Las novelas de Gonçalo M. Tavares (Luanda, Angola, 1970) han sido galardonadas con el Premio José Saramago, el Premio al Mejor Libro Extranjero publicado en Francia y el Premio Especial del Jurado del Gran Premio Literario Web Cultura, entre otros. Su obra ha sido publicada en más de cuarenta y cinco países y es uno de los escritores más destacados en lengua portuguesa. Ya lo decía José Saramago cuando afirmó que “no se puede escribir tan bien a los 35 años, dan ganas de pegarle un puñetazo en la cara”.
Por Lucas Cornejo Pásara Foto destacada: Escotilha – Cultura, diálogo e informação.
Tu amigo y lector Enrique Vila-Matas te apoda el Señor Síntesís. ¿De dónde sale eso?
(Ríe) Tiene que ver con escribir frases sintéticas. Intento decir lo máximo posible con la menor cantidad de palabras. Pienso que abrir una frase es una responsabilidad. Si tienes algo para decir, elaboras una frase. Si lo logras, estás cerrando la frase. Si no tienes nada para decir, dices una frase y está bien. El Señor Síntesis está bien por eso. En algunas de mis novelas escribo alrededor de trescientas páginas inicialmente y después voy cortando hasta que termino con cien páginas.
Un poco la idea que también tiene Alejandro Zambra de ir podando las novelas una vez se escriben…
Claro. Es una locura. Yo escribo muy rápido, casi como hipnotizado. Puedo pasarme tres horas escribiendo sin parar. En cambio, invierto mucho más tiempo en cortar lo escrito. Soy capaz de escribir trescientas páginas en un mes y después tardarme cinco meses cortando…
¿Y tus libros los planificas?
En general, no. Escribo muy animalmente.
Pero imagino que sí hay ideas formales preconcebidas. En tus proyectos hay una apuesta hacia el juego y la experimentación con la forma del libro…
Es difícil porque tengo muchos libros muy distintos entre sí. El reino, por ejemplo, nada tiene que ver con El barrio. Estos nada tienen que ver con La enciclopedia, que nada tiene que ver con Mateo perdió el empleo. La forma sí me interesa, y muchas veces empiezo escribiendo con una forma determinada. Por ejemplo, Un viaje a la India es una epopeya, que sigue la forma de Los lusiadas de Camões. Me interesa recuperar las formas clásicas y ponerlas en una versión contemporánea. Muchas veces, la vanguardia es eso: regresar a lo antiguo.
¿Lees mucha literatura clásica?
Sí, leo mucho, pero también muchos contemporáneos. No solo eso. Leo Ciencia, Filosofía, mucho y me interesa bastante el arte contemporáneo. Yo diría que biográficamente el libro que más me ha tocado es Cartas a Lucilio de Séneca. Es un libro que tiene dos mil años. Me llama mucho el estoicismo. La idea de hacer lo que tienes que hacer sin importar lo que está sucediendo. Lo leí con dieciocho años. Aprendí, por ejemplo, que así seas muy criticado o seas muy abalado —hayas ganado muchos premios y de todo— no debes detener lo que estás haciendo. No debes pensar en si es negativo o positivo, sino que es mejor hacer como si nada sucediera. Para mí, eso es muy importante. Tengo una especie de búnker físico y psicológico caminando conmigo. Cuando suceden cosas buenas, estoy muy muy agradecido —me han elogiado escritores tan buenos como Vila-Matas, Juan Gabriel Vásquez, Saramago—, pero no dejo que eso sea un peso para mí, e intento continuar escribiendo como siempre.
Si Séneca fue biográficamente, ¿quién fue formalmente?
Se me compara bastante con Kafka, pero yo te diría que depende mucho del libro. El barrio, por ejemplo, es muy lúdico. Tiene que ver con el mundo de fantasía, con autores como Perec, Italo Calvino o Julio Cortázar. Tengo en ese libro la parte de El señor Calvino, El señor Brecht, El señor Valery.
Un formato también clásico. Pienso en Vidas paralelas de Plutarco o Vidas imaginarias de Schwob…
Claro que sí. Ahora, muchas veces sucede que un escritor va o por un camino o por otro. Calvino o Borges hicieron mucha fantasía, pero no salen tanto de eso. En mi caso, trato de no encasillarme. Me interesa mucho lo que hizo Calvino, pero también lo que hizo Thomas Mann. Mis libros pueden ser muy realistas y duros, pero también muy lúdicos y fantasiosos.
Creo que eso es importante. Hacer libros distintos.
Sí. A mí me gusta mucho la idea de Walter Benjamin de que el golpe decisivo será dado por la mano izquierda. A pesar de que tu mano fuerte sea la derecha, el mejor puñetazo será el que des con la izquierda. Eso me interesa mucho: localizar en cada libro cuál es mi mano izquierda.
Es como dibujar con la mano izquierda…
Totalmente. Es tratar de hacer algo distinto.
No tener total control de la situación…
Sí. No me interesa rezarle a la técnica. Tengo libros que han ganado muchos premios por todos lados, pero ya no me interesa hacer algo igual. Ya sé hacerlo. La prueba es que están hechos.
Bueno, y ahí entra la cuestión de cuál es tu rol en la escritura. Una cosa es escribir por lo que viene después y otra cosa es divertirse escribiendo.
Yo intento ser un creador. No quiero hacer libros para vender. Me divierto escribiendo. Siempre hay algo de duro. El mundo animalesco en el que escribo cuatro horas sin parar es de placer. Pero, el otro de cortar es muy doloroso.
¿Trabajas con horarios?
No tanto como horarios, pero, en las mañanas, por ejemplo, tengo la cabeza más fuerte e intento escribir. En la tarde corto, que ya es un trabajo más técnico.
¿Cuándo lees?
Leo principalmente en la tarde. En la mañana leo, pero ensayo. Es curioso porque mi cabeza —como todas las cabezas— tiene ritmos. En la mañana está fuerte, y no soy capaz de leer ficción, porque mi cabeza me pide filosofía, ensayo, cosas más duras. En la tarde, ya leo poesía y ficción.
Vila-Matas dijo que con tus textos “muchas veces se descubre que la lectura no consiste solo en leer la cabeza, porque ahí empieza realmente, para el lector activo, buena parte de la creación”. ¿Estás de acuerdo? ¿Qué opinas tú acerca del rol de lector, y del vínculo del escritor con este cuando construye una obra literaria?
Yo opino que el creador no puede ser un vendedor, y el lector no puede ser un comprador, un consumista. Creo en el lector activo, no en el que consume un libro como un dulce. Lo de cortar las palabras también es eso, dejarle al lector un trabajo. No hay que ser redundante. Tengo lectores maravillosos. Vila-Matas es uno de ellos. Tú también (ríe). No son condescendientes. No me interesa esa mucha literatura que se hace que solo sirve para vender y entretener. Para mí no es como un programa de televisión, sino un arte: debe ser exigente y estimulante. Espero que no leas mis libros con cansancio. Los libros exigen energía a los lectores. Escribí un artículo sobre la literatura para fatigados. Me parece que las personas que están trabajando mucho llegan a los libros absolutamente cansados. Se está haciendo una literatura para eso, para cansados. La buena literatura y el buen arte no es para cansados. Yo siempre leo con lápiz. Requiere atención. Es así porque leo libros buenos, que exigen trabajo.
¿Qué pasó con tus antiguas pasiones: la física y el fútbol?
De alguna manera, la idea de cuerpo y la idea de juego están muy presentes en mi obra. Hay muchas tesis sobre mis libros sobre cosas que no son para mí tan evidentes. Por ejemplo, la idea de amputación de la física. En La máquina de Joseph Walser de El reino hay este personaje que pierde los dedos. La idea de cuerpo está muy presente. Otra que está muy presente es la idea de atleta. Yo fui atleta y escribir tiene algo de atleta también. Es una disciplina. Escribir veinte páginas sin parar, para mí, no tiene una explicación. No sé cómo lo hago.
Es adrenalínico, como el corredor que sigue corriendo con la pierna rota por la valla…
Totalmente. No sé cómo lo hago, pero sí sé que tengo que estar fuerte para hacerlo. Hay algunos días en los que puedo escribir veinticinco páginas como otros en los que escribo dos. Tengo que estar todos los días haciéndolo para tener alguno bueno.
¿Qué cuidados tomas? ¿Aún haces deporte?
Intento comer bien y caminar mucho. Llevar una vida saludable. Hay un texto póstumo de Roland Barthes sobre cómo escribir una novela. Son las charlas en el Collège de France. Se llama La preparación de la novela. Él habla de —algo para mí muy claro— de la cuestión de todo. La comida, por ejemplo. Yo escribo mucho de mañana, a las siete u ocho. No es posible hacer eso si cenaste un jabalí a las nueve de la noche. Hay que comer poco de noche. La escritura muda tu vida. Yo estoy al servicio de ella. Ortega y Gasset decía algo muy interesante sobre un pintor: no es pintar, sino decidir vivir como pintor. Ordenar toda tu vida en función de eso. Lo mismo sucede con las decisiones amorosas. Tú no puedes enamorarte con alguien que no entienda que tú tienes que estar solo cuatro horas al día… Puedes tener una persona bella a tu lado, pero debe comprender la idea de soledad. Escribir es un acto solitario. Por día, hay que tener muchas horas solos. Con un compañero o compañera que necesita siempre de ti es imposible.
Me llama mucho la atención tu preferencia por las pequeñas editoriales en cada país…
Es una cuestión política muy clara. No me parece justo que en un país pobre un lector tenga que comprar un libro importado para leerme. Cuesta mucho más. Pareciese que hay que ser rico para leer, y eso no me parece justo.
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