El abogado y coleccionista reflexiona en esta conversación sobre los próximos retos del museo de arte de lima: Su supervivencia financiera, una nueva visión que lo convierta en el punto de encuentro de todos los sectores de la sociedad limeña y la necesidad de mantener una mirada transversal que incluya a todas las manifestaciones artísticas, más allá de las opiniones políticas de sus creadores.
Por Renato Velásquez Fotos David Torres
Después de dieciséis años en la presidencia del Museo del Arte de Lima (MALI), Juan Carlos Verme tiene sucesor: se trata del abogado y coleccionista Alberto Rebaza, quien ha desempeñados diversos cargos en la institución desde 2005, cuando entró a formar parte de su patronato, en el marco de una convocatoria de rostros entonces nuevos al interior del museo.
En los siguientes años participó en la creación del Comité de Adquisiciones de Arte Contemporáneo, que llegó a presidir en 2015. La aparición de este comité fue disruptiva en el mercado nacional del arte porque, después de muchos años, un museo comenzaba a comprar de forma consistente y sistemática obras de artistas peruanos en actividad. Sus compras tuvieron dos efectos inmediatos: el impulso a las carreras de los creadores cuya obra se valorizaba y la dinamización del circuito local de galerías.
Para entonces, Rebaza ya estaba en el Consejo Directivo del MALI. Se convirtió en segundo vicepresidente desde 2017 y, hace unas semanas, la asamblea lo eligió como flamante presidente.
¿Qué balance haces de la gestión de Juan Carlos Verme?
Es muy importante rendir homenaje y reconocer el trabajo de Juan Carlos, entre otros miembros del consejo directivo anterior, como Oswaldo Sandoval, Efraín Goldenberg o José-Carlos Mariátegui. La llegada de Juan Carlos fue clave para el museo. En los dieciséis años bajo su liderazgo, el museo dio un gran salto académico y curatorial, y desarrolló esa ambición de convertirse en uno de los mejores museos de Latinoamérica.
Durante su gestión se montaron muchas exposiciones emblemáticas, de las cuales varias se exportaron, y tuvo el talento para atraer a personas muy valiosas para que integraran el patronato o los diferentes comités. También hay que destacar su generosidad para apoyar al museo.
¿Cuáles son tus principales desafíos como nuevo presidente del MALI?
Es imposible responder esa pregunta sin tener en cuenta el contexto coyuntural que tenemos, no solo el político, sino también el de la pandemia y los problemas que ha ocasionado. Sumado a esto, el país ya venía en desaceleración económica. Esta mezcla de factores ha afectado a todos, y el MALI, que es una institución privada sin apoyo del Estado, no es ajeno a eso.
Entonces, el primer reto es enfrentar estos momentos complicados y mantener el museo a f lote, teniendo en cuenta que estamos en una situación muy delicada económicamente. Hay que seguir convocando personas y empresas que nos puedan ayudar en esa labor.
El segundo reto es volver a llenar el MALI de visitantes. Manteniendo el mismo nivel curatorial y académico, queremos que el MALI sea un lugar de orgullo de la ciudad, al que la gente joven de todas partes de Lima acuda como punto de encuentro. Nos gustaría que la experiencia del visitante sea más divertida y juvenil, que se llene de niños todas las mañanas, como sucede en los principales museos del mundo, deseosos de reencontrarse con ese gran bagaje cultural que tiene nuestro país. Recordemos que el MALI es una mirada artística transversal a toda la historia del Perú: tenemos precolombino, virreinal, republicano, indigenista, moderno y contemporáneo.
Este es un reto que no solamente va por las muestras, sino por el mismo concepto del museo: que sea un lugar de encuentro con conciertos en las afueras, conversatorios… que niños con sus padres puedan pasar el día aquí, teniendo además el hermoso Parque de la Exposición. Para nosotros, este es un reto clave.
Muchos de los museos privados del Perú dependían directamente de los ingresos por boletería, algo que la pandemia cortó de raíz, y hoy atraviesan serias dificultades económicas. ¿Cómo se financia el MALI y cómo han hecho para sostenerlo durante más de un año sin visitantes?
Es muy duro. El MALI se financia principalmente de cuatro formas: los ingresos por visitas, la escuela de arte y sus programas de educación en diferentes zonas del país, el generosísimo apoyo de patronos y donantes, que en estas circunstancias son quienes han hecho posible que el MALI sobreviva, y fuentes privadas que colaboran con proyectos como la muestra “Inca”, que queremos que sea la exhibición más importante sobre los incas que se haya montado en el país. Para ello tenemos una colaboración del gobierno suizo, que nos va a permitir pagar en parte esa muestra.
Acá tengo que agradecer a muchísima gente que, a través de programas como el Patronato del Museo o Amigos del MALI, o donaciones directas, han hecho posible que el MALI siga en pie. Como verás, es todo esfuerzo del sector privado personal y empresarial, y es un gran reto mantener el financiamiento de la institución.
POLÍTICA Y ARTE
Ya que estamos a punto de un cambio de gobierno, ¿qué políticas de Estado es necesario apuntalar para ayudar a los museos privados del país, no solo el MALI, sino también el Larco, Amano, entre otros?
Es importante apoyar a los museos con políticas públicas, porque son cada vez menos espacios de atesoramiento de colecciones, y cada vez más puntos de encuentro y conexión con el arte y la historia. Entonces, cuando hablamos de apoyo del Estado no es para que los museos tengan más obra, sino para que sean capaces de recibir más gente y generar ese reencuentro. Bueno, eso no existe y seguimos dependiendo del esfuerzo privado. Ojalá se pueda complementar con apoyo público. Yo, la verdad, soy pesimista respecto a esto último.
Te pongo un ejemplo muy claro: había empresas interesadísimas en participar de la ampliación del museo a través del esquema obras por impuestos. Iba a consistir en la construcción de cuatro niveles subterráneos para ampliar la zona de exposiciones. Sin embargo, hasta ahora toda la parte burocrática ha impedido que eso se lleve a cabo.
Las últimas elecciones han sido muy polarizantes y el mundo del arte no ha estado exento de esa división. Algunos artistas, como Ramiro Llona o Aldo Chaparro, denunciaron en redes sociales la existencia de una supuesta “lista negra” en algunas galerías para no comprar obras de artistas que hubieran manifestado su apoyo al virtual presidente Pedro Castillo. ¿Qué opinas de esta situación?
En línea con el comunicado que emitió el MALI, creo que la libertad de expresión es un derecho irrestricto de todos los ciudadanos para emitir su opinión sobre temas ideológicos y sobre lo que sea. Sin embargo, creo que esas opiniones tienen que estar enmarcadas con empatía, amabilidad y respeto. Yo estudié en la PUCP, y tenía amigos de izquierda, derecha, comunistas… y uno puede debatir, discutir y ser amigo de personas con diferentes posturas ideológicas. En la universidad, esas discusiones eran aún más apasionadas y, aun así, se mantenía la amistad. Creo que ahora no debería ser distinto.
El MALI siempre ha sido un lugar plural de manifestaciones artísticas, y no solamente por esa visión transversal que se debe tener del arte peruano, sino que, si tú ves la colección de arte contemporáneo del MALI, es un ref lejo de la apertura del museo hacia las diferentes manifestaciones artísticas, con diversos contenidos políticos y diferentes miradas sobre la realidad peruana. Y esa apertura se da con diferencia de lo que las personas adentro del MALI puedan pensar sobre tal o cual evento en particular. Es perfectamente posible esa convivencia. Por eso pensamos que el MALI y el arte deberían unir lo que la política ha desunido.
Lo que sucede, Alberto, es que muchas veces la gente puede confundir a las instituciones con las personas. En uno de los posts que te comentaba, Ramiro Llona escribía: “No sé qué pensar del nuevo director del MALI”, refiriéndose a ti. Esto porque tu estudio de abogados, Rebaza, Alcázar & De Las Casas, y desmiénteme si no es así, está participando en la impugnación de actas a favor de la candidata Keiko Fujimori. Y ahí algunos ven un ‘link’ con la posible actitud que podría tomar el MALI.
Eso responde a estos tiempos, donde el mundo de las redes y la inmediatez hacen que las personas tomen posiciones sobre informaciones que no son correctas, y luego hagan suposiciones que son aún más incorrectas. En mi caso, aunque no hubiera tenido nada de malo, y como ya se ha dicho, mi estudio no ha participado como tal en ningún tipo de defensa vinculada a la actual coyuntura política electoral. Esto ya ha sido aclarado en distintas instancias. Lo que ha sucedido, como en otros estudios, es que personas naturales, a título individual y de manera voluntaria, han participado en el ejercicio libre de su derecho.
En todo caso, para mí lo importante es que todos debemos tener el derecho, la libertad y la tranquilidad de poder opinar lo que queramos respecto a nuestras inclinaciones políticas, ideológicas, sexuales, de todo tipo. Y este derecho corresponde a todos, a los de un lado y del otro. Y ojalá esa libertad de expresión pueda ser efectuada con el respeto de la otra parte. A mí me parece que, en una discusión álgida, no solo el respeto sino la empatía son importantes para, si bien no llegar a un acuerdo, por lo menos reconocer la parte aceptable que pueda tener la otra posición. Además, el museo es una institución que está más allá de las personas.
Yendo a cuestiones más pragmáticas, ¿va a haber nuevo director o directora del MALI pronto? ¿Qué perfil están buscando?
Tenemos tres puestos curatoriales y pronto va a haber un cuarto, que apuntan a curaduría en Arte Contemporáneo, Sharon Lerner, Arte Colonial, Ricardo Kusunoki, Arte Precolombino, que ya estamos muy avanzados para la contratación, y una curadora auxiliar, que es Zaida Espinoza. Y tenemos a un director de Transformación que es José-Carlos Mariátegui. En enero del próximo año ya vamos a tener a la directora del museo. Ya lo tenemos conversado y lo haremos público en esa fecha. El perfil está muy de la mano con la nueva visión del museo: dejar de ser un lugar solemne para convertirse en un punto de reencuentro de diferentes perfiles de ciudadanos.
MERCADO Y COLECCIONISMO
¿Cuál es la situación del mercado del arte peruano actual?
La situación es muy dura. Yo creo que ha habido un proceso de reinvención muy potente con la situación del covid: artistas que han comenzado a vender directamente a través de sus redes sociales, la gente está más abierta a comprar de forma virtual, todos se han puesto las pilas en ese esfuerzo. Pero el Perú ya venía de una desaceleración desde 2016, luego vino el covid, y luego esta crisis política que a todos nos tiene enredados. Es una pena porque, como país, nosotros veníamos haciendo las cosas correctas en cuanto al mercado del arte. Hasta hace muy poco éramos el país envidiado de Latinoamérica.
A mí me invitaban a dictar conferencias y me preguntaban: “¿Cómo están haciendo los peruanos, que son un mercado relativamente chico, para hacer las cosas que están haciendo?”. Teníamos artistas importantes que estaban afuera del país, las ferias… El Comité de Adquisiciones fue un empujón, y creo que las cosas iban bastante bien. Por las razones que mencioné, ahora el mercado está muy golpeado. Esperamos que, superados estos problemas, pueda haber una recuperación.
Alberto, tú no heredaste tu colección de tus padres o tus abuelos, sino que la formaste desde cero. ¿Qué consejo les darías a las personas jóvenes que están interesadas en empezar a armar su colección y no tienen idea de cómo arrancar?
Yo recibí este consejo cuando estaba en esa misma situación: no inviertas plata, invierte tiempo. Creo que es lo principal. Dedicar tiempo a visitar galerías, museos, talleres, ferias… Ahora tenemos unas ferias de arte en Lima fantásticas que cuando yo empecé no existían; tenemos las subastas del MALI. Hay mucho donde aprender. Y esto es importante, porque a medida que uno va viendo, uno mismo va estableciendo qué es.
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