Una década como presidente del Perú marcó la vida de Alberto Fujimori, quien murió el pasado 11 de septiembre de 2024 a los 86 años. Durante su mandato en los años 90, la revista COSAS mantuvo entrevistas íntimas donde habló de su soledad, su personalidad y reveló el mayor orgullo de su carrera
Por: Redacción COSAS
En 1992, dos años después del fujishock, el entonces presidente Alberto Fujimori gozaba de 82% de aprobación, la mayor puntuación en la historia del Perú desde que Ipsos tiene registro. En su despacho de Palacio de Gobierno y, en sus incontables viajes al interior del país, el ingeniero se mantenía rodeado de ministros, asesores, un sinfín de políticos y un infaltable séquito de peruanos que le profesaban veneración. Aun así, Fujimori era un hombre sin amigos.
Vida social: cero
Los días del exmandatario iniciaban a las 7 de la mañana, y culminaban a las “12 o 2 de la madrugada, a veces hasta las 4”. Su vida social era “muy limitada». “Me encanta el ejercicio de la presidencia y siempre estoy pensando en algún tema así que no tengo tiempo para reuniones, y la verdad, soy poco sociable. No soy para estar de cóctel en cóctel”, le dijo a la revista COSAS en una entrevista exclusiva de archivo.
Pero no se debe malentenderlo. Fujimori no se sentía solo, él se sentía «lleno y feliz» con su trabajo; con acumular rumas de papel sobre su escritorio, mantener más de 50 llamadas de trabajo al día, pero, sobre todo, con sus visitas a pueblos de la sierra y selva del Perú. «En los viajes de trabajo me doy unas 2 horas para ubicarme cerca de un río. Me encantan los paisajes agrestes, con rocas enormes y agua cristalina”, expresó.
El contacto con la naturaleza era su manera de evitar el estrés, un mal que no conocía gracias a su mente lógica y resolutiva. «Tomo las cosas como si fueran una obra de ingeniería: el problema es éste, la solución es ésta. Tomo las cosas con mucho raciocinio».
—¿Es melancólico?
—Un poco.
—¿Qué le genera más melancolía?
—No hay causas, pero a veces me siento un poco melancólico.
—¿Y qué hace cuando se siente así?
—Sigo trabajando.
El hombre solitario
Cuando COSAS volvió a visitarlo durante su segundo mandato, en 1997, Fujimori había transitado por un divorcio, estaba visiblemente más delgado y había establecido una rutina basada en la autosuficiencia. Aun así, no negó que le gustaría volver a enamorarse, aunque se describió a sí mismo como «tímido y un poco introvertido», por lo que creía expresamente que no servía para la galantería.
Quizá fue su filosofía japonesa, la interiorización del ikigai, del mono no aware, pero reafirmó que no sentía desesperanza ante su vida austera y constante soledad. Incluso en el ambiente reservado detrás de su despacho, la periodista Claudia Doig Parodi apenas observó adornos, sino una única percha con unos jeans desgastados, la clásica casaca negra que solía llevar consigo y un par de zapatillas.
«No pierdo el tiempo. ¿Tengo que salir? Tomo mis cosas y punto. Siempre he sido así. Me gusta la racionalidad. Solo quiero lo indispensable. Que no me vengan con mayores cosas», compartió.
De rector a presidente
Puede que Alberto Fujimori fuese un candidato presidencial inesperado cuando se inscribió en las elecciones de 1990, pero nunca fue un hombre improvisado. Hijo de inmigrantes japoneses, nació en Lima en 1938. Estudió en la Universidad Nacional Agraria La Molina en Lima, donde se graduó en Ingeniería Agrícola. Posteriormente, realizó estudios de posgrado en Francia y en los Estados Unidos. En Francia, asistió a la Universidad de Estrasburgo, y luego obtuvo una maestría en Matemáticas en la Universidad de Wisconsin-Milwaukee.
«Si alguien quisiera descubrir mi personalidad, sabría que me gustan los retos y resolver problemas».
—Alberto Fujimori
A su regreso al país, se unió como profesor en su alma máter, donde comenzó a ganar reconocimiento dentro de la comunidad académica. Lo que sí puede ser considerado un dato extraño en su perfil, es que se enteró que alcanzaría el puesto de Rector debido a una lectura del tarot.
«Mucho antes de la Presidencia fui a ver a una señora que leía las cartas. Ella predijo que iba a llegar al máximo cargo donde estaba. Fue una cosa increíble, porque en ese entonces era profesor y llegué a ser rector. Luego me adivinó la Presidencia de la República, en un momento que ni pensaba serlo. No la volví a ver más», reveló Fujimori.
Siendo el hombre racional que es, la previsión de su destino no fue el motivo por el que decidió postular, sino los viajes que realizó cuando se convirtió en Presidente de la Asamblea Nacional de Rectores. Compartió que «ver tantas injusticias hizo nacer en mí una rebeldía. Sentí que todos teníamos una responsabilidad. Y en algún momento me dije: me lanzo a la Presidencia de la República».
Al ganar las elecciones, el país que quedaba a su cargo se encontraba en uno de las peores crisis económicas y sociales de su historia. Lejos de desalentarlo, el desafío por un cambio fue «un estímulo». Agregó que estaba «acostumbrado a los retos» y sin ellos se sentía «un poco aburrido”.
«Mi mayor reto era la hiperinflación, el aislamiento y el terrorismo. Si no hubiera tenido esa forma de ser me hubiera corrido. Cuando tengo un problema, tomo al toro por las astas. Eso no me produce tensión. Al contrario. ¿El 5 de abril? No me importó hacer un escándalo siendo presidente democrático. Había que erradicar el terrorismo. Yo lo he vivido, me siento orgulloso de ser Presidente de todos los peruanos«.
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