Joan Alfaro es el mayor representante del surrealismo andino. En setiembre, se convertirá en el primer peruano en contar con una exposición propia en el Museo del Louvre. El artista cajamarquino se sinceró con Cosas sobre su evolución como pintor, así como el valor del arte como terapia.
Por Sergio Herrera
¿Cómo has asimilado el honor de ser el primer peruano en exponer en el Museo del Louvre?
Con mucha ilusión como cualquier artista de estar en un lugar tan importante como el Louvre. Es quizá la cumbre para un artista y para mí, todo un sueño cumplido. Lo tomo con mucha humildad, porque en realidad, la dedicación y la paciencia que he tenido para el arte ha sido lo esencial para afirmar que este esfuerzo ha valido la pena. Y sentirse orgulloso del proceso de trabajo es fundamental.
¿En qué momento diste el salto del dibujo a la pintura?
Desde muy niño. Me encantaba pintar y mi mayor anhelo a los 15 o 14 era frustrante. Porque yo quería que mi dibujo lo pudiese plasmar en pintura por el afán de verlo real. Pero para mí era imposible. No sabía cómo hacer para que lo que esté dibujando en una época sin tecnología donde quería ver el dibujo en una tela o lienzo. Me parecía imposible. Ciertamente, la perseverancia, la decisión de tomar el arte, tener libros y buscar material, toda esa persistencia dio la experiencia de los años. Como no tuve profesor ni corriente, la tuve que formar a partir de pintores.
He tenido varios mentores. Van Gogh y Modigiliani fueron los más importantes. Aunque del Impresionismo, me enamoré del color que es algo que siempre he intentado destacar. Siempre explorar el color. Me gustaba mucho verlo en mis cuadros, porque proporciona mucha energía. Y es algo que he hecho mucho a lo largo de los años.
El éxito tras un autodidacta
¿Por qué decidiste ser un artista autodidacta?
No quiero discrepar ni decir nada malo sobre la Escuela de Arte de Cajamarca, pero ciertamente en los noventa, la enseñanza era muy pedagógica y no me hacía sentir muy cómodo en un aula. Fue muy triste, porque quería pintar y aparte llevar una carrera. La decisión que tuve al final fue dejar los estudios y aprender solo. No dejé de estudiar, porque seguí con un profesor particular y los libros.
Yo pienso que la oportunidad para el artista está, siempre va a haber una puerta, pero hay que tomarla con celeridad del caso. Porque tú puedes tener el mayor ingreso, las mejores puertas abiertas, pero sin interés no vas a conseguir nada en la vida. A mí me pasó eso. Tuve que tener un interés con bastante presión, pero finalmente me entregué al arte y seguí mi camino. A pesar que hubo dificultades como encajar artista en Cajamarca. Había el estereotipo de que para ser «alguien en la vida» se debía ser abogado o médico.
Para ti, ¿qué debe hacer un artista autodidacta para no perder el rumbo?
Ciertamente es empeño y perseverancia. Si tú no tienes una disciplina y un orden acabas creyendo que te va bien un ratito y te conformas. Eso muchas veces pasa y entonces se acaban tus oportunidades. Puedes llegar a un momento donde dices que hasta acá es suficiente y te metes en otro rubro. Así que para permanecer en el arte, hay que ser constante, pero también no ser afanoso con los temas que buscas para tus obras. Mientras trabajes, aparecerán ideas y oportunidades.
Yo, por ejemplo, en los últimos años en los últimos años he tratado de reflejar mi lado sentimental en mi pintura, porque esto ha sido lo que vino tras años de trabajar la inspiración. No es que lo haya buscado. Si no que ha llegado en el momento que me encontraba pintando como todos los años y mostrando el arte.
Según tu experiencia, ¿cómo se puede triunfar como artista independiente en el Perú?
Podría asegurarte que no es indispensable un título fuerte o muchas relaciones públicas. No niego que sean importantes, sino que lo que falta en realidad es invertir en tu arte. Eso no significa hacer merchandising con el único objetivo que todos te vean. Porque eso ya parece un negocio, más que visibilidad de tu obra. Lo que yo enfoco y enfatizo es la imagen propia a través de un representante.
Eso me pareció importante, porque la representación no la manejaba bien, pero estaba una persona detrás haciendo estas gestiones. Y lo que me permitía a mí era subsistir con el arte, pero, sin embargo, concentrarme en él. Todos los días me dedico a pintar, no me ocupo ni de redes ni gestiones comerciales. En el caso de mi representante, él se dedica a hacer marca con mi imagen, con Tottus, Faber Castell. Con marcas que competan con el arte, pero son empresas las que hacen, las que invierten en un artista. En este caso, yo no invierto para que me hagan publicidad, sino es todo lo contrario.
Yo te diría que sí hay oportunidad para todos como artista. Y hay un desempeño, pero uno tiene que dejarse ayudar. El yoísta está mal, porque abarca demasiado. Tienes tiempo para pintar la mitad, y tiempo para gestionar la mitad. Pero zapatero a su zapato. Por ejemplo, hay una persona detrás de mis redes que gestiona las fotos y los videos. Y eso me permite concentrarme en pintar, eso produce calidad a la larga.
Ahora qué te estás enfocando en mostrar tu arte al público, ¿cómo ha sido la acogida de tu exposición Carnaval?
Muy buena la verdad. Siempre ha sido gratificante participar aquí en Lima. Ya me siento caserito acá, porque tengo más de cinco años exponiendo acá en Lima. Para mí es especial estar aquí, porque siento que tengo un público que aprecia el arte y porque estando acá tengo vigencia. Y esto me ha generado puertas y relaciones que me han empujado a algo mayor. Entonces, esa muestra Carnaval ha sido después de la pandemia, un periodo difícil. Pero logré también exponerla en París y después la expuse aquí en mayo, en San Isidro. Todas ellas han sido importantes, porque han tomado su lapsus, su tiempo. Ciertamente me han permitido vigencia y continuidad en mi arte.
¿Qué suele comentar el público sobre tus obras?
Siempre estoy atento de los comentarios en las redes y también ciertamente cuando estoy en las exposiciones, veo que la gente lee mis cuadros sin necesidad que yo explique algo, porque también soy consciente que cada interpretación es acertada. Si el cuadro te dice algo, a uno le va bien. Si produce sensibilidad o hay alguien percibe que el artista desea mostrar algo está bien. Cuando una canción o película no te dice nada, es triste sentirse así. Pero cuando el público tiene mucha comunicación con la obra, es gratificante.
¿Cómo quieres que el mundo perciba a Cajamarca en tus pinturas?
En Cajamarca si bien es cierto me encuentro en el comfort, en la calidad de estar en paz, rodeado de bastante verde, bastante vegetación, es un lugar inspirador para mí. Allí me sensibilizo y es donde nace mi arte. Es fundamental estar allí, porque es donde encuentro el comfort y la paciencia. Yo siento que, en otro lugar como Europa o Lima, corro. Ciertamente voy a mostrar el trabajo, pero no me hallo allí buscando la inspiración que encuentro en mi ciudad natal.
Y solo pintas en Cajamarca…
Claro, allí están mis hijos también. Dedico mi tiempo a ser artista y padre. En ambos aspectos trato de mantenerme al cien y esa disciplina me permite eficiencia. Lo he encontrado con la madurez y ahora me siento más parametrado con esas cosas. Y se ven los resultados.
Se te considera como un precursor del surrealismo andino, ¿compartes ese concepto o cómo definirías tu obra?
Ciertamente es surrealista. Por ahí parto. Mi trabajo es surrealismo, pero la palabra andino viene a fusionarse con mi trabajo, porque en realidad si bien te cuento que hay temas personales, he ido fusionando eso con la identidad regional. En ese caso, todos mis personajes han sido basados en el tema andino en el estilo costumbrista de Cajamarca, Cuzco, Arequipa, entre otros. Entonces, fusionar eso con la belleza de la mujer cajamarquina, a personajes míos, eso ha sido clave en la imagen.
Hacía representaciones de personajes que existen en Cajamarca y aparte de ello, les metía los trajes que me parecían por estética “bonitos” para ponerlos en los personajes. Porque había mucha diversidad andina para mí. Y eso expandió mi arte, porque no hay límites en el surrealismo. Eso fue clave para estar en marca Perú, para identificar muchas empresas. E incluso ayudó a que en los medios y la prensa se identifique mi arte como peruano
El arte como catarsis
Otro elemento central en tu obra son las mujeres, ¿para ti qué representan ellas en el arte?
Yo he tenido veinte años de continuos periodos en el arte. No te diría que evolución. No es que pinte mejor antes. Siempre hubo un cambio por madurez y evolución emocional. Yo estaba buscando siempre esa facultad de decir que he estimado siempre las etapas. Y las últimas fueron sensibles, porque ciertamente tuve una hija que falleció. Esto hizo de cierta forma que yo descargara en el arte, ese pedazo que sea incompleto. Fue un costado de mi vida que me costó publicarlo que se entendiera. Pero lo hice a través del arte.
Yo comencé a pintar más niñas ojonas por esa razón. Luego de eso me gustó el estilo que yo lograba por eso y empecé a hacer así a los personajes, pero partí de un punto. Fue como una descarga de emociones. Curiosamente, con el tiempo me fue mejor, porque no solo crecí en lo artístico sino en lo emocional. Esto fue lo más esencial en mi vida. Yo tuve que sobrevivir a mi dolor, y lo hice a través del arte.
Entonces, el arte ayuda a afrontar las crisis personales…
Sí, el arte cura muchas cosas. Ciertamente me ha ayudado en muchos aspectos personales. Más aún cuando uno vive del arte como yo. También he sentido que me ha sanado y me ha hecho escaparme de muchas cosas. Y centrarme también por los hijos. Por el mismo hecho de creer que voy a vivir el arte y hacerlo bien. De no saber si hacerlo bien o si creer que va a ser siempre así. Porque uno nunca se olvida que la fuente principal es que somos muy independientes. Nosotros no dependemos de un sueldo fijo ni un seguro. Es como que tu día a día y los altibajos llegan a ser parte de tu vida cotidiana. Te acostumbras a ellos y eso hace que vivas intensamente.
Fuiste un niño solitario, ¿ser introvertido contribuye a una visión artística más amplia?
Puede ser. Lo he pensado ampliamente. También ahora. Yo vivo en el campo, comparto a mis hijos una semana y en el momento que estoy solo, comparto muchos recuerdos de la soledad que a mí me gustaba. Porque me hacía imaginar muchos mundos y detalles en el cual yo me sentía cómodo. No sé si me asustaba antes decirlo, porque no deseaba acostumbrarme a la soledad. Pero la usé, la supe usar. A veces estoy muchos días solo, por ejemplo. Y me concentro. A veces ni siquiera pinto, solo vivo en el campo y medito.
¿La pandemia ha influido en tus obras?
La muestra que expuse en París fue una catarsis del 2020 en plena pandemia. Fue clave, porque durante la pandemia me sensibilicé en todo sentido con el arte y comencé a crear personajes que tenían que ver con enfermeras. Hicimos curaciones, un homenaje a los policías, al personal de salud. En general esas cosas. También ilustré sobre estos temas durante el encierro. Y con el tiempo, todas estas obras que hice en pandemia las expuse en París. Esto fue en diciembre y fue un paso importante. Había mucho material sensible por la pandemia. En todo momento he estado presente. No solo en la evolución, sino en la experiencia vivida en ese mismo momento.
¿Y qué expectativas tienes de tu exposición en París?
Estoy convencido de que si bien esto ha sido gratificante como noticia, aún estoy sentado tranquilamente hasta el momento en que deba volar y sentirme allí con nuevas formas de responder todas esas emociones que tengo. Hasta ahorita las tengo allí, congeladas hasta este momento. Que ya es una realidad, sí, pero aún tengo los pies sobre la Tierra. Yo me veo pintando y volviendo a mi estudio a pintar. Que es lo que en realidad me gusta hacer. Y lo que pase ya lo dejo a mi arte y a mi representación que se encargan de todo eso.
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