Hace unas semanas realizó una subasta en Sotheby’s a beneficio de su fundación. El fotógrafo peruano, sin embargo, ya tiene nuevo
objetivo: promover la tolerancia desde sus espacios culturales. En una entrevista exclusiva conversamos sobre su vida personal y sus proyectos en el país.
Por: Isabel Miró Quesada / Fotos de Elliott Hundley y Fundación Mate
Mario está feliz. Parado en el centro de su oficina, un espacio abierto con enormes ventanales sobre Notting Hill, analiza la nueva decoración. Cuadros contemporáneos (creo identificar un enorme Vik Muniz y un Richard Prince) adornan las paredes, así como otros -¿un Elizabeth Peyton, un Cindy Sherman?-, en el resto de la sede de su imperio creativo de Londres.
“Mientras vas cambiando tienes que adaptar todo”, dice con voz almibarada, alargando las sílabas ligeramente. Momentos antes estuve reunida en otro espacio con Jan Olesen, su pareja desde hace ya unos veinte años, a quien conocí por primera vez en Lima en el 98. Él está activamente involucrado en la fundación MATE y es, como Mario, un importante embajador del Perú.
Hace un par de semanas se llevó a cabo la subasta de 400 piezas de arte contemporáneo de la colección personal de Mario, en Sotheby’s de Londres. La venta recaudó casi 9 millones de libras, que serán íntegramente destinadas a la fundación para impulsar la educación y creatividad en el Perú. El compromiso es gigante y conmovedor, y el esfuerzo muy estudiado gracias al análisis de una consultora especializada.
Nos sentamos en el gran sofá que conforma el salón de su oficina para empezar la entrevista. La primera pregunta es obvia: “¿En qué momento de tu carrera dirías que estás?”.
“Creo que estoy en la primera fase de tranquilidad. Cuando eres freelance tu situación es muy insegura. Vives pensando, “me muero, no voy a estar in, no voy a tener trabajo, no voy a ser el fotógrafo del momento, no voy a ser relevante” (y enfatiza ese último punto). Pero ahora siento, por primera vez, que no tengo que probar nada. Es gracioso, esta mañana pensaba que podría empezar a hacer solo las fotos que verdaderamente me gustan hacer, y tengo la suerte de que la gama es grande. Hay muchos fotógrafos que tienen solo un punto de vista, y cada vez que hacen una foto, la traen a ese punto. Es un momento importante para mi porque antes pensaba: “tengo que estar haciendo esto, o lo otro”, y hoy no. Hoy estoy abierto a lo que la vida me trae en este momento. Es como renacer. Es un lujo”. Medita un poco al respecto y continua: “Ahora… espero que no se vaya todo a la eme….”, dice y se ríe.
Esto, queda claro, es sumamente improbable. El ojo de Mario, y su punto de vista en cuanto al negocio de la moda, son cada vez más respetados. Hace doce años que maneja la campaña de publicidad de Michael Kors, once de Light Blue, de Dolce & Gabbana, seis de Stuart Weitzman, y estuvo diecinueve a cargo de Burberry (empresa que transformó). “Me gustan estas relaciones largas donde realmente creas un producto, algo que crece. No es una foto que se terminó en ese momento. Cuando comienzas a ser fotógrafo una foto es súper. Ahora una foto ya no me satisface. Por ejemplo, estoy trabajando un número especial para Man About Town (revista de moda high-end inglesa) y estoy haciendo 200 páginas. Hoy, con todo lo que tengo en mi cabeza acumulado, necesito mucho más espacio. Me pasa lo mismo con las campañas. Una campaña te muestra cómo podría ser esta marca; diez campañas te muestran cómo es esta marca; y veinte, es un club privado al que quieres pertenecer”, explica.
¿Sientes que en los libros que haces te dan el espacio para expresarte?
Antes hacía libros sobre mí y, ahora, estoy haciendo libros de otra gente. Me he dado cuando de que la manera de expresarse no solo debe ser alrededor de lo que uno hace, sino también alrededor de lo que hacen los otros. Nuestra plataforma Mira Mira tiene ese rol y el Museo, también; siendo la primera una entidad digital y la segunda, física. A través de ambas trato de comunicar lo que me gusta, qué he descubierto. He pasado de ser fotógrafo a editor. Intento ayudar a que la gente vea diferente. Y quiero que Lima se vuelva parte del circuito artístico. ¿Por qué tenemos que quedarnos atrás? Tengo la suerte de estar en esa posición. Soy el único fotógrafo al que se refieren por su nacionalidad: “The Peruvian photographer”. No se refieren a otro como el German o Italian photographer. Y lo asumo con mucha alegría. La verdad, me fui de Lima un poco frustrado porque no podía ser yo, tenía que cambiar para existir ahí. Tenía mi afro, plataformas, pantalones rosados. Pero, hace unos diez años, conocí a Miguel Andrade, a José Carlos Martinat, a Augusto Baertl, a Chiara Macchiavello, y comencé a descubrir que hay una nueva generación que piensa como yo pensaba en esa época. Hice el libro de Lima por ellos, porque ellos me ayudaron a poder mirar la ciudad con un ojo nuevo.
En el catálogo de Shake it up!, tu reciente subasta, leí una frase que me marcó: “La gente dice que uno debe comprar lo que le gusta pero yo no estoy tan convencido de que deba ser así. Yo creo que uno tiene que comprar lo que le intriga y lo que le atrae pero, al mismo tiempo, lo confunde”
Creo que el mirar te ayuda a liberar tu mente para crear. Yo he tenido la suerte de viajar mucho, y ver el trabajo de mucha gente. Eso me abre la mente a explorar colores y materiales, pero también abre mi cabeza y me permite no limitarme con mis prejuicios. Porque muchas veces he querido crear una imagen y mis pensamientos me hicieron dudar.
¿Qué imagen, por ejemplo?
Al principio quería hacer fotos basándome en la mujer sudamericana. Pasé mucho tiempo en Brasil, en las fiestas. A eso de la medianoche, la gente se quedaba en ropa de baño y se metía a la piscina. Esa libertad física no existía en la moda cuando comencé. Me gusta la mujer fuerte y segura que no necesita que nadie la lleve a la fiesta o le abra la puerta. Quería retratar cómo se mueve y expresa, pero me daba un poco de miedo que la gente que vive en París, Londres o NYC no conecten. O, por otro lado, simplemente mostrar ese lado osado del hombre hacia si mismo. Yo he crecido vistiéndome de una manera distinta, y me costaba hacerlo. Así como también me costaba, en mi fotografía, retratar a ese hombre que no es totalmente masculino. Y es que no existe la masculinidad absoluta. O la femineidad absoluta. La energía masculina y la femenina están juntas. ¿Por qué tenemos que definir todo, y no solo ser?
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