La fundadora del Ballet Municipal de Lima repasa su trayectoria, los valores que le dejó la danza y su visión sobre las nuevas generaciones de bailarinas en el país.
Por Renzo Espinosa Mangini
Con más de seis décadas dedicadas a la enseñanza y promoción del ballet en el Perú, Lucy Telge es sinónimo de disciplina, pasión y legado artístico. Fundadora del Ballet Municipal de Lima, la maestra ha formado a generaciones de bailarinas y ha llevado la danza clásica a escenarios nacionales e internacionales.
En esta entrevista, comparte los recuerdos más entrañables de sus inicios, los aprendizajes de toda una vida dedicada al arte y su mirada sobre el presente del ballet peruano.
¿Qué recuerdo guarda con más cariño de sus inicios en el mundo del ballet?
En esa época no existían los cursos para bebés que hay ahora, así que de niña nos hacían hacer los mismos ejercicios que las bailarinas. La verdad, no me gustaba mucho asistir a las clases. Sin embargo, a fin de año siempre había una función y, cuando alguna chiquita se enfermaba o no podía participar, me llamaban. Aprendía el baile rápidamente y salía a escena. Eso me encantaba.
Recuerdo que decían: “Está perdiendo su tiempo y su dinero con esta niña, porque no aprende nada”, pero mi hermana sí seguía y gracias a eso yo me mantenía cerca del ballet. Cuando faltaba alguna pequeña, me llamaban para reemplazarla. En esos momentos aprendía con rapidez y disfrutaba cada segundo en el teatro. Esa emoción de bailar nunca me abandonó.

En puntas a la edad de 3 años.
¿Qué valores siente que le dejó la danza?
El primero, sin duda, es la puntualidad. En la danza uno debe estar presente en el momento exacto, siempre. Además, físicamente el ballet ayuda muchísimo: permite conocer el cuerpo y sus límites. Es más difícil que un bailarín o una bailarina sufra una caída fea, porque el cuerpo responde más rápido, con más conciencia y control que el de alguien que nunca ha practicado ballet.
Al mirar este recorrido, ¿qué balance puede hacer de su vida?
Comencé como estudiante y luego pasé a la enseñanza. En 1957 empecé a dictar clases en la Asociación de Artistas Aficionados, donde yo misma me había formado. Años después, en 1967, abrí mi propia academia, que sigue funcionando hasta hoy. En 1983 fundé el Ballet Municipal de Lima, que continúa activo con orgullo. Agradezco profundamente a Dios por haber puesto en mi camino a tantas personas buenas que me ayudaron a seguir adelante. He tenido tropiezos, por supuesto, pero incluso en los momentos difíciles siempre encontré una razón para continuar.

En la academia Lucy Telge con sus alumnas, en 1985.
¿Cómo ve actualmente el mundo del ballet peruano? ¿Qué opinión le merecen las nuevas generaciones de bailarinas?
“Giselle” es un ballet maravilloso, y he tenido la oportunidad de ver los ensayos generales en estos días. Me ha impresionado el compromiso y la entrega de los jóvenes. Están muy bien, realmente muy compenetrados con su trabajo.
La Royal Academy le otorgó el máximo reconocimiento a la trayectoria en danza. ¿Qué significó para usted ese momento y cómo lo recuerda hoy?
La mecánica que tienen ellos es similar a la del Oscar: se proponen muchos nombres y la junta directiva del Royal decide a quién otorgar el reconocimiento. En esa ocasión me lo dieron a mí y a una señora australiana.
Fue un momento profundamente emocionante. Cuando leyeron lo que yo había hecho, toda la junta directiva —que estaba en el escenario— se levantó, y el público entero se puso de pie. Fue un instante inolvidable, de esos que marcan el alma.

Recibiendo el President’s Award en Londres, 2017
La revista COSAS la ha escogido entre los peruanos que inspiran y dejan huella. ¿Cómo recibió esta distinción?
No sabía que iban a hacerlo, así que fue una grata sorpresa. Le agradezco mucho a Elizabeth por la deferencia y por haber pensado en mí. Es un gesto que valoro enormemente.
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