COSAS mantuvo una conversación con Fernando Iwasaki, quien, con grandes dosis de humor, nos habló sin tapujos de Lima y Sevilla, de España y el Perú, del arraigo y la pertenencia, y de la lengua y la literatura. Además, nos aclara por qué una noche en una peña criolla siempre será superior a un tablao flamenco.
Por José Mª López de Letona
Un encuentro con Fernando Iwasaki (Lima, 1961) es un placer en el que uno tiene la sensación de haber asistido a una inesperada clase magistral. Encasillarlo es tan complicado como enfrentar a un estudiante de Letras a un examen de geometría euclidiana. ¿Es peruano o español? ¿Limeño o sevillano? Se considera “limeño y sevillano, andino y andaluz, peruano y español, europeo y latinoamericano, oriental y occidental, terrícola y –para qué vamos a negarlo– un poco alienígena”.
Iwasaki parece estar muy ocupado corriendo a dar clases, impartir conferencias o asistir a coloquios, pero siempre está dispuesto a tomar la penúltima y alargar la tertulia si la conversación lo merece. Su aspecto (lentes, melena alborotada) es un poco de profesor despistado, y su humor es rápido e incisivo, agudizado por su exquisito dominio del lenguaje. Al hablar, mezcla limeñismos con jerga sevillana y vulgarismos con un lenguaje muy culto, casi rayano en lo arcaico. Esta habilidad la despliega en su inimitable modo de escribir, y le permite jugar a moldear las palabras como si fueran plastilina. El mes pasado publicó el libro “Célula Padre” (Ed. Renacimiento), una hilarante e inteligente recopilación de textos variopintos. “La editorial quería que fuera una antología de cuentos”, explica. “Pero yo preferí incluir ensayos, prólogos, columnas, microrrelatos, cuentos, capítulos de novelas y artículos de toros, fútbol y flamenco, porque me divertía que ‘Célula Padre’ fuera como el resultado de una biopsia”. ¿Por qué una biopsia? “Porque ya estoy en edad de que me practiquen alguna, y solo espero que el humor sea benigno”.
Andino, oriental y occidental
El pretexto (que no el motivo) de esta entrevista son las próximas Fiestas Patrias. Le pregunto qué opina de que en el Perú sea obligatorio ondear el pabellón nacional so pena de multa, algo inconcebible en España, donde enarbolar la rojigualda es visto como una provocación y se asocia a la extrema derecha. ¿Estamos haciendo algo mal? “En España, por supuesto”, sentencia Iwasaki, “pero la multa peruana también me parece fatal. En el Perú, lo que se penaliza es la negligencia, mientras que en España lo que irrita es la propia bandera nacional. Todas las izquierdas latinoamericanas son patriotas, y sus banderas forman parte de la retórica revolucionaria. Por eso no entiendo a las izquierdas españolas, que repudian los símbolos nacionales que los representan a todos, para refugiarse en banderas autonómicas, extemporáneas, deportivas o exclusivas de apariencia inclusiva”.
El mestizaje es uno de los mayores acervos del Perú. ¿Sigue teniendo una connotación negativa?
Hasta los años ochenta la tenía, sin duda, porque el Perú no ha dejado de ser un país racista. Cuanto más conozco México –por ejemplo–, mejor comprendo el orgullo de los mexicanos por su arte indígena, y esa es solo una de las consecuencias de la revolución que tuvieron a comienzos del siglo XX. En México, las mujeres más sofisticadas suelen vestir prendas, tejidos y joyas de artesanía indígena. Muchos mexicanos elegantes llevan camisas bordadas con motivos indígenas. En el Perú, por desgracia, estamos muy lejos de todo eso.
En una ocasión mencionaste un restaurante de comida japonesa al que ibas con tu padre de niño. ¿Tus padres cultivaban las raíces ítalo-japonesas?
Mi papá nos llevó desde muy chicos al restaurante Oeste, de los Barrios Altos, porque era amigo del señor Kunigami. No era consciente de que allí mi papá conversaba en japonés con otros amigos de la colonia japonesa, porque yo me quedaba hechizado contemplando cómo picaban los pescados en la cocina.
Perú tiene la comunidad asiática más grande de Sudamérica. ¿Existieron relaciones entre países como China y Japón con el Perú ya en tiempos de la Colonia?
Las relaciones transpacíficas entre Asia y el Perú están documentadas desde el siglo XVI, y a ese tema dediqué un libro que ya lleva tres ediciones desde 1992. La tercera la prologó Serge Gruzinski para el Fondo de Cultura Económica en 2021, y me atreví a agregarle un epílogo sobre las noticias de la China que manejaba el Inca Garcilaso. Los grandes flujos migratorios de Oriente llegaron a lo largo de los siglos XIX y XX, pero durante el virreinato también hubo residentes asiáticos provenientes de China, Japón, India y Filipinas.
Parece que Lima no deja indiferente, suele despertar amor u odio. ¿Qué sentimientos provoca en ti? ¿Hay algo que extrañes después de cuatro décadas?
Todo lo que extraño de Lima ya no existe. La Lima de mi memoria es como La Habana de las novelas de Cabrera Infante, la Sevilla de Luis Cernuda o el Dublín de James Joyce: una ciudad abolida que solo puedo recrear con la memoria y la melancolía.
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