Un conjunto de cuatro iglesias en Cusco ha despertado el interés del turismo internacional gracias a sus murales excepcionales y su fastuosa decoración. Erigidas entre los siglos XVI y XVII, estas obras no solo son testimonio de un patrimonio artístico, sino también del encuentro entre dos culturas, subrayan los especialistas Diana Castillo, Andrés De Leo, Ana Zabía, Mexitxell Oms y Francisco Pastor.
Por: Mery Jiménez Heredia
Al hablar del barroco andino, la primera imagen que viene a la mente suele ser la de los retablos cusqueños colmados de oro y color. Sin embargo, su importancia va mucho más allá de lo estético. Diana Castillo, arquitecta especializada en conservación y gestión del patrimonio cultural, asegura que este estilo “es el resultado del encuentro pacífico y perfecto entre los saberes europeos y las técnicas y conocimientos prehispánicos”.
Esta unión se refleja en las cuatro iglesias que conforman la Ruta del Barroco Andino, un atractivo turístico que incluye los templos de la Compañía de Jesús, ubicada en la plaza de armas del Cusco; el de San Juan Bautista de Huaro, la Capilla Virgen Purificada de Canincunca, y el templo de San Pedro Apóstol de Andahuaylillas, apodado como la “Capilla Sixtina” de América, en el Valle Sur de la ciudad.

La Capilla Virgen Purificada de Canincunca fue construida al lado de la laguna de Urcos. Sus pinturas murales representan flores, aves y símbolos similares a los diseños de textiles andinos.
Más allá de su valor religioso, estas edificaciones encierran la riqueza de nuestra historia. Todas datan de los siglos XVI y XVII, y las tres últimas fueron construidas en adobe y con técnicas que iban desde revestimientos de barro mezclados con pelo de animales como los auquénidos, cabello humano o paja, hasta el uso de caña, quincha y pigmentos como la cochinilla, verdaderos tesoros que han sobrevivido al paso del tiempo.
El proceso de conservación de estas estructuras ha permitido descubrir elementos. Diana, quien estuvo a cargo de la restauración de este espacio, destacó que durante dicho proceso el templo permaneció abierto al público y se halló pintura mural detrás de los retablos, artículos como un pincel de pelo de caballo y madera de sauce, candelabros y una vasija con el pigmento original utilizado en muchos murales: el oropimente.

El templo de Andahuaylillas data de 1610.
Por supuesto, la ruta ha atraído a más de un investigador, como es el caso de Andrés De Leo, del Centro Patrimonio UTEC. Él destaca a referentes como Luis de Riaño, del siglo XVII, y Tadeo Escalante, del siglo XVIII y principios del XIX, a quien se le atribuyen las series “Las postrimerías” del templo de Huaro, pinturas relacionadas con el infierno, el juicio final, la gloria y la muerte. Considera que un elemento que distingue al Barroco andino es su función: “Se trató, en un principio, de evangelización, y después, de adoctrinamiento”.
Además, recuerda que estos templos han pasado por un largo proceso: “Se fueron adornando poco a poco, es una acumulación de arte de casi doscientos a trescientos años, y eran financiados ya sea por un bienhechor, por la comunidad o por el sacerdote, pero siempre fue un trabajo en pro de la colectividad, sin ánimo de lucro, digamos”.
Al servicio de la comunidad

Templo de La Compañía de Jesús, ubicado en la Plaza de Armas de Cusco.
Hoy en día, esta visión colectiva se mantiene de la mano de la Asociación Sempa, institución que gestiona la Ruta del Barroco Andino y es dirigida por Meritxell Oms. “Es una experiencia turística que se diferencia de otras por el trabajo de responsabilidad social. Todos los ingresos de la ruta van para el mantenimiento y conservación de los templos, que son administrados por la Compañía de Jesús, y para apoyar las obras sociales de las parroquias jesuitas en Quispicanchi; todo el dinero entra a las cuentas de las parroquias”, explicó.
Asimismo, la directora de Sempa también enfatizó la importancia de promover una ruta de esta naturaleza. “Muchos de los lugares en Cusco están masificados; pueden venir a conocer los templos, es una ruta que no demanda esfuerzo y el turista puede ver la obra social”. Algunos de sus proyectos incluyen espacios lúdicos y de aprendizaje para niños, apoyo alimentario a familias vulnerables, talleres de artesanía y asesoría legal para mujeres.

San Juan Bautista de Huaro conserva las series sobre “Las postrimerías”, de Tadeo Escalante.
Por su parte, Ana Zabía de la Mata, directora de proyectos de Patrimonio Cultural de la Universidad Internacional de la Rioja (UNIR), entidad que ha apoyado activamente en la promoción de la ruta, destaca que desde España se realizan esfuerzos a través de investigaciones y financiamiento. “Se están haciendo trabajos de restauración en la iglesia de la Compañía, en Cusco, en los lunetos superiores, en las pinturas de Marcos Zapata que narran la vida de San Ignacio de Loyola. Hay un compromiso porque la salvaguardia siempre tiene este componente de preservación, y además vamos a emprender nuevos proyectos para promocionar la ruta en España y en Europa”, expresó.

Mural “Camino al infierno”, en el templo de Andahuaylillas.
En esta línea, la Ruta del Barroco fue incluida en la Feria Internacional de Turismo, Fitur, una ventana que tiene gran difusión. Por su parte, Francisco Pastor, experto en comunicación turística y organizacional de UNIR, sostuvo que la investigación a nivel académico es vital para la promoción de este atractivo. “Queremos divulgar lo que hemos investigado a lo largo de esta primera fase que ha durado dos años”. Agregó: “Yo creo que la ruta, además, puede contribuir a combatir la masificación de otros recursos de Perú, como Machu Picchu o la montaña de siete colores, y decirle al turista: ‘Oye, Perú es mucho más’”.
Finalmente, es valioso recordar que la ruta es una muestra de que el arte virreinal no fue solo una cuestión española, sino un entendimiento y diálogo entre dos mundos que hoy podemos disfrutar.
Suscríbase aquí a la edición impresa y sea parte de Club COSAS.