A parte de títulos y privilegios, historia y tradición, los herederos del prestigioso y antiguo condado de Shaftesbury poseen juventud, belleza y la cualidad indefinible de ser “cool”. Además, claro, son propietarios de una mansión que haría a los propietarios de DowntonAbbey enrojecer de vergüenza ante la comparación: St. Giles, que ha pertenecido a los Ashley-Coopers desde 1650, e incluso desde antes, si se cuenta solo la enorme extensión de verdes praderas. Pero no todo lo que brilla es oro. Cuando Nicholas y su esposa Dinah se hicieron cargo de la residencia en 2005, parecía una mansión fantasma. St. Giles, en realidad, nunca recuperó el esplendor original que mostró antes de la Primera Guerra Mundial. Sirvió de refugio militar durante la primera gran guerra, y durante la segunda fue convertida en un colegio para niñas. Para cuando el padre de Nicholas, Anthony Ashley-Cooper, décimo conde de Shaftesbury, la heredó en 1961, lejos de ser un tesoro era más bien una carga. Pero, actualmente, la casa es, como sus dueños, una perfecta mezcla de historia, buen gusto y exquisita modernidad.
Herencia inesperada
Nicholas nunca pensó que tendría que hacerse cargo de St. Giles. Con su padre, Anthony, a cargo por el momento, y su hermano, también llamado Anthony, en línea directa de sucesión, se sintió libre en 2002 para viajar a Nueva York y buscar su propio camino. Arrendó un departamento en el East Village y comenzó a trabajar como DJ bajo el alias de DJ Nick, llegando a tener su propia fiesta, “Robots”, en un club del downtown de Manhattan.
Pero el clan siempre había mostrado problemas. Su abuelo –otro Anthony, el nombre tradicional de todos los condes de Shaftesbury– fue el primero en escandalizar a la nobleza británica al casarse por segunda vez con una corista llamada Sylvia Ashley, quien, después del inevitable divorcio, en 1935, volvió a casarse, primero con Douglas Fairbanks y luego con Clark Gable.
Anthony, el padre de Nicholas, recibió el tItulo de décimo conde de Shafstebury en 1961, cuando tenía veintidós años, después de la muerte de su padre a los noventa. La carga de la historia familiar –sin siquiera mencionar la que le acarreó hacerse cargo de St. Giles– resultó demasiado pesada para él, y desde entonces vivió una vida complicada y decadente que terminó en la forma más horrorosa.
Alto, elegante y algo tímido, el conde tuvo siempre debilidad por las mujeres extranjeras. Su primera esposa fue Bianca de Paolis, una italiana divorciada doce años mayor que él. La segunda, Christina Eva Montan, es hija de un diplomático sueco y la madre de Nicholas y Anthony, además de otros dos hijos –Cecilia y FredericCasella–, producto de un matrimonio anterior. Esa unión también terminó en divorcio, y el conde, que hasta entonces había llevado la carga de su apellido de la mejor forma que pudo, finalmente cedió a la presión.
En “Great Houses. Modern Aristocrats”, Nicholas dice que, como tantos hombres de su generación, su padre “se guardaba todo, no tenía a nadie con quien hablar de sus problemas, y por lo tanto bebía”.
En 1999, Christina se quedó en una de las casas secundarias de St.Giles con sus hijos, y Anthony se mudó a Francia, donde comenzó a ser visitante frecuente de los burdeles de la Costa Azul. Ahí fue donde conoció a su tercera mujer, Jamila M’ Bareck, una prostituta de origen tunecino-marroquí que rápidamente cautivó al maduro y a menudo borracho aristócrata.
En adelante, todo fue de mal en peor. El conde le compró un departamento de un millón de dólares a su nueva novia, luego estableció una asignación de diez mil dólares mensuales para ella, y finalmente la llevó al altar en 2002, sin que ningún miembro de su familia estuviera presente. Así, Jamila se convirtió enla décima condesa de Shaftesbury.
Según su hijo, dos años después, Anthony ya era consciente de su enorme error y tenía claras intenciones de divorciarse. La noche del 5 de noviembre de 2004, sin embargo, desapareció después de haber sido visto por última vez en un hotel de Cannes. Su cuerpo apareció tras cinco meses de búsqueda en los roqueríos al borde del Mediterráneo, apenas reconocible luego de haber sido devorado por animales. La investigación levantó sospechas, y las sospechas llevaron a la policía a las puertas del departamento de Jamila, quien después de un terrible y muy publicitado juicio, en 2007, fue encontrada culpable de haber cooperado con la muerte de su marido, contratando a su propio hermano para que lo matara.
Para la familia, el veredicto fue un triste alivio; se cerraba así un duro capítulo de la historia del condado que ahora quedaba en manos de Anthony, hermano mayor de Nicholas y undécimo conde de Shaftesbury, un hombre de veintiocho años, circunspecto y algo taciturno.
Por Manuel Santelices
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