Estamos yendo de un acelerado feliz gasto público a la peligrosa e infeliz posibilidad de que se quiebren irreversiblemente las reglas fiscales macroeconómicas. 

Por Juan Paredes Castro*

Ya no se trata de cómo podrá explotar la acumulación de incertidumbre política hacia el crucial tiempo electoral del 2026, sino de cómo podrá explotar la acumulación de incertidumbre, en ese mismo tiempo, respecto de una economía gravemente afectada por el enorme derroche presupuestal, que arroja un incremento de 21 mil millones solo en la planilla estatal.

Por primera vez en mucho tiempo estamos ante la seria y grave posibilidad de que lleguemos al 2026 con la quiebra de tres reglas fundamentales que han caracterizado la estabilidad económica peruana como una de las más destacadas de América Latina y del mundo.

La estabilidad económica del Perú atraviesa uno de sus momentos más críticos.

La primera de esas reglas en peligro de quiebra es la regla fiscal de que la brecha entre los ingresos y egresos, que bordeaba restringidamente el 2% del PBI, pueda elevarse hacia el 3% o más, a causa del escalofriante desborde del gasto público, más concretamente de la planilla estatal, que el gobierno de la presidenta Dina Boluarte no ha podido controlar y más bien se ha empeñado en acrecentar.

La segunda regla en riesgo de desaparecer, como patrón de buena conducta fiscal, es el desorden presupuestal, sometido a un indiscriminado manoseo político desde el régimen de Pedro Castillo hasta el de Boluarte, que ya entra en su última fase en medio de un shock de inversiones improvisadas y despriorizadas bajo un contenido más populista y clientelista que de obtención de resultados concretos y satisfactorios.

La tercera regla que va perdiendo gradualmente peso es aquella que sostenía que una estabilidad económica como la peruana, basada precisamente en su potencial equilibrio fiscal, no sufriría mayores consecuencias de la permanente y creciente inestabilidad política. El desmentido a esta regla ya no proviene solo de la prolongada sintomatología de esa inestabilidad política, sino de manera directa de cómo el comportamiento político ha dirigido sus intereses populistas contra el corazón de confianza en las inversiones que todos los gobiernos precedentes respetaron hasta diez años atrás disciplinadamente.

Retiro AFP UIT 2

El retiro masivo de fondos de AFP y CTS genera impactos negativos de grandes proporciones.

La más perversa y corrosiva demostración de afectación a la confianza en las inversiones ha sido, por ejemplo, el aliento populista y demagógico del Ejecutivo y el Congreso, a los masivos retiros de fondos de las AFP y de las CTS, generando un triple daños: a los usufructuarios primarios de esos fondos que ven ahora recortadas sus posibilidades de disfrutar de aceptables pensiones; a la confianza en las inversiones que, para este caso, estaban confiadas a la custodia y al trabajo financiero de las AFP, hoy en transe de quiebra, y al propio Estado como garante de un retiro pensionario legítimo  para el sensible sector laboral y como garante también de un rubro de inversiones, que más allá de la necesidad de algunos ajustes drásticos, habían marcado una expectativa de crecimiento sostenido en los últimos 25 años.

Pasadas las fiestas patrias y pasado el optimista mensaje presidencial, absolutamente privado de sanas y mínimas autocriticas, marchamos al incierto 2026, con una peligrosa bomba de tiempo económica adicional a la igualmente peligrosa bomba de tiempo política electoral.

Que Dios nos coja confesados, como diría alguien desde las más altas esferas a propósito del shock antiinflacionario de 1990. Nadie quisiera que la historia volviese a repetirse.

*Juan Paredes Castro es periodista y escritor, exdirector periodístico de El Comercio.

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