Tras la muerte del Papa Francisco, el arzobispo de Lima visitará la Santa Sede este martes 22 de abril, día que inician las reuniones previas al hermético proceso electoral del nuevo Papa.
Por Belén Medina Pizarro
Esta mañana, el Vaticano confirmó el fallecimiento del Papa Francisco a los 88 años. Jorge Mario Bergoglio, nacido en Buenos Aires, murió tras una complicación de salud que venía arrastrando desde febrero. Mientras los fieles se preparan para despedir al pontífice, la Santa Sede prepara el cónclave, el hermético y riguroso proceso de votación que congrega a los cardenales en la Capilla Sixtina. El arzobispo de Lima y cardenal Carlos Castillo viajará a Roma para participar de la votación. El martes 22 de abril se iniciarán las congregaciones generales e el Vaticano, reuniones de los cardenales previas al cónclave.

El arzobispo Carlos Castillo fue nombrado cardenal por el Papa Francisco en diciembre de 2024.
Si bien en Perú hay tres cardenales actualmente, el único que podrá representar a nuestro país será el cardenal Carlos Castillo, de 74 años, ya que es el único con derecho a voto. Los otros dos cardenales del país, Pedro Barreto Jimeno, de 80 años, y Juan Luis Cipriani, de 81 años, ya superaron el límite de edad impuesto por las normas. A través de un comunicado del Arzobispado de Lima, Castillo expresó su pesar por el fallecimiento del Papa: «Compartiendo con ustedes esta triste noticia, agradeciendo a Dios por la enorme alegría que hemos recibido simepre de la presencia constante del santo padre, que hasta el último día de su vida trabajó por la Iglesia y por la humanidad»
¿En qué consiste el cónclave?
El evento, cuyo nombre proviene del latín cum clave (“con llave”), es dirigido por el Colegio de Cardenales, la máxima jerarquía eclesiástica, convocada expresamente a Roma para esta ocasión. Aunque el colegio está compuesto por más de 220 cardenales de más de 70 países, solo unos 120 tienen derecho a voto: aquellos que aún no han cumplido los 80 años. En los últimos diez años, el propio Francisco nombró a dos tercios de esos electores, por lo que su legado pesará también en esta decisión.
Según la tradición, los cardenales se reúnen entre 15 y 20 días después del fallecimiento del papa. Una vez congregados en Roma, se encierran en la Capilla Sixtina y, tras la proclamación de las palabras extra omnes —“todos fuera”—, se cierran las puertas. Desde entonces, el aislamiento es total. Los cardenales juran mantener el secreto absoluto. Se les retiran los teléfonos, quedan incomunicados: sin noticias, sin televisión, sin cartas ni mensajes. La capilla es inspeccionada con rigurosidad para evitar cualquier intento de espionaje.

Durante esos días, los cardenales se hospedan en la Casa Santa Marta, una residencia del Vaticano cercana a la capilla donde el Papa Francisco vivió sus últimos doce años de vida.
El proceso de votación
El cónclave comienza con una misa y, luego, se inician las deliberaciones. Se vota dos veces al día —mañana y tarde— hasta que un candidato alcance una mayoría de dos tercios. Si tras siete rondas no hay resultados, se toma un día de oración y reflexión. Si después de 30 votaciones sigue sin definirse el nuevo pontífice, se elige por mayoría simple. El cónclave más largo en la historia reciente fue en 1922, que duró cinco días.
En teoría, cualquier hombre bautizado puede ser elegido papa, aunque siempre ha sido un cardenal en ejercicio. Cada elector recibe una papeleta con la frase eligo in summum pontificem (“elijo como sumo pontífice”), escribe el nombre de su candidato, dobla la papeleta y la deposita en un cáliz. La votación es secreta, pero eso no significa que el proceso esté libre de maniobras, alianzas o tensiones.
Al final de cada ronda, las papeletas se queman. Se les añaden sustancias químicas para que el humo que emerge de la chimenea sea negro si no hay resultado, o blanco si ya hay un nuevo papa.

El cónclave del Papa Francisco duró poco más de 24 horas.
El nuevo Papa
Al elegido se le pregunta si acepta el cargo y qué nombre desea adoptar. Luego es conducido a la Sala de las Lágrimas, donde se viste con la sotana blanca, el solideo y los zapatos rojos. Los sastres del Vaticano ya habrán preparado tres juegos de vestimentas, en distintas tallas, por si acaso.
Finalmente, el decano del Colegio de Cardenales se asoma al balcón principal de la Basílica de San Pedro. La plaza, repleta de fieles y turistas, contiene la respiración. Entonces se escucha la frase que marca el inicio de un nuevo capítulo en la historia de la Iglesia: Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus papam. “Les anuncio con gran alegría: tenemos papa.”
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