Hernán Díaz, nacido en Buenos Aires y establecido en Nueva York, ganó este año el Premio Pulitzer con su segunda novela, “Trust” (“Fortuna”). Conversamos con él aprovechando su paso por la Feria Internacional del Libro de Lima. No sorprende que la obra haya sido de las más vendidas de la feria. Dividida en cuatro segmentos, la novela explora el universo de las inversiones bursátiles, el rol del dinero en la sociedad y la historia económica alrededor del crack del 29. Todo en torno a la figura de un magnate.

Por Lucas Cornejo Pásara

Con ánimos de salir de mi habitación me dirijo a Domeyer en busca de un café. Es tiempo de feria y hay mucho por leer antes de las entrevistas. Ensimismado, no me percato de tres personas que se cruzan en mi camino. Una me interviene a los dos pasos. Se trata de Guillermo, librero de Book Vivant, que le enseña la ciudad al autor que estoy próximo a saludar. Este es quien le indica “ese chico tiene el libro. Tiene mi libro”. No se equivoca, llevo Fortuna bajo el brazo. La brillante novela que ha hecho que ese escritor argentino o quizás neoyorquino o quizás sueco se ganase el premio Pulitzer con apenas su segunda novela. La primera quedó finalista. Me sorprendo y le adelanto que nos veremos mañana en su hotel.

“Somos viejos amigos”, le explicará Hernán Díaz al día siguiente a la representante de la feria cuando nos presenta. Salimos a la terraza acompañados por Patricio Ghezzi y Cayre Alfaro. Hemos pasado la noche juntos y dormido poco.

Es un genio —nos dice Hernán cuando le contamos que estuvimos también con Alejandro Zambra—. Realmente, en el pleno uso de la palabra. Nos hemos visto muy intermitentemente porque vivimos en ciudades distintas.

Tú enseñas, ¿no?
No, tengo un trabajó raro en la Universidad de Columbia, pero créeme que es muy aburrido de explicar.

Vale. Cuéntame entonces del proceso de investigación de Fortuna. Imagino que meterse en un mundo de tanto dinero y tan lejano.
Bueno, especialmente, en Estados Unidos existe una preocupación por “la investigación”. Me parece una palabra sospechosa. No es un asunto que tenga con vos, sino con la palabra aplicada a la literatura. Es una palabra que viene de las ciencias duras con un protocolo bastante estricto, epistemológico, digamos… Creo que la literatura es un desorden más feliz. Para mí lo que podríamos llamar investigación es solo algo que me permite imaginar de un modo más claro, con mejor foco.

Para mí era muy importante para esta novela, que es sobre un nivel de riqueza exorbitante, no cayera presa de una trampa muy frecuente de novelas que transcurren en este mundo. Hay tantas novelas que supuestamente critican un mundo de exceso, pero leyendo uno nota que la voz narrativa está totalmente fascinada por ese mundo. Termina fetichizando y estetizando el mismo objeto que pretendía criticar. Si te fijás, hay muy pocas descripciones. Es muy austera y eso es muy calculado.

Me interesaba que las acciones mismas no fueran un modo inconsciente o inadvertido de glorificar un mundo que me resulta muy problemático. Quería que se sintiera el peso de la riqueza. Que los lectores vivieran la experiencia de la fuerza de gravedad del dinero, pero de otro modo, sin describir mansiones o yates.

Yo trabajo mucho en bibliotecas. Escribo principalmente en bibliotecas. Porque soy un académico, tengo entrenamiento en trabajo de archivos. Trabajé exclusivamente, salvo dos libros, con fuentes primarias: textos de los años veinte y de los treinta. Fueron desde revistas sobre finanzas, revistas de moda, informes de la cámara del Senado investigando el crack, manuales de transacciones bursátiles…

¿Cómo tomaste que la novela tenga tanto éxito en el mundo financiero? Es curioso y particular porque es una crítica…
A mí también me parece particular. Creo que tiene que ver con que nadie piensa jamás que es el villano de una historia. “No soy yo. Son otros” —ríe y reímos—.

Ayer discutíamos sobre el título, que en inglés es “Trust”, que es muy diferente a “Fortuna”. Ambos me gustan, pero creo que son muy distintos…
Yo siento evidentemente un apego por “ Trust ”, porque así nació el libro. “Fortuna” fue mi sugerencia. La traducción la hizo Javier Calvo. Yo traté de revisar unos aspectos más castizos peninsulares que, como lector latinoamericano de toda la vida de Anagrama, vi. Salvo eso, solo me metí en el título. Quería uno que tuviera una doble faz semántica. Por un lado, fortuna es la riqueza, pero por otro, el destino. “Trust ” funciona de un modo que lamentablemente se pierde en “Fortuna”, que es que el libro, por su dimensión polifónica y coral, es una suerte de invitación a los lectores a preguntarse por los presupuestos y los horizontes de expectativa con los que enfrentamos a ciertos textos. ¿Por qué confiamos en ciertas voces y desmerecemos a otras? ¿Por qué pensamos que ciertos relatos están más robustamente anclados en la realidad referencial y otros son eximidos de tener una relación con la verdad? La novela, en general, trata un poco de esa frontera un tanto evanescente. El territorio de la ficción, de la historia, de la verdad y del mito.

Y tú, como lector, ¿cuándo decides confiar en una novela?
Ahora estoy justo en ese proceso. Empiezo a escribir en mi cabeza mucho antes de escribir en el papel. Además, escribo en papel. Por ejemplo, empecé a pensar en “Fortuna” cuando estaba escribiendo “A lo lejos”. El libro que escribo ahora lo empecé cuando estaba pensando en escribir “Fortuna”. No sabía cuál de los dos hacer primero. Es un momento de bastante terror. Todos ustedes deben conocer esa sensación de decir: “Esto es una mierda, esto no va a funcionar, esto es una locura, a quién le puede interesar esto…” A mí lo que me sirve es leer mucho en relación con lo que estoy escribiendo. Eso ordena un poco el proyecto. Voy tomando copiosísimas notas de mis lecturas y mis ideas. Después escribo escenas iniciales, muy malas, pero que luego hallan su lugar.

Entonces, ¿escribes fragmentariamente?
No. Solo el comienzo. Hay un “creo que comienza así” a partir de una escena. Luego soy un escritor sumamente lineal: voy de principio a fin. En este caso, es diferente por la naturaleza del libro. “A lo lejos” fue escrito de un modo vectorial y secuencial.

El rol del dinero en la sociedad

Me interesa la diferencia entre el valor y el costo de algo. Pienso mucho en que si este libro cuesta veinte euros, para mí vale más. Si no, no lo compraría. Si se tratase del mismo precio por un sándwich, no lo valdría… En la novela se plantea esto del dinero como un abstracto.
Es una pregunta complicada. Hay muchas preguntas dentro. No soy economista, pero lo que decías del valor del libro es algo de lo que Marx habla en “El capital”: la distinción que traza entre valor de cambio y valor de uso. El valor de cambio es el valor que determinada mercancía tiene dentro de un mercado. Generalmente, está relacionada con la oferta y la demanda. Por eso este libro puede valer veinte euros cuando, en realidad, por costos de producción, podría venderse por catorce. Como hay cierta demanda, crece. El valor de uso es la vida material que tiene determinado objeto independientemente de su valor de cambio. El mejor modo de entender la discrepancia entre valor de cambio y valor de uso son los bienes de lujo. Esta pluma –señala mi lapicero– que cuesta…

Díaz durante su presentación en la Feria Internacional del Libro de Lima.

“A mí lo que me sirve es leer mucho en relación con lo que estoy escribiendo. Eso ordena un poco el proyecto”, sostiene Hernán sobre su proceso creativo.

Tres soles…
Podríamos comprar una que cueste cuatro mil. El valor de cambio es totalmente dispar entre ambos precios, pero el valor de uso es el mismo. Entonces, cuando el valor de cambio excede en una medida tan exorbitante al valor de uso, estamos ante lo que Marx llama “el fetichismo de las mercancías”. Las mercancías parecen tomar como una vida propia y están imantadas de un poder místico. Son los bienes de lujo. Marx habla de una mesa que se pone a bailar. Adquieren una vida propia. Son objetos con los que tenemos una relación de hipercatexis, de deseo, que, si damos un paso atrás, ninguna mercancía debería generar eso… Esto se relaciona directamente con el mundo de la novela. Hay un punto en el que la noción de valor en sí está tan desquiciada de lo que es la realidad material, que parece tener una vida propia. Esto es lo que pasa en el mundo de las finanzas. Cuando uno oye acerca de estas transacciones bursátiles en instrumentos totalmente esotéricos, el valor financiero que se genera no tiene ningún correlato en ninguna forma de valor social. Por eso los personajes de la novela no tienen ningún interés en una mercancía tangible. Es todo totalmente abstracto.

“Me interesa mucho escribir sobre cosas que no conozco y aprender escribiendo. Con el tema del dinero, cuanto más aprendía, más me daba cuenta de que tenía que ver con la ficción. El dinero como una ficción que rige nuestras vidas”.

Es hacer dinero con dinero.
Exacto. Se habla en algún momento de la genealogía incestuosa del capital. El capital que engendra capital que engendra capital que engendra capital. Me interesaba eso. Un valor, para usar tu palabra, pecuniario, financiero, monetario totalmente divorciado de cualquier forma de valor social.

Sí. Me interesa mucho esa idea del dinero como un ser vivo. Tu personaje indica que lo que realmente le gustaba del dinero era sentir que estaba vivo.
Sí. De la mesa viva de Marx podemos dar un paso más y decir que acá ni siquiera es el fetichismo de las mercancías. Es el fetichismo del dinero. En varias partes del libro se deja claro que a estos personajes no les interesa gastarlo. Les interesa el dinero por el dinero mismo. Hay una relación un poco estetizante con el dinero.

Pienso que es bien atinado decir que la novela es sobre el rol mismo del dinero en la sociedad. Pasé una temporada en Chicago y quedé muy sorprendido por el vínculo que la sociedad americana tiene con el dinero. Sentía que se daba mucha importancia a generar mucho siempre, pero, a la vez, una necesidad de gastar de maneras que en Latinoamérica jamás tendríamos. Gente de mi edad se endeuda por miles de dólares despreocupadamente.
Es cierto. Nunca lo había formulado de este modo y creo que tenés razón. Generar deuda es fundamental. La deuda interna de los Estados Unidos es tremenda. Parte del crack del 29 tiene que ver fundamentalmente con nuevas formas de crédito que no existían. Esta conversación es más sobre finanzas que sobre literatura…

No puedo evitar preguntarte cómo fue para ti, viniendo de una formación literaria y filosófica, meterte tanto en las finanzas…
Creo que venir de una formación académica me ayudó. Si uno se toma la academia más o menos en serio, es ponerse a estudiar cosas que uno desconoce y tratar de aprender. En ese sentido, me interesa mucho escribir sobre cosas que no conozco y aprender escribiendo. Con el tema del dinero, cuanto más aprendía, más me daba cuenta de que tenía que ver con la ficción. El dinero como una ficción que rige nuestras vidas.

Claro… De ahí el título…
Exacto, Trust. Tenemos que creer, que confiar en el dinero. Si no lo hacemos, no funciona. Todas las crisis bancarias que existen existen por eso.

Eso es lo que apenaba que se pierda en “Fortuna”.

Parece que ya no podemos seguir conversando, según nos indican, pero, volviendo al tema del fetichismo de las mercancías, cómo ves a la obra de arte ahí.
Me parece que la obra de arte son dos términos que me incomodan: obra y arte. Pero usémoslos por lo del tiempo…

Lo digo porque es todo un tema ahora con lo de las inversiones en obras y arte digital…
Pero eso es una idiotez.

Para mí también los es.
Es una idiotez, es obsceno, absurdo…. Lo que pasa con ese tipo de cosas, una obra de Damien Hirst o de Banksy o de Basquiat (que me parece un genio, los otros dos no), que se venden por 150 millones de dólares es que volvemos al fetichismo del dinero y no de las mercancías. El evento estético es el precio. No sé si escucharon de la obra de Banksy que se vendió en Sotheby’s y que ni bien la compraron se desintegró y todo “hay qué genio” … Se trituró porque la obra es el precio, el dinero que se ha gastado en la obra. Me parece que ese es el evento (con mil comillas) estético. Pero si hablamos de “arte” en serio pienso que el arte siempre ha sido una de las pocas experiencias junto al amor que siempre logra escapar de la fuerza gravitacional del dinero y hacernos vivir de otro modo, fuera de esa lógica de intercambio.

¿Por qué no tiene un fin utilitario?
Porque no tiene un fin utilitario. Es una experiencia que no puede ser intercambiada por otra cosa.

Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales.