El diseñador Omar Ortecho desarrolló el concepto de man cave para el departamento de un economista soltero en Miraflores. Priman las líneas rectas y volúmenes limpios sin sobrecargar el espacio, acabados con texturas y destellos de color en algunos detalles. Los contrastes cromáticos y el contrapunto entre la estética y el confort funcional son la esencia de este proyecto.

Por Gonzalo Galarza Cerf / Fotos de Vinicios Barros

Ortecho

Un día de verano, poco antes del inicio de la pandemia y la posterior cuarentena, Omar Ortecho recibió un mensaje en su cuenta personal de Instagram. Era un economista peruano que buscaba diseñar su departamento en la calle Roma, en Miraflores.
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Estaba por mudarse a su primera casa en Lima luego de estar viviendo por más de diez años en el extranjero.
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Tenía menos de cuarenta años, era soltero y no tenía ningún mueble ni objetos ni obras de arte. Tampoco le convencía lo que había visto en las tiendas de diseño limeñas. Por eso le mandó un mensaje a Omar con ciertas ideas de lo que quería para su casa. Faltaba que el diseñador le diera claridad para empezar a trabajar.

“El cliente tenía claro lo que le gustaba y lo que no; había que transmitirlo y comunicarlo para entender bien las ideas que tenía en la cabeza”, cuenta Omar. Quizá vivir en distintos países había moldeado los gustos del cliente y definido sus posturas. “Es una persona con un muy buen gusto y superexigente con los acabados. Entonces, trabajamos el concepto de man cave, pero no tan americanizado, sino más europeo, mesurado y sobrio, donde ha primado el tema de la funcionalidad”, añade Omar.

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La propuesta sigue y respeta los pedidos del cliente con la visión de Omar: líneas rectas y volúmenes limpios sin sobrecargar el espacio, acabados con texturas y destellos de color en determinados detalles. Siempre apuntando al contraste entre dos tonos: negro y gris. El interiorista, además, encontró que el lenguaje de la constructora del edificio le daba facilidades para trabajar, dado que los marcos de las ventanas le permitían dialogar con sus ideas y el piso elegido le resultaba provechoso.

“El piso, beige bien claro, me ha permitido contar con paredes negras sin que el espacio se vea oscuro. La luz que ingresa por el balcón rebota en él. Lo que hemos tratado es de crear texturas: en las paredes de los lados se colocó microcemento, en el mueble del bar se hizo ese diseño que no deja ver las copas, y el tablero, tanto allí como en la mesa del comedor y de la sala, es de granito titanium leather con textura. La idea era jugar con eso para que no sea plano”, explica Omar.

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Limpieza visual

Omar Ortecho, un diseñador de interiores que estudió previamente en el Conservatorio Nacional de Música y es profesor de violín y tocaba eventualmente con orquestas antes de la pandemia, se revela como un maniático de los volúmenes y la composición. La disciplina se refleja en un trabajo pulcro y de limpieza visual, y en la armonía, en la creatividad para dar carácter a los ambientes con acabados sencillos.

Cuando se ingresa al departamento de ciento treinta metros cuadrados, se percibe el sello del diseñador: nos recibe un mueble pintado en color grafito oscuro que posee una cinta led para retroiluminar de manera vertical, sin que haya ruido visual. Los objetos y libros que irán sumándose a las repisas revelarán los rasgos de quien habita la casa.

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Altar para el goce

Tanto en el comedor como en el dormitorio principal, el color opera como punto focal para atraer la vista y sumar calidez a la paleta monocromática. “En el comedor y la habitación, los destellos de color se dan en las sillas y la butaca, que vuelven más sensuales los ambientes. Después, con el tiempo, el cliente puede ir personalizando sus espacios, con cojines por ejemplo, pero la matriz es esa”, dice Omar.

La sensualidad de la propuesta de man cave se manifiesta también a través de las luminarias: luces tenues, retroiluminado led y lámparas de piso o colgantes que se pueden direccionar y regular para alumbrar puntualmente. El dormitorio, a diferencia del área social, aplica enchapes de madera más oscuros, un espejo con una lámina negra ahumada y el cemento pulido como una pieza central de ese altar que resulta la cama. Complejidad revestida de sencillez es la partitura que ejecuta Omar Ortecho en cada ambiente, siempre buscando un contrapunto entre estética y confort funcional.
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Artículo publicado en la revista CASAS #291