A Juliana Oxenford la han amenazado de muerte, la han apuntado con fusiles AKM en el Vraem y la han mantenido cautiva en una cárcel en Iquitos. Hoy se dedica a un periodismo “más burgués”, como ella lo llama, y, sobre todo, a disfrutar de su hija María.
El último programa que condujo, “Al estilo Juliana”, estuvo al aire desde 2012 hasta octubre de este año. Ahora, se prepara para compartir la conducción de un nuevo espacio periodístico con Raúl Tola, en Latina.
¿Qué factores estuvieron detrás de la decisión de no continuar con “Al estilo Juliana”?
Me pareció absurdo que pusieran un programa que terminaba una hora antes de que el mío empezara y que se fuera convirtiendo prácticamente en lo mismo. Sin que esto afecte lo que puedo sentir por RPP, la verdad es que no tengo amistad ni mayor simpatía con Milagros Leiva como para empezar a lidiar con ella ni pelearme por invitados. Estoy en un momento de mi vida en que no me quiero ganar dolores de cabeza.
¿Qué es lo más duro que te ha tocado vivir este año que pasó?
Es que todos los años para mí son tan intensos…
¿Estás enamorada?
No, estoy sola desde hace tres años y dos meses. Tener un hijo te abarca muchísimo; sobre todo si eres el tipo de mamá que soy. Pero también soy mujer y me gustaría que me abracen, que me den un beso. Mi idea siempre fue construir una familia con papá y mamá para María, porque la separación de mis papás me golpeó mucho… Lo he intentado, tuve un par de saliditas, pero, en este momento, soy lo menos afanable que hay (ríe).
Fuiste a terapia durante muchos años.
Sí, creo mucho en el psicoanálisis porque me ha ayudado un montón. Creo que ahora soy más sabia. Conocer tu propia complejidad te da una apertura para entender la de los demás; pero ya, pues, llega un momento en que no te puedes hacer cargo del resto el mundo, ¿no?
Ni de ti misma, a veces…
¡Exacto! La gente muy simple debe ser sumamente aburrida, ¿no? A mí me seduce la complejidad, ¡por eso he estado con cada loco! (ríe)
¿El papá de tu hija era un loco?
Locazo, sí.
¿Álvaro (Ugaz) también?
No, Álvaro era más tranquilo. Aunque también tenía sus locuras…
¿Alguna vez has sentido que no te toman en serio por tu sensibilidad?
Sí, pero es contradictorio… ¡Yo soy la señorita contradicción! Por un lado, dicen: “Esa chica, qué bestia, cómo dice las cosas, no tiene filtro”; y por otro, esa, mi forma de ser, que es real, encubre mi sensibilidad.
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Te gusta la figura de la periodista aguerrida…
Sí, a mí no me gusta el periodista huevón. Me preocupo más por decir lo que me sale del corazón, de las entrañas y de los ovarios, que por lo que pueda traer consigo ese comentario si al empresario le molesta… Si es así, ¡que me boten! He estado desempleada tantas veces; he vivido hasta a vela porque me cortaban la luz…
No piensas que deberías dejar de hacer ciertas cosas, ¿no? Lo digo por tu semidesnudo de hace unos años en una revista local…
Sí, pero lo pensé y me dio miedo, ah. Al final, dije: “¿Por qué no?”. Tengo una carrera y un estilo, que pueden gustar o no, pero lo que importa es que la gente me cree, entonces puedo jugar un poquito y soltarme las trenzas. He tenido que vencer muchas taras… y me doy cuenta de que solo debería sentir vergüenza si, por ejemplo, me vieran en raves, pasadaza de vueltas, lo cual no podría pasar, porque nunca probé drogas…
¿En serio? ¿Por prejuicio?
¡En serio! Pero por miedo, porque soy obsesa total. Pruebo, me gusta y, luego, ¿quién me saca de ahí?
¿Tienes una personalidad adictiva?
Totalmente. Ando con el pucho electrónico para todos lados. Y ahora dicen que también hace daño… ¡Ya no se pasen, algún vicio tengo que tener, no jodan! El trago, por ejemplo, no me gusta. ¡Pero estar borracho o picado es maravilloso!
Te ha costado encontrar el centro dentro de tu propia locura.
Me costó mucho tener las riendas de mi propia existencia… Siento que andaba eternamente con un ancla, a ver a quién se la daba para que el barquito no se fuera a la deriva. Ahora mi ancla es María. Estoy contenta con quien soy.
¿Desde cuándo empiezas a estar contenta con quien eres?
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Desde que me di cuenta de que podía dar vida. Ahí dije: “Si pude esto, puedo todo”. Estaba fascinada con mi embarazo y mi maternidad. Cuando me separé, María tenía solo seis meses, y, como no fue una decisión mía, entré en un proceso de depresión jodidísimo; pero salí, y eso me demostró que incluso en un momento de tanta sensibilidad, puedo hacerlo.
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¿Luchas mucho contra tu ego?
Sí, soy vanidosa, me encanta ser el centro de atención. Si voy a una reunión y no me miran, me voy deprimida, no te voy a mentir (ríe)… Pero, mira, eso del ego es bien relativo. Creo que las personas que más necesitamos ese refuerzo, en el fondo, no nos la terminamos de creer.
Por Vania Dale Alvarado
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