El presidente venezolano fue distinguido con el inédito galardón Arquitecto de la Paz por la Sociedad Bolivariana, pocos días después de que María Corina Machado recibiera el Premio Nobel de la Paz.

Por: Redacción COSAS 

A pocos días del Día de los Inocentes, Nicolás Maduro decidió adelantarse al calendario. En Caracas, el presidente venezolano sumó un nuevo título a su singular repertorio: Arquitecto de la Paz, un galardón hasta ahora desconocido que le fue concedido por la Sociedad Bolivariana de Venezuela y que se realizó en una ceremonia celebrada a pocos metros de la casa natal de Simón Bolívar.

“Me sorprende, para mí es un gran compromiso”, dijo el mandatario al recibir la estola y la condecoración que lo acreditan, además, como presidente honorario de la institución. El premio reconoce, según sus promotores, su labor en la “construcción y preservación de la paz en Venezuela y América Latina”. Una definición generosa, cuando menos, que se anuncia apenas días después de que la líder opositora María Corina Machado fuera distinguida con el Premio Nobel de la Paz en Oslo.

La ceremonia se realizó en el Museo Bolivariano, en el aniversario 195 de la siembra de Simón Bolívar.

La ceremonia se realizó en el Museo Bolivariano, en el aniversario 195 de la siembra de Simón Bolívar.

La coincidencia temporal no pasó inadvertida. Tampoco el hecho de que el galardón, inexistente hasta este acto, se sume a la larga lista de apelativos con los que la narrativa chavista suele referirse a Maduro: “hijo de Chávez”, “presidente pueblo”, “conductor de victorias”. Su esposa, Cilia Flores, ostenta el título de “primera combatiente revolucionaria”, en un guion donde los cargos honoríficos parecen no tener techo.

Todo esto ocurre en paralelo a un escenario mucho menos ceremonial. Sobre Maduro pesa una recompensa de 50 millones de dólares ofrecida por el Departamento de Estado de Estados Unidos, mientras la Corte Penal Internacional investiga a su entorno por presuntos crímenes de lesa humanidad. A nivel interno, Venezuela sigue enfrentando una de las crisis económicas más severas de su historia, marcada por hiperinflación, escasez y un profundo deterioro social.

 Aun así, el relato oficial insiste. Durante el acto, Maduro volvió a presentarse como defensor de la soberanía frente a las “presiones externas” y no dudó en elevar el tono contra Washington, desafiando abiertamente a Donald Trump y descartando cualquier posibilidad de un cambio de gobierno impuesto desde fuera.

En tiempos donde los premios suelen llegar desde afuera, Maduro optó por otra arquitectura: la de diseñar el suyo propio. Un gesto que dice tanto del momento político venezolano como del delicado equilibrio entre narrativa, poder y realidad.

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