La publicación espontánea en plataformas como Instagram o Facebook se desvanece frente a contenidos comerciales, algoritmos y mensajes generados por inteligencia artificial, transformando la forma en que nos relacionamos en línea.

Por Redacción COSAS

Las redes sociales ya no muestran la vida diaria como antes. Hace una década, los muros de Facebook y los perfiles de Instagram se llenaban de desayunos, álbumes de viajes o conversaciones improvisadas. Hoy predominan publicaciones diseñadas para atraer clics o viralizarse.

Este fenómeno se asocia con términos como brainrot —contenidos absurdos o radicales— y enshittification, que describe la degradación progresiva de las plataformas.

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Fenómenos como brainrot y enshittification describen la degradación del contenido y el auge de lo absurdo o radical.

En una columna para The New Yorker, el analista Kyle Chayka advierte sobre el avance hacia el posting zero, “unas redes donde únicamente las marcas, los profesionales y las inteligencias artificiales publicarían contenido comercial de manera automática y sin apenas respuesta humana”. Para él, lo cotidiano ha perdido espacio y la mayoría prefiere observar antes que participar.

“Un mar de influencers y creadores profesionalizados, titulares alarmistas, imágenes y textos generados por inteligencia artificial”, resume Chayka al describir el panorama actual.

La comunidad que se perdió

Adriana Bañares, poeta y editora, recuerda una “época dorada” en la que los blogs y perfiles personales servían para abrir puertas y generar conversaciones. “Antes veíamos las redes más como un espacio para compartir y darnos a conocer o como comunidad, mientras que ahora cada uno de nosotros tiene que ser una marca, un producto, y tenemos que ser community manager”, señala.

Andrea Toribio, escritora y crítica, coincide en que el cambio redujo la generosidad creativa: “En la etapa inicial era como si alguien te abriese las puertas de su casa y tú aparecieses con la comida que mejor sabías hacer. Ahora intentamos hacer lo peor todo el rato”.

La sombra de la inteligencia artificial

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La IA alimenta la sensación de artificialidad en redes, incluso en autores con amplia audiencia.

La expansión de la IA refuerza la sensación de artificialidad. Bañares afirma que recibe manuscritos acompañados de informes generados por estas herramientas, incluso de autores con amplia audiencia. Toribio añade que desconfía de cualquier proyecto que prometa intimidad en redes, pues sospecha que siempre hay un objetivo económico o de prestigio.

Además de los algoritmos, el cansancio influye en la decisión de no publicar. Para Toribio, el problema es que el ocio se ha transformado en producción: “Me da miedo que hayamos destruido la idea de disfrutar de lo que uno hace sin esperar nada a cambio. Hay incluso perfiles de mil seguidores que imitan a grandes cuentas para vendernos algo. Es patético”.

En este contexto, el posting zero no parece un escenario hipotético, sino una tendencia en marcha. La incógnita es si las redes recuperarán algún día el espíritu espontáneo que las convirtió en espacios de encuentro, o si la vida personal desaparecerá definitivamente de sus pantallas.

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