Una de las organizadoras de Casa Cor Perú, Verónica de Haaker, admite que ciertas propuestas le han impactado. Y, sin embargo, no es capaz de quedarse con ninguna. ¿Cómo comparar épocas diferentes?, se pregunta, mientras permanece con la ilusión de afrontar los desafíos que vendrán en la edición del año que viene.

Por Redacción CASAS / Fotos de Gonzalo Cáceres Dancuart

A Verónica de Haaker, organizadora de Casa Cor Perú, le resulta muy difícil escoger sus propuestas favoritas. Sostiene que es complicado comparar épocas, porque cada una tiene sus propias particularidades. “Todos tienen un encanto. Al fin y al cabo, son setecientos cuarenta ambientes a lo largo de veinticinco años. Incluso hay espacios comerciales, como los restaurantes, que son muy importantes”, explica.

Sin embargo, en los años recientes, hay ciertas propuestas que la han impactado. Por ejemplo, le fascina el vigor de Viride” (2019), de Claudio Solari y Mónica Bazo, y la manera en que rescató la arquitectura original. Admira el trabajo de Mari Cooper en el “Loft del criador de caballo de paso peruano” (2003) y el “Refugio del bosque de los olivos” (2019), que curiosamente realizó en el mismo edificio del Puericultorio Pérez Araníbar tras dieciséis años. Le gusta el “Loft del joven coleccionista de arte” (2008), de Marcelo Rosenbaum, con sus objetos de arte popular, y el “Loft Espacio Helsinki” (2015), de María Teresa Paredes y Jorge Draxl, que refleja la personalidad del diseño nórdico. Es una muestra pequeña que, sin embargo, logra representar el alma de Casa Cor: un evento que aplaude la sofisticación y la originalidad a partes iguales. “Este año no se pudo hacer, pero vamos a continuar”, concluye Verónica de Haaker con la ilusión de afrontar nuevos retos tras una pequeña pausa.

Artículo publicado en la revista CASAS #285