Cusco Revelado es el nuevo libro del investigador Andrés Garay Albújar, docente e investigador. En esta publicación, Garay recoge las fotografías (algunas inéditas) hechas por los fotógrafos Martín Chambi y Max T. Vargas, además las realizadas por el científico alemán Max Uhle.
El especialista en la obra de ambos retratistas viajó a Berlín, después de ganar una beca de estudios. Allí encontró el archivo fotográfico de estos tres célebres personajes, en el Instituto Iberoamericano de Berlín. Las obras habían llegado allí hace muchos años donadas por los científicos Max Uhle y Walter Lehmann.
“Uhle estuvo en el Cusco en el año 1905 y 1907 haciendo excavaciones y estudiando las ruinas. Las imágenes hechas por él tenían fines documentales, sin pretensiones estéticas”, explica Garay.
Asimismo, con el propósito de recoger más información, Uhle recurre a Max T. Vargas, que ya era conocido por su estudio fotográfico en Arequipa, para comprarle fotografías. Es así que adquiere un conjunto de instantáneas realizadas años antes por el retratista de la aristocracia arequipeña durante su paso por el Cusco.
Max T. Vargas
Según Andrés Garay, Max T. Vargas fue tal vez el primer fotógrafo peruano que hizo de su fotografía un producto masivo a través de la venta de postales.
Cuando va Max T. Vargas va a Cusco, desarrolla un tipo de fotografía más documental. El objetivo era venderlas al público, que podían ser viajeros o expertos que iban a su estudio.
«Max T. Vargas encarna varios fotógrafos a la vez. El del retratista de estudio y el de la fotografía documental. Tenía una visión comercial muy fuerte, sostiene Garay.
Martín Chambi
De la misma manera que hizo Uhle con Max T. Vargas, el etnólogo y arqueólogo Walter Lehmann adquirió fotografías de Martín Chambi cuando llegó a la ciudad imperial para realizar sus investigaciones. Una vez que llegó a Alemania, las donó al Instituto Iberoamericano de Berlín.
«El perfil de artista fusionado con el de empresario que tiene Max T. Vargas, lo hereda Martín Chambi. Cuando Chambi llega a Cusco el año 1920, transplanta un modus operandi y una estética aprendida de Vargas», indica Garay.
«Estos fotógrafos tenían claro que en el retrato de estudio se podían tomar licencias para retocar. Sin embargo, en la fotografía documental, como vemos en estas imágenes, respetan el negativo», sostiene el autor del libro.
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