José Jerí no sólo ha inaugurado su gestión con la más alta aprobación (58%) como mandatario en transición, desde Valentín Paniagua (80%), en el 2000, sino con una tónica de cercanía del poder con la ciudadanía en la dimensión de un natural Jefe de Estado, que nadie se había atrevido a usarla como él.
Por Juan Paredes Castro*
Cuando todos, una vez arrancado el proceso electoral, andábamos especulando sobre la eventual aparición entre la lista de candidatos presidenciales 2026 de algún outsider que nos saque de la baraja tradicional conocida o por conocer, la abrupta vacancia de Dina Boluarte hizo que de la noche a la mañana surgiera José Jerí como nuevo presidente de transición, y para sorpresa total, en una suerte de outsider desde dentro del ejercicio del poder parlamentario, primero, y del poder gubernamental, después.
Al outsider que probablemente no aparezca en las elecciones 2026 lo tenemos instalado en Palacio de Gobierno, ejerciendo la presidencia desde fuera de sus tradicionales prerrogativas y oropeles. No infringe las leyes ni la Constitución. Sencillamente hace lo que ni las leyes ni la Constitución le prohíben. Llena vacíos no ocupados antes. Va donde quiere ir, sin inhibiciones. Quiere ser en el fondo el presidente que la gente quiere ver como presidente.

José Jerí registra 58% de aprobación tras su primer mes al frente del gobierno, según Datum.
En efecto, por la tónica que caracteriza su mandato nos hace verlo como alguien fuera de los esquemas tradicionales de una Presidencia de la República comúnmente distante y elevada y de una jefatura de Estado comúnmente acéfala, que funcionaba hasta hace poco como una decoración protocolar confinada a la acreditación de embajadores, suscripción de convenios y tratados y representaciones internacionales.
Lo que está haciendo Jerí en la práctica es que el presidencialismo sea cercano y popular (en el mejor sentido de la palabra) y la jefatura de Estado la instancia perfecta para comprometer a los demás poderes en políticas públicas y para armonizar la vida política del país, tan polarizada y confrontacional.
Estos nuevos y exitosos barnices de cercanía que ha construido el presidente de transición alrededor suyo y de su gestión, bajo un ágil y bukelizado estilo de mando directo y dialogante, constituyen sin duda resortes importantes de confianza pública en un mandato que recién comienza, pero tienen que fortalecerse y traducirse en resultados concretos frente a la complejidad de la agenda de urgencias del país.
Lo que está haciendo Jerí en la práctica es que el presidencialismo sea cercano y popular
El presidencialismo sin distancias que ha logrado imponer Jerí debe y tiene que convertirse en el centro de gravedad de su gestión, desde el cual pueda articular, en función de la guerra contra la criminalidad, una acción conjunta exitosa en términos legislativos, policiales, fiscales, judiciales y de inteligencia como no se ha hecho hasta ahora. Para comenzar, la bien fundamentada petición de facultades legislativas al Congreso, en la que se ve la diestra mano jurídica del presidente del Consejo de Ministros, Ernesto Álvarez, puede ser el mejor instrumento para crear las condiciones de una lucha frontal contra la criminalidad a largo plazo. No solo tendrá que saber usarlo el gobierno. El Ministerio Público y el Poder Judicial tendrían igualmente que ponerse a la cabeza de lo mismo.
A propósito de la jefatura de Estado, que bien ejercida le permite no sólo tomar al rábano por las hojas sino ponerse por encima de la organización política del país, Jerí tiene que dar un paso resuelto para contribuir a atenuar las pugnas al interior del Ministerio Público y de este organismo con el Congreso y la Junta Nacional de Justicia. Todas estas instancias de poder claves, más el Poder Judicial, representan una garantía fundamental para el fortalecimiento de esa otra seguridad hoy gravemente debilitada: la Seguridad Jurídica, así puesta en Mayúsculas, para su mejor entendimiento. Su debilitamiento y pérdida gradual, como hasta hoy, frena el crecimiento económico y financiero y ahuyenta las inversiones a corto, mediano y largo plazo.
La aprobación ganada hasta hoy por Jerí, por provenir de su cercanía con la ciudadanía, no será una aprobación que vaya a empezar a disolverse al primer error presidencial.
Lo menos que puede esperarse de su gestión es que su eventual mareo en el poder lo tenga más preocupado en su imagen y estilo de gobierno que en el despliegue de las acciones inteligentes y estratégicas que reclama la situación de violencia que vive el país, y que marcarán, de aquí en adelante, el derrotero paso a paso, de lo que haga o deje de hacer nuestro hoy popular mandatario, de aquí a su entrega del poder, en julio del 2026.
Tiene que cuidar su mediato plazo como presidente de transición al igual que el mediano plazo que tiene para ofrecernos resultados de duradero impacto.
*Periodista y escritor
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