Pocos estudios de arquitectura y diseño se aproximan a los proyectos como lo hace Rafael Freyre. En esta oportunidad, la remodelación de un departamento en Magdalena sirve como ejemplo de lo que se puede conseguir cuando se trabaja al servicio de una mirada local y sostenible, con gran respeto por lo que está detrás de cada elemento.
Por Giacomo Roncagliolo Fotos Juan Pablo Murrugarra
Convocar al Estudio Rafael Freyre para un proyecto implica poner sobre el tablero una filosofía de trabajo inusual en nuestro medio. Allí donde otros resolverían con pragmatismo, economía y una estética elegida de antemano, el equipo de especialistas de Rafael Freyre suma el requisito de trabajar con materiales naturales y locales, cuya factura artesanal dé como resultado piezas únicas. Se trata de un enfoque mucho más complejo, profundamente comprometido con la cadena de producción y con todos los procesos detrás de cada espacio. El arquitecto y diseñador que da nombre al estudio –director creativo y fundador del mismo– profundiza sobre su filosofía de trabajo a propósito de un proyecto que pone de manifiesto este compromiso.
Elegir las batallas
La historia de esta obra comenzó con un requerimiento muy particular: que la constructora entregase el departamento en casco, sin acabados, de tal forma que fuera el equipo de Rafael Freyre el que se encargara de desarrollar todos los elementos faltantes, facilitando así la remodelación. Este trabajo, si bien abarcó toda la vivienda, destinó sus mayores esfuerzos a determinados espacios cuya importancia el estudio considera neurálgica.
“Siempre tratamos de convencer al cliente de que la cocina sea uno de los grandes espacios de la vida diaria. Como país, tenemos una diversidad increíble de insumos y tradiciones. Nuestras cocinas deberían reflejarla”, explica Freyre, a quien le resulta inevitable encontrar constantes paralelos entre gastronomía, arquitectura y diseño. Todos estos, vale decir, son campos en los que nuestra biodiversidad debería constituir una ventaja que muchas veces, lamentablemente, no es aprovechada. “En el Perú hay miles de minerales y piedras decorativas que son tratados como desechos de las excavaciones. Tenemos ónix, mármoles, granitos, basaltos, balastros y travertinos que siempre deberían usarse dentro de nuestra arquitectura e interiorismo”.
En segundo lugar, el ojo del estudio estuvo puesto en los espacios cotidianos donde el habitante fuera a tener contacto físico con el agua. “Los baños son muy importantes; siempre lo han sido”, sentencia el arquitecto, quien creyó esencial elegir estos ambientes como otras de las áreas con mayor inversión. “La arquitectura peruana, desde sus orígenes precolombinos, desarrolló siempre una relación muy intensa con el agua. Y nosotros tratamos de que esta idea pueda transformarse y hacerse contemporánea a través de algunas piezas”.
El valor del trabajo humano
“Piezas” es aquí la palabra clave. Parte de la estrategia de Rafael Freyre consistió en elegir zonas puntuales del departamento en las cuales realizar intervenciones con piezas únicas fabricadas con materiales naturales y locales. Así, en la cocina encontramos una mesa escultórica de bar trabajada en mármol y granito, mientras que en los baños los lavatorios presentan aquella cualidad humana del trabajo artesanal, con cajoneras producidas con madera pumaquiro, procedente de la Amazonía peruana.
La gran suerte de este proyecto, aquella que permitió que el estudio pudiera llevar a cabo su visión, fue contar con una pareja de clientes dedicados al arte, quienes se mostraron muy abiertos a colocar piezas de carácter escultórico que pudieran dialogar con la colección que ellos ya tenían. “Nosotros siempre buscamos que el espacio habitable sea híbrido, donde los lenguajes del arte, el diseño, la artesanía y la arquitectura puedan relacionarse para crear una experiencia interior mucho más intensa y profunda”, cuenta el arquitecto.
Finalmente, de lo que se trata es de desarrollar espacios que tengan un vínculo con los materiales, las técnicas y los imaginarios locales. El resto, por supuesto, consiste en encontrar un balance entre estos procesos manuales, de mayor duración e inversión, y otros que impliquen trabajar con materiales y productos industriales, más prácticos y accesibles. Como explica Freyre, “a veces, lo que planteamos al cliente es trabajar espacios donde los protagonistas sean las piezas locales y donde el complemento, en un treinta por ciento, sea mobiliario industrial o foráneo”.
La filosofía que predica Rafael Freyre apunta a encontrar, poco a poco, la manera de plantear una arquitectura y un diseño contemporáneos que, desde nuestro localismo, puedan desarrollarse más ampliamente de lo que lo han hecho hasta ahora. Para ello, el primer paso es poner en valor la altísima calidad de nuestras materias primas, así como la multiculturalidad y diversidad de nuestras tradiciones, que felizmente hoy en día continúan vivas. Solo así podremos generar un modelo de desarrollo propio que sea competitivo y único, y que logre apreciar y aprovechar la cadena de producción que antecede a la belleza y funcionalidad de nuestros hogares.
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