen su desarrollo personal y su vínculo familiar.
“Lo interesante de estos programas es que te permiten entrar en sus hogares”, indica Sandra Galdós. “Las asistentes sociales van, tocan el timbre, visitan casa por casa para ver la evolución de cada familia, porque se les dejan tareas que ellas tienen que ir cumpliendo”, describe.
Cristina Matossian apunta que “ahora con la pandemia, todo ese trabajo se está realizando a través de llamadas telefónicas y, cuando se puede, videollamadas por Zoom, aunque no todas las familias cuentan con conexión a internet. Pero el vínculo se ha hecho más estrecho porque ahora tienen el número de las asistentes y psicólogas, y ante el menor problema, al toque las llaman. Como verás, es un trabajo en el que no se descansa ningún día, ni siquiera los fines de semana”.
Nuevo Futuro realiza este trabajo en el barrio de San Genaro (Chorrillos), que se extiende en las faldas del Morro Solar. “Nuestras trabajadoras tienen prohibido quedarse más allá de las cinco de la tarde, porque es una zona un poco movida, pero a veces se demoran conversando, y Dolly, una de nuestras psicólogas, bajó caminando el morro un día un poco tarde y, ¡jua!, la interceptó una mototaxi para asaltarla. Ya estaban a punto de quitarle el celular cuando otro de los chicos le gritó ‘¡aguanta!, ¡es la señora que ayuda a tu mamá, la que visita tu casa!’. Ahí nomás la subieron a la mototaxi para ayudarla a encontrar movilidad. A tal punto se ha integrado nuestro programa en esa comunidad. ¡Felizmente Dolly llevaba su chaleco que la identificaba!”, cuenta Cristina.
El programa de líderes “Acercándonos. Formando formadores” ha beneficiado a 597 púberes y adolescentes hasta el momento, y “Semillas. Aprendiendo en familia”, a 802 familias.
“Si el patronazgo resulta un éxito, sería genial porque ese presupuesto que antes iba a los hogares se podría destinar a los otros programas, que son los que evitan el abandono de los niños en sus núcleos familiares”, opina Sandra Galdós.
Hogar, dulce hogar
Pasan los minutos en el hogar de acogida de Villa El Salvador y, mientras esperan la hora de almuerzo, los niños saltan en una cama elástica, patean una pelota en el jardín y juegan con dinosaurios o muñecas. Frances Portugal está en el piso, jugando con ellos.
Frances, o ‘Mamá Pachi’, como la llaman los niños, es argentina, pero está casada con un peruano y vive en nuestro país desde hace décadas. Durante veintidós años fue voluntaria del Hospital del Niño y ahora es la presidenta del Programa de Voluntarias de Nuevo Futuro. “Empecé viniendo un día, luego dos, tres, cuatro, cinco, hasta que ya casi visito los hogares todos los días”, recuerda Frances.
Tiene tres hijos, aunque confiesa que le hubiera gustado tener veinte. “Mi marido me dijo ‘ves a tantos chicos todo el tiempo que vas a tener tres oficiales y un montón extraoficiales’”, cuenta Frances.
Todos los miércoles de verano, Mamá Pachi organiza excursiones con los niños a la playa Embajadores, en Santa María, hasta donde llegan todos con sombrillas, tablas de surf, juguetes playeros y se quedan a pasar el día. Allá almuerzan y comen helados de postre. “Es su vitamina para que, a partir de marzo, hagan un buen año escolar”, indica Frances.
Los trabajadores del hogar también han desarrollado un vínculo más que fuerte con los niños. “Yo no tengo hijos, pero aquí fue la primera vez que me llamaron papá”, indica el educador Jacob García quien, al ser el único hombre en la casa, adopta el papel de la figura paterna.
Pero quien pasa casi todo el día con los pequeños es Heidi Ludeña, la madre cuidadora, a quienes todos los niños, sin excepción, llaman mamá. “Desde la mañana hasta la noche, me dedico al cuidado personal de los niños para que logren su desarrollo integral: alimentación, salud (lavarse los dientes, bañarlos) y educación. Mi función también es jugar con ellos, escucharlos, corregirlos cuando es necesario, establecer su rutina diaria, enseñarles valores… En pocas palabras, ser su mamá. Nuestro objetivo es que ellos se puedan adaptar a una familia cuando sean adoptados, lo cual puede ser un proceso largo”, explica Heidi.
“Después de doce horas de trabajo con quince niños, una termina muerta, cansada, pero la cantidad de amor que has recibido es irremplazable. Vienen, me abrazan y me dicen ‘te quiero, mamá’. Eso es muy gratificante”, cuenta Heidi.
Melissa Ruiz, la psicóloga de Nuevo Futuro, afirma que esa es la parte más importante. “El mejor regalo que se puede dar a estos niños es la oportunidad de generar un vínculo afectivo. Si un niño no lo desarrolla a esta edad, más tarde no lo podrá hacer, ni con su esposa, sus hijos, ni con nadie. Sentirse querido a esta edad le dará la seguridad para afrontar todo lo que venga adelante en la vida”.
Para convertirte en padrino o madrina, ingresa a: https://nuevofuturo.org.pe/apadrinamiento/
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