El posible fichaje de Kenji Fujimori al Renovación Popular de Rafael López Aliaga se da en paralelo al anuncio del domingo pasado de Absalón Vásquez como candidato al Senado. ¿Los movimientos de la derecha buscan capturar al fujimorismo sin Keiko antes del 2026?
Por: Renzo Espinosa Mangini
La derecha peruana atraviesa una bisagra. En los últimos meses, el mapa conservador ha mostrado reacomodos ideológicos y electorales que empiezan a perfilar no solo nuevas alianzas, sino también el intento por capitalizar un voto específico: el albertismo, esa corriente del fujimorismo más ligada a la figura del expresidente Alberto Fujimori que a la estructura de su partido heredero, Fuerza Popular (FP).
El pasado domingo, Absalón Vásquez fue oficializado por Renovación Popular como candidato al Senado nacional con el número 5. Su presentación no fue casual: exministro de Agricultura y amigo personal del líder histórico del fujimorismo, su incorporación se interpreta como un jale orientado a seducir al electorado provinciano de raíz fujimorista, tradicionalmente fuerte fuera de Lima y más vinculado a figuras del “ala dura” del pasado régimen.
Sin embargo, la verdadera sacudida simbólica llegó casi al cierre de esa jornada, cuando el periodista Mirko Lauer reveló que Kenji Fujimori estaría evaluando un pase hacia el partido de Rafael López Aliaga, marcando un gesto con potencia narrativa: irse con la competencia antes que encarnar un “albertismo” dentro de FP.

La cercanía importa: Absalón Vásquez apuesta por la memoria del legado rural de Alberto Fujimori para conectar con el voto fujimorista en provincias.
¿Por qué Kenji miraría a Renovación Popular?
Aunque no hay confirmación de un ingreso formal, los motivos detrás del posible acercamiento responden a una mezcla de cálculo y biografía política:
- Cierre de espacio en FP: Kenji podría haber recibido señales internas de que no tendría un lugar expectante en las próximas listas congresales o senatoriales. FP es un partido altamente centralizado y con liderazgos consolidados en su cúpula, donde la figura de Keiko Fujimori define candidaturas y vocerías. Un Kenji con autonomía política —como ya ocurrió tras el indulto fallido del 2017— incomoda a cualquier modelo vertical.
- Ruptura con el keikismo: Kenji no solo fue suspendido, sino también políticamente empujado fuera del núcleo familiar-partidario, tras promover la liberación de su padre. La narrativa de lealtad filial frente a disciplina partidaria lo convirtió en antagonista del keikismo. Su prioridad —siempre pública— ha sido la figura paterna, lo que lo aleja de cualquier operación electoral diseñada desde FP.
- Un símbolo exportable a la “nueva derecha”: Su pase a Renovación Popular no sería por un cargo, sino por lo que representa: una bandera que podría aglutinar a fujimoristas desencantados, anti–Fuerza Popular, pero no antifujimoristas. Ese votante que respalda la derecha conservadora y es muy crítico del Congreso actual.
- Un imán para el albertismo electoral: A nivel de percepción, López Aliaga podría convertirse en el receptor más viable de los votos “albertistas” no partidarios, especialmente si esta mudanza se entiende como un acto de desmarque: Kenji elige una derecha combativa antes que una derecha institucional desacreditada.

Kenji Fujimori mira a una nueva derecha conservadora, sin espacio en el keikismo, y con un mensaje simbólico: más lealtad a su padre que a una marca partidaria.
Derecha en reagrupación: símbolos y fichajes que buscan nuevos votos
Los movimientos en Renovación Popular —el anuncio de Absalón y la posible llegada de Kenji— apuntan a un objetivo: ensanchar el territorio del voto conservador con sello fujimorista, restándole musculatura a FP para 2026.
Según el análisis de Lauer, el peso simbólico de Kenji “intensifica el debilitamiento” de la precandidatura de Keiko Fujimori, visible ya en las encuestas, donde la ventaja de López Aliaga es mínima, pero narrativa: dos puntos bastan para sugerir victoria. Mientras tanto, FP arrastra el peso de un Congreso impopular, albertismo sin listas propias competitivas y un oficialismo que no logra armar una plataforma seductora para el 2026.
La tesis que varios operadores políticos barajan es clara: si López Aliaga logra representar al “Fujimori histórico” que FP ya no encarna, podría heredar un porcentaje significativo de ese electorado —sobre todo en provincias donde la marca familiar pesa más que el logo partidario—.

Rafael López Aliaga consolida su tablero a punta de fichajes estratégicos, buscando ensanchar su llegada al electorado fujimorista fuera de Lima.
¿Y el Congreso?
Queda la pregunta que todavía no tiene respuesta: ¿estaría Kenji realmente buscando regresar al Parlamento? Las condiciones del 2026 serán distintas a las del 2021: habrá más anti–Congreso que antifujimorismo; un clima desgastado por la gestión boluartista, y un mercado electoral de derecha más fragmentado que antes, pero abierto a tendencias si un símbolo camina.
Aun así, aunque el nombre Kenji arrastre una narrativa potente, el voto no siempre acompaña al símbolo. López Aliaga podría pescar parte de esa corriente, pero FP todavía conserva llegada territorial que no necesariamente será absorbida por RP. El albertismo —como sensibilidad— está disponible; pero como masa electoral, sigue siendo una incógnita que recién empieza a moverse.
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