Medio entre broma y en serio, el arquitecto Ciriani decía que: si Oscar Niemeyer vivió hasta los 104 años, él ya estaba autorizado -y por tanto- se proyectaba a vivir un siglo. Murió, en Francia, a los 88 años de edad dejando un increíble legado. Resumía la columna vertebral de su obra en: espacio moderno. “Yo no hago patios. Yo no hago muros. Mi ideal es la planta libre y la planta libre es difícil de hacer en vivienda”. Fue premiado en diferentes oportunidades, una de las últimas (2021) con el Gran Prix d´Architecture de l’Académie des beaux-arts.
Por Laura Gonzales Sánchez
Reflexionaba en voz alta y hablaba “sin anestesia” respecto a la arquitectura y a quienes toman decisiones arbitrariamente respecto, por ejemplo, a la vivienda social que fue uno de sus grandes intereses profesionales. Vivió más de sesenta años en Francia a la que marchó (1964) cuando acababa de terminar su carrera de arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería.
Su quehacer proyectual lo compartió con la docencia dejando, siempre, el nombre del Perú en el podio internacional gracias a su obra que repasamos de manera muy sucinta.
Diseñó el Palacio de Justicia de Pontoise; Pérone, un museo de Francia dedicado a la Primera Guerra Mundial; el Musée departamental Arlés Antique para las colecciones arqueológicas de la antigua ciudad de Arlés y Provenza a orillas del Ródano. Para Ciriani, sin embargo, lo que más satisfacciones personales y profesionales le produjo fue el diseñar vivienda colectiva que lo hacía ya desde sus épocas de estudiante (1955-1960) en la UNI. Tanto en Francia como en Perú deja su sello característico en este tipo de edificaciones; tenemos la Unidad Vecinal de Matute, II etapa (1964), la Residencial San Felipe (1964), la Unidad Vecinal de Mirones (1965), etcétera. En Francia proyectó decenas de viviendas en diferentes ciudades y que, por sus características le valieron el reconocimiento profesional.

Su quehacer proyectual lo compartió con la docencia dejando, siempre, el nombre del Perú en el podio internacional.
Ciriani se refería, en su última entrevista para CASAS, edición 251, a que estamos “viviendo un momento mágico, es el momento más cool sobre la arquitectura contemporánea porque nunca en la historia del Perú ha habido cuarenta mil familias interesadas en estos temas. Son cuarenta mil estudiantes de arquitectura en un país que no tiene ni 40 maestros. Segundo punto: el 75% de estudiantes son mujeres, y eso significa que acabó el dominio pura pinta de los hombres. Vamos a entrar a una arquitectura seria, de mujeres responsables que no necesitan que uno les diga que son buenas para que brillen, que no tenemos esos defectos que tenemos los hombres…”
Repetía, aún a contracorriente de muchos de sus colegas, que los profesores debían ser verdaderos maestros porque “el estudiante debe traer al aula su entusiasmo, su motivación, las ganas de querer ser arquitecto. No se le pide talento ni nada. Ese es mi punto de vista…”
Los arquitectos para él eran un milagro además de muy generosos. “Yo soy hincha de todos los arquitectos, de los buenos y de los malos, también”. Nosotros de él.
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