Melissa Herrera reorganiza por completo la casa club de Playa Blanca, en Asia, echando mano de diversas estrategias para hacer del lugar uno de los principales centros de ocio del condominio.
Por Giacomo Roncagliolo
Frente a la piscina deportiva se hallaba la antigua casa club. Una estructura de tela blanca, imponente, de gran altura, hacía imposible que pasara desapercibida. No obstante, lo que había debajo de aquel techo carecía de la suficiente calidez para convocar a los vecinos: en los últimos tiempos, el restaurante que ahí operaba se dedicaba sobre todo a preparar platos para reparto a domicilio. Este fue el escenario que recibió la arquitecta Melissa Herrera, de Costa+Herrera Arquitectos, con la tarea de reconfigurar el ambiente casi por completo.
Reorganización total
“El cliente quería un lugar playero, cómodo y acogedor, donde te provocara quedarte y sentarte a comer. Optamos por maderas, tonos claros, tejidos en las lámparas. Que se sintiera fresco”, rememora Herrera sobre la ruta planteada, que incluyó delimitar tres microambientes dentro de la casa club.
Al lado derecho, frente a la barra, se ubicó el comedor para adultos, con mesas de madera sólida, manufacturadas por la misma firma que trabajó las sillas altas de bar. En el centro, frente a la celosía que esconde el flujo de meseros, se acomodaron cuatro módulos con sofás y butacas tapizadas o de caña: un espacio relajado donde disfrutar de un coctel o una copa de vino y acompañar con piqueos.
Finalmente, al extremo izquierdo, un horno de barro para pizzas, flanqueado por una barra curva y otro comedor, sirvió como centro de la zona familiar. “Aquí usamos solo sillas Nardi de plástico. Queríamos que concuerden con el resto de la estética, pero que sean más familiares, para que los niños usen este espacio sin que la limpieza del tapiz sea una preocupación constante”, explica la arquitecta.
«Un espacio que te contenga»
Para Herrera, el mayor reto del proyecto fue la instalación del techo interior. La hazaña necesitó de la participación de ingenieros que señalaran la forma más adecuada de colgar los cinco paneles de madera de casi una tonelada. Además, debido a la premura con que se necesitaba relanzar la casa club –la llegada del verano era inminente–, la instalación se trabajó en dos etapas: primero, colgar los tres paneles del centro, y al final de la temporada de playa, los dos restantes a los lados.
Reducir la altura del espacio, de sensación inabarcable hasta ese momento, fue la clave para darle el temple acogedor que el cliente buscaba; en palabras de la arquitecta, se debía “generar un espacio que te contenga”. A ello se sumó el diseño apersianado de los paneles, una semiapertura que da límites al espacio y, al mismo tiempo, permite visualizar su enorme dimensión desde el interior.
Aquella dinámica también está presente en las persianas corredizas que se colocaron en el frontis para controlar la incidencia solar: así, en la mañana, uno puede abrir por completo el espacio y, durante la tarde, jugar con el cerramiento de las persianas para que el sol no caiga directamente sobre los comensales. Por la noche, la luz cálida e indirecta de las lámparas hace del lugar una encantadora caja de luz, todo un espectáculo que se consigue gracias al fino trabajo hecho por mujeres de comunidades de la selva peruana.
El cuadro lo completan las plantas interiores –cuya elección estuvo a cargo de Techi Rubini, socia de la playa encargada de supervisar la jardinería del condominio–, la carpintería hecha por Costa+Herrera para la celosía y la pared detrás de la barra, y un muro color arena con un tarrajeo peinado de gran textura, sello indiscutible del estudio.
“Tendemos a trabajar espacios monocromáticos, pero creería que somos maximalistas en texturas”, sostiene la arquitecta. “Diseñamos ambientes llenos de revestimientos naturales. También mezclamos patrones y calados. Nos gusta mucho la fibra, que se muestre el paso del tiempo en las superficies, en los muebles.
Hay un relajo en nuestro diseño. Queremos que sientas que te puedes sentar y disfrutar, que el espacio te acoge”. La nueva casa club de Playa Blanca es testimonio de esa búsqueda. Después de su reapertura, funciona a todo dar, con residentes y visitantes que toman asiento a cualquier hora del día, prestos a dejarse envolver por el maravilloso clima del sur de Lima y el entorno interior creado por la arquitectura y el diseño.
Suscríbase ahora para obtener 12 ediciones de Cosas y Casas por solo 185 soles. Además de envío a domicilio gratuito y acceso instantáneo gratuito a las ediciones digitales.