Desde hace una década, Tom Gimbert, arquitecto francés radicado en Máncora, construye hoteles, viviendas y escuelas con un enfoque sostenible que se basa en el uso de materiales locales, reciclados y reusados. Su propuesta ha calado en el mercado hotelero del norte del país, en la Selva y hasta en el Lago Titicaca. Sin embargo, Gimbert cree que su modelo de construcción puede ser replicable en todo el Perú, generando nuevas economías circulares y un paisaje urbano más natural y en equilibrio con el entorno.

Por Edmir Espinoza

Ilustración de Elmer Yarmas / Fotos: cortesía Tom Gimbert

Pies descalzos, camisa abierta, pelo rubio y desordenado. Tom Gimbert es un arquitecto francés algo peculiar que hace una década comenzó una aventura en Máncora y que hoy es un leal representante de una filosofía arquitectónica sostenible o “vegetariana”, que se vale de materiales locales para construir casas, hoteles o colegios que responden a las reales necesidades de cada lugar, y que se caracterizan por ser espacios amplios, luminosos y ventilados, que materializan la idea de la conservación y el respeto al medio ambiente.

Tom Gimbert

Durante más de diez años en el Perú, Gimbert se ha enfrascado en diversos proyectos, en los cuales la sostenibilidad no es sostenible, y en los que predomina la idea de aprovechar las prácticas ancestrales de construcción de cada zona y combinarlas con técnicas de carpintería francesa. Así nació Atelier, un restaurante que celebra el reciclaje, para luego emprender la construcción del Eco Lodge de Máncora, un maravilloso hotel de lujo cuyas paredes están compuestas de caña reusada, material reciclado y excremento de burro. Tras ello, desarrolló el proyecto Alma Loft, un hotel de once habitaciones en la playa Las Pocitas donde Gimbert implementó un plan de sostenibilidad ‘low carbon’, que busca reducir las emisiones de carbono a través de diversas técnicas, como una calefacción de agua que se alimenta de radiación solar, la utilización del viento como energía renovable y la reutilización de aguas grises para el regado de jardines. 

La Casa Safrán, en Vichayito, es un albergue sostenible con bungalows. Gimbert utilizó para su construcción madera y paja de la zona. El cemento solo se aprecia en la base de la estructura y en la piscina.

Por si fuera poco, Gimbert también diseñó y construyó Amantica Lodge, un pequeño albergue que consta de suites de lujo en la isla de Amantica, a orillas del lago Titicaca, donde los materiales predominantes son la piedra, el barro y los techos de totora. Y más adelante, en 2018, comenzó a construir once viviendas para niños con discapacidad en Máncora.

Lejos de sentirse el precursor de una corriente arquitectónica, Gimbert, un furibundo admirador del colombiano Simón Vélez –quien propuso la idea de una arquitectura más vegetariana y menos mineralista (concreto, acero, vidrio y plásticos)–, cree que esta filosofía de construcción, más en equilibrio con el medio ambiente y el contexto social local, puede replicarse de forma infinita en un país tan inmensamente rico como el Perú.

La idea de hacer un hotel con materiales locales y bajas emisiones de carbono frente al mar parece una fantástica idea, pero replicarlo en todo el país podría ser una tarea imposible. ¿Cómo hacerlo en un territorio como el nuestro, construido casi por completo a partir de concreto, fierro y ladrillo? 

Aunque no lo parezca, desarrollar masivamente construcciones sostenibles es posible, más aún en un país como el Perú. En Europa ha salido una nueva ley, llamada RE 2025, que obliga a las constructoras a usar aislamiento con materiales locales, con la idea de, en un futuro cercano, llegar a un nivel de balance de energía gris igual o menor a cero. Esto implica, por ejemplo, usar más madera, que es uno de los materiales que no contaminan y se puede reutilizar, lo que quiere decir que no tiene impacto. 

Hace diez años yo inicié esta forma de trabajo, por mi cuenta, a escala chiquita, pero hemos creado diversos oasis. Lo hemos hecho en Máncora, en el Titicaca, en la selva de Tarapoto. Hemos desarrollado proyectos con distintos climas en el Perú, y vemos que mucha gente continúa construyendo con nuestra filosofía, experimentando y probando con materiales locales y reusando mucho más el material de la zona que tienen disponible. 

Tom Gimbert

“Debemos dejar el uso sistemático del concreto y solo utilizarlo cuando es pertinente, tanto por su eficiencia como por su costo”.

¿Eso quiere decir que estamos hablando del fin del concreto? 

No lo creo. El concreto es necesario para cosas como la base o una piscina, pero debería ser usado mesuradamente, solo cuando sea necesario. Es como la carne: es necesario comerla de vez en cuando, pero no siempre, porque absorbes toxinas y generas un gran impacto. Debemos dejar el uso sistemático del concreto y solo utilizarlo cuando es pertinente, tanto por su eficiencia como por su costo. 

Para muchos, el Perú tiene demasiados problemas urgentes como para pensar en estructuras sostenibles. ¿Qué les dirías a ellos sobre tu filosofía de construcción? 

Les diría que experimenten. Que busquen fórmulas distintas a lo de siempre: una casa de “material noble” con ladrillo, concreto y calamina. 

Es increíble que hasta hoy el Estado esté orgulloso de construir viviendas sociales con ladrillos y concreto. En la selva, la gente se muere de frío en la noche y de calor durante el día. La idea es intentar enseñarles que los materiales sostenibles son más baratos, porque los tienen ahí mismo. Construir con barro o hacer ladrillos de adobe siempre será mucho más barato. Y dependiendo de dónde vivas, puedes construir tu techo con hojas de palmeras u otros materiales, sin utilizar calamina. No solo es más barato, sino que es mucho más eficiente térmica y acústicamente, más cómodo y más personal. Una vez que logras experimentar y vivir el confort de una casa construida de manera inteligente y con los materiales de la zona, no deberías volver a pensar en construir con los supuestos materiales nobles del cemento, el fierro, el ladrillo y la calamina, que hoy nos venden las grandes corporaciones. 

Para las suites del Amantica Lodge, en el lago Titicaca, Gimbert optó por trabajar con piedra, madera y totora. El resultado es un espacio cálido, acogedor y en total equilibrio con su entorno.

¿Qué se necesita, entonces, para crear una corriente que vea las ventajas de una construcción más sostenible? 

En principio, necesitamos que la gente conozca este tipo de arquitectura y comprenda sus beneficios. Si, en cambio, no explicas, no enseñas, no haces participar y experimentar a la comunidad de esta forma de generar construcciones, es imposible que esta filosofía cale. Hoy los medios nos venden que los mejores materiales son los que ya mencionamos. No hay más. 

Creo que realmente este enfoque de construcción es fácilmente replicable si alguien tiene la autoridad y la voluntad de hacer entender a todo el mundo que existen alternativas económicas y sostenibles de construir una casa. O una escuela. O un hotel. Trabajar con materiales sostenibles, además, puede generar nuevas dinámicas económicas, porque la propia gente local puede hacer ladrillos de adobe y venderlos.

Si el día de hoy una ciudad como Juliaca comenzara a aplicar técnicas sostenibles para la construcción, ¿qué podríamos esperar de la ciudad en diez años? ¿Cuánto se habría transformado? 

Yo imagino a Juliaca como una ciudad residencial con casas hechas con una base de piedras, pared de adobe y techo con mezcla de calamina y un bolsón de totora. Entonces, valorizando todo lo que tenemos disponible, podemos hacer una ciudad más amable y bonita, con terrenos compartidos y huertos. La ciudad se extendería hacia el lago y transformaría su paisaje de edificios gigantes por uno mucho más natural y en equilibrio con el entorno. 

También es importante tener en cuenta las costumbres de la ciudad, por lo que una Juliaca sostenible debería tener espacio para el autocultivo de alimentos y para tener a los animales. Solo con eso estamos hablando de una ciudad casi autosostenible, tanto en recursos de construcción como en recursos alimentarios. 

Tom Gimbert

Colegio en Villa el Salvador en el que Gimbert utilizó bambú y madera reciclada.

Si bien existen experiencias en Colombia y Ecuador de políticas urbanísticas que incentivan estructuras sostenibles, en el Perú estas ideas recién comienzan a aparecer. ¿Crees que el nuestro es un país especialmente adecuado para aplicar este tipo de enfoque arquitectónico de manera masiva? 

Creo que en un país como el Perú las condiciones están dadas para generar una corriente que promueva este tipo de estructuras a todo nivel y en todo tipo de infraestructura. No solo tienen todos los recursos locales para la construcción, como fierro, concreto, barro, tierra, madera y un largo etcétera, sino que además cuentan con una muy buena mano de obra y, al mismo tiempo, con poca maquinaria e industria de construcción. Eso quiere decir que tienen absolutamente todo para ser un país productivo y autosostenible en material de construcción. 

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Tanto por sus características, sus recursos, climas y ubicación, el Perú es el país ideal para convertirse en autoproductor de su material de construcción, lo que generaría nuevas dinámicas económicas locales y una mejor calidad de vida para la gente. Al final, es cuestión de seguir experimentando hasta encontrar un sistema estructural que funcione.

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