Dicen que es la “gran dama” del interiorismo del oeste estadounidense. La nueva reina del viejo glamour de Hollywood, que ha revivido en sus decoraciones. Su nombre es Kelly Wearstler, y nos abre las puertas de su mundo a través de uno de sus últimos trabajos.
Por Laura Alzubide / Fotos de Grey Crawford
Hay un puñado de palabras que Kelly Wearstler usa constantemente: divertido, sexy, cool, sofisticado. Son adjetivos aplicables no solo a ella misma, sino también a su trabajo. Es puro instinto. “No tengo tiempo para pensar las cosas demasiado: solo hago lo que se siente”, ha confesado.
Huye de la sobriedad. Su estilo no deja indiferente: colores llamativos, fascinación por la gran escala, una estimulante combinación de piezas vintage. Y este es el motivo por el que celebridades como Ben Stiller, Cameron Diaz y Gwen Stefani la contratan para sus servicios.
Wearstler también es una celebridad por sí misma. Su biografía podría ser la de una las estrellas de Hollywood a las que decora casas. Nació en 1967, en Myrtle Beach, Carolina del Sur. Cuando tenía alrededor de 25 años, se mudó a California con la esperanza de trabajar como decoradora de escenarios para películas. Tras algunos cameos en el rubro desechó esta posibilidad.
En 1994, trabajaba como camarera en un restaurante en Beverly Hills. Entonces fue contratada por la revista “Playboy” para posar para la revista. Bajo el seudónimo de Kelly Gallagher, fue la playmate del mes de setiembre. Aunque no le gusta demasiado hablar sobre ello, gracias a este trabajo pudo terminar de pagarse los estudios y abrir su propio negocio.
Al principio, solo se dedicaba a decorar las casas que el promotor inmobiliario Brad Korzen –con quien más adelante se casaría– le encargaba. Juntos hicieron los hoteles-boutique más encantadores de California, como el Avalon de Santa Mónica y el Viceroy de Palm Springs, con mobiliario mid-century modern y mucho color. Hospedarse en ellos era una experiencia inigualable, afirmaban las celebridades.
“Es como estar en casa de un amiga ex-striper que está casada con el propietario chino de una cadena de fumaderos de opio”, dijo una vez Simon Doonan, el director creativo de Barneys, sobre su estilo. A comienzos de la década de 2000, ya era una de las interioristas más solicitadas de los Estados Unidos.
Un loft en Tribeca
Uno de los últimos trabajos de Kelly Wearstler es este loft en Tribeca, Nueva York. Se trata de un tríplex de más de 1200 metros cuadrados, en los que deja su firma personal. “Los propietarios querían calidez y textura, y yo amo mezclar la crudeza con lo refinado”, ha explicado la interiorista.
Los pisos de madera de nogal se adaptan a la agitada vida de los habitantes de la casa. Los muros, con tapices de complejos patrones que garabatean texturas, acogen la extensa colección de obras de arte de los propietarios. Hay metales, sobre todo cobre y bronce, que destellan en piezas funcionales. Y, en la elección del mobiliario, se rinde un constante homenaje al Grupo Memphis –uno de los referentes de la interiorista– , la corriente italiana de diseño de los años ochenta que combinó el pop art con el art déco.
“Me gusta tomar riesgos”, ha declarado alguna vez Wearstler. “Mi estética es visceral y refinada. Colorida. Siempre hay algo viejo y algo nuevo. Masculino y femenino. Una mezcla de historia importante con frescas voces contemporáneas. La tensión entre los opuestos es sexy”.
Fotos: cortesía de Kelly Wearstler