La amante del profesional de la salud entregó una grabación a la policía, en la que se escuchaba a Erik Menéndez confesar el asesinato de sus padres durante una sesión de terapia
Por Redacción COSAS
La historia de los hermanos Menéndez, quienes asesinaron a sus padres en Beverly Hills en 1989, está llena de giros que sorprendieron al público, pero pocos fueron tan impactantes como la aparición del terapeuta de los hermanos, L. Jerome Oziel, y su amante, Judalon Smyth. La defensa de Erik y Lyle Menendez usó estos dos personajes clave para desviar la atención del terrible crimen, transformando el juicio en un espectáculo mediático lleno de escándalos sexuales y manipulaciones psicológicas.
Durante el juicio, Oziel se convirtió en una figura polémica por su comportamiento poco profesional y las acusaciones en su contra, incluyendo abuso sexual, violación de la confidencialidad médica y manipulación emocional. Las grabaciones de las sesiones de terapia en las que Erik confesó planear el asesinato de sus padres, fueron un arma clave en su contra. Aunque intentó proteger su carrera, la revelación de estos audios y los turbios detalles de su relación con Smyth lo hundieron en un abismo de desprestigio.
Una amante inesperada en el juicio
Judalon Smyth, la amante de Oziel, desempeñó un papel crucial al revelar la existencia de las grabaciones que el terapeuta había guardado en secreto. Esta mujer, que inicialmente buscaba terapia de pareja, acabó involucrándose romántica y sexualmente con Oziel. Su testimonio fue utilizado por la defensa para desacreditar al terapeuta, presentándola como una amante despechada que había sido víctima del psicólogo, tanto emocional como físicamente.
Smyth narró ante la corte cómo el psicólogo la manipulaba y controlaba, afirmando que la mantuvo prisionera en su propia casa y que, en más de una ocasión, amenazó con ingresarla en un hospital psiquiátrico si ella lo abandonaba. Además, describió un “pagaré sexual” que firmaron juntos, un contrato simbólico que representaba su devoción hacia él, y que incluso tenía las huellas de las patas de sus gatos como testigos. Este nivel de extrañeza convirtió su testimonio en una especie de telenovela que desvió la atención del brutal crimen de los Menendez.
La pieza clave del juicio fueron las grabaciones en las que Erik Menendez describían el asesinato de sus padres como «el crimen perfecto». Estas cintas habían sido grabadas durante sus sesiones de terapia, y aunque inicialmente se esperaba que quedaran fuera del proceso judicial, la abogada de Erik Menendez, Leslie Abramson, no pudo evitar que se presentaran como evidencia.
Abramson, sin embargo, consiguió desacreditar al terapeuta, exponiendo que su licencia había sido suspendida por conducta inapropiada y que había sido acusado de varios delitos, incluidas relaciones inapropiadas con pacientes y abuso de poder. En medio de este caos, Oziel trató de defender su reputación, pero el daño ya estaba hecho. El LA Times informó que su lujosa vida, con una casa de 2.000 metros cuadrados y una lista de espera para sus consultas, había quedado en ruinas.
El escándalo que no terminó bien
La relación entre ambos fue tan turbia que el comité de psicólogos del estado lo acusó de varios delitos, entre ellos la administración indebida de medicamentos y mantener relaciones sexuales con pacientes. El terapeuta renunció a su licencia sin admitir culpa, pero su carrera estaba acabada. En cuanto a Smyth, quien inicialmente parecía ser una víctima más de sus maquinaciones, también fue desacreditada por su comportamiento errático y sus relaciones complicadas con el psicólogo.
El juicio, que terminó en 1996 con la condena a cadena perpetua para Erik y Lyle Menendez, se vio afectado por las distracciones creadas por la pareja. Aunque ambos dejaron una huella imborrable en la opinión pública, su participación en el caso fue un ejemplo claro de cómo los escándalos personales pueden eclipsar los hechos más atroces.
En 2015, Smyth ofreció una entrevista en la que expresó su frustración por la forma en que los medios de comunicación la habían retratado. Aunque afirmó haber hecho «lo correcto» al revelar las grabaciones, su reputación quedó dañada de forma irreversible. Por su parte, Oziel ha mantenido el silencio sobre el caso, asegurando que lo ha dejado atrás, pero su vida, y su carrera, nunca volvieron a ser las mismas.
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